Pequeños borrones con encanto
EL PAÍS entrega mañana 'Mad Max 2', con Mel Gibson, y el domingo, 'Hook', de Steven Spielberg, por 5,95 euros cada una
Si es que a todo buen escribano le sale de vez en cuando un borrón. Y a veces, a pesar de todo, este borrón supera con mucho los mejores trabajos de otros artistas. Steven Spielberg también ha tenido sus resbalones, y Hook es uno de ellos; para más inri, el tropezón ocurrió en el campo que mejor domina el director estadounidense: el de los cuentos infantiles para adultos, títulos como E.T., el extraterrestre, la trilogía Indiana Jones, El imperio del sol, Always, Inteligencia artificial, Parque Jurásico, La guerra de los mundos o Encuentros en la tercera fase, por poner algunos ejemplos. Hook, una revisión del clásico de Peter Pan, pertenece a este subgénero. El capitán Garfio, el Hook del título, ha crecido y ahora tiene el rostro de un exaltado Dustin Hoffman. ¿Peter Pan? Se convirtió en abogado -la profesión más odiada en Estados Unidos-, el País de Nunca Jamás se quedó en algún recoveco de la memoria, y le surgieron pelos por todos los orificios de su cuerpo, que por eso le interpreta Robin Williams. Ya no hablamos de los niños perdidos, ni de la pobre Campanilla -Spielberg, antes del rodaje, se declaró enamorado de su Campanilla Julia Roberts; después, cuando se topó con la estrella de Pretty woman, se arrepintió de sus palabras-, todos, sepultados por la avalancha del pasado. Hasta que Garfio secuestra a los hijos de Peter. Con Hook, el director homenajeó a un clásico de la literatura infantil, gastó 60 millones de euros en la producción... y él mismo se declaró no muy satisfecho del resultado. Aun así, un spielberg es siempre un spielberg.
Antes, el sábado, vuelve el loco Max Rockatansky, el ex policía que sobrevive en un futuro apocalíptico de arena y escasez de gasolina, con una dureza al estilo Eastwood. Mad Max 2 es la secuela del sorprendente filme australiano con el que Mel Gibson salió catapultado hacia el status de estrella. Más coches destrozados, violencia elevada al cubo y, aunque el guión no da para mucho, el filme engancha por su humor y por su talento visual: las coreografías automovilísticas del director George Miller están entre lo mejorcito de la historia del cine. Las peleas entre los motoristas salvajes equivalen a un chute de bebida energética. Y estos tragos se agradecen.
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