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Tribuna:Feria de San Isidro
Tribuna
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Toros de papel

No sé si sabré mucho o poco de toros. Probablemente poco. Hay momentos en que pienso que pierdo la afición. Pero no llega nunca. Con los años y los miles de corridas que he visto, a veces me atrevo a opinar con los amigos. Pero ¿dónde se estudia, si se puede estudiar, la Tauromaquia? Mi abuelo me llevó a la plaza y dos de mis tías, también. Una sigue soñando con la muleta de Antonio Bienvenida. Algo pudieron transmitirme. Pero me despertaron la curiosidad. Mis padres no eran aficionados y cuando yo, todavía niño, comencé a dejarme caer por Las Ventas, había algo de lo que no podía prescindir al día siguiente: la crónica de Antonio Díaz Cañabate.

Estoy harto de oír que Cañabate ni era aficionado ni sabía de toros. Así yo sería todavía más un pozo de ignorancia taurina de lo que probablemente soy. Porque lo que se aprende entre los diez y los veinte años es algo que no se olvida en la vida y yo aprendí lo poco que sé de toros leyendo al Caña.

La crónica taurina se hace regular en nuestros diarios en el tercio medio del siglo XIX. Nacen entonces las primeras publicaciones taurinas especializadas: El Enano (1851), El Mengue (1867), El Tábano (1870), El Toreo (1874), El Tío Jindama (1879), La Lidia (1882), Sol y Sombra (1887), etcétera. Después de la Guerra Civil, El Ruedo (1944) y Dígame (1940); y hoy, Aplausos (1976) y 6Toros6 (1991). Los aficionados bebemos de ellas tanto como de las tertulias, tanto como de lo que vemos en la plaza. Así podemos hablar de los periodos de la fiesta no sólo en función de los toreros, sino también de los grandes cronistas. Hubo una época de Corrochano como ha habido una época de Joaquín Vidal. Como la hubo del Caña o de Vicente Zabala. Suárez-Inclán nos debe una nueva época en estas páginas. No podemos olvidar plumas como las de Zabala de la Serna y Suárez-Guanes en ABC o las de Juan Posada en La Razón y Javier Villán en El Mundo. O antes la de Barquerito en el desaparecido Diario 16. Hablando sólo de nuestros tiempos y de Madrid.

La fiesta ha estado siempre presente en los medios. En el cine informativo, desde su comienzos. Son innumerables los fragmentos taurinos de No-Do, único medio donde los aficionados que no habían asistido a la plaza podían ver a Manolete, Luis Miguel, Bienvenida y otros ídolos. Hoy esas imágenes aparecen en la televisión, demasiado pocas veces en los informativos y en algunos programas especializados como Tendido cero, de TVE, dirigido hoy por Federico Arnás. La televisión permite a miles de aficionados asistir en la distancia a las corridas desde los tiempos de El Cordobés. Cuando Canal + comenzó, a finales de los ochenta, a retransmitir la Feria de San Isidro, la fiesta se madrileñizó en toda España. Además de los canales de pago, las televisiones autonómicas de Castilla-La Mancha, Andalucía, Valencia y Madrid dan numerosas retransmisiones de festejos. Los lunes por la mañana se puede distinguir a muchos aficionados por las ojeras. Los grandes programas taurinos radiofónicos se emiten, tras los deportivos, en la madrugada del domingo al lunes. En la radio oímos las voces de Manolo Molés, Fernando Fernández Román como en tiempos oíamos a Rafael Campos de España o Matías Prats.

Internet es otro gran vehículo de información taurina. Moncholi fue uno de los pioneros con Burladero.com. Hoy buscamos esa información en Mundotoro.com o Burladero.es. Por no hablar de las páginas web de toreros, ganaderos, asociaciones, plazas de toros, etcétera, y del auge del Internet taurino en Francia. Aficionados americanos y de todo el mundo beben en estas fuentes. También, en la Red están vivos innumerables blogs de debate taurino.

Existe, pues, una relación entre medios de comunicación y fiesta. Parafraseando a Edmund Burke, me atrevo a decir que hay un cuarto protagonista en la fiesta, los medios, que han influido siempre e influyen en la afición y el público y también en los protagonistas de la fiesta (torero y toro). El verdadero protagonista de la fiesta es el torero. El toro es un animal maravilloso sin el cual no sería posible la corrida, pero es el hombre el que crea Arte. Toro y torero son inseparables. Sin toro la Tauromaquia sería un ridículo ballet sin sentido. El toro es un producto artificialísimo de la cría de los ganaderos. Hoy más aún con la genética moderna. En realidad, se trata de fabricar un animal salvaje, pero eso es, fabricarlo. Y en eso los ganaderos son también artistas, como creadores de un producto muy sofisticado.

El público es el tercer protagonista. Sin él podría ser una ceremonia íntima: un hombre que torea a solas al toro en el campo. Y eso no es la fiesta. Serían, pues, tres elementos: torero, toro y público. El público determina el Arte en todos sus aspectos. Sin público es incomprensible la fiesta como la música, la pintura, la literatura, etcétera. Y el público y la afición viven la fiesta no sólo en la plaza, sino a través de los medios.

Podemos concluir, pues, que para entender la historia, la evolución y el momento actual de la Tauromaquia, ese Arte supremo y tan efímero que nos apasiona, no podemos prescindir del papel que en ella han jugado y juegan los medios de comunicación.

Alejandro Pizarroso Quintero es catedrático de Historia del Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid.

Joaquín Vidal, en Las Ventas en 1989.
Joaquín Vidal, en Las Ventas en 1989.CLAUDIO ÁLVAREZ

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