Matanza islamista en un hotel de Pakistán
Al menos 25 muertos en un atentado en Peshawar, en la zona fronteriza con Afganistán
Un atentado suicida dejó ayer al menos 25 muertos y decenas de heridos en Peshawar, al noroeste de Pakistán. Todo apunta a que el ataque fue obra de los islamistas pro talibanes que operan en la región fronteriza con Afganistán, y que no tiene nada que ver con los enfrentamientos del fin de semana entre opositores y partidarios del Gobierno. No obstante, lo sucedido añade tensión a la crisis política desatada por el cese del presidente del Tribunal Supremo, Iftikhar Chaudhry, y que ha puesto contra las cuerdas al presidente Pervez Musharraf.
"Esto les espera a los espías de EE UU", decía un mensaje hallado en el hotel
La explosión se produjo en el vestíbulo del hotel Marhaba, situado en un barrio popular de Peshawar y muy frecuentado por ciudadanos de Afganistán, cuya frontera se encuentra a 60 kilómetros. Era la una de la tarde y el restaurante del establecimiento se encontraba lleno de comensales. Entre los muertos se cuentan el dueño (un afgano de etnia uzbeca), dos hijos y otros dos familiares del mismo, además de siete empleados, dos mujeres y un niño. Los cerca de cinco kilos, que según la televisión privada paquistaní Geo se emplearon en el atentado, dejaron prácticamente destruido el edificio de tres plantas y lanzaron al exterior varios cuerpos.
"La explosión ha sido tan potente que algunas cabezas han resultado arrancadas de los cuerpos", declaró a la agencia France Presse, un médico del hospital Lady Reading, el principal de Peshawar y al que fueron trasladadas la mayoría de las víctimas.
"Ésta es la suerte reservada a los espías a sueldo de Estados Unidos", aseguraba un mensaje en pastún y darí encontrado en el lugar del suceso, informó el portavoz del Ministerio del Interior, el general Javed Cheema. Otras fuentes negaron su existencia. Según Cheema, el texto estaba adherido a una de las dos piernas segadas de un cuerpo que la policía atribuye al autor del ataque. Aunque nadie se responsabilizó inicialmente del atentado, ese tipo de mensaje suele aparecer junto a los cadáveres en la zona tribal paquistaní, donde los militantes islamistas protalibanes han matado desde principios de año a una decena de personas, la mayoría afganos.
La Provincia de la Frontera Noroccidental, de la que Peshawar es la capital, ha sido históricamente lugar de refugio para los afganos que huían de la violencia de su país. Aunque tras el derribo del régimen talibán muchos de ellos regresaron, varios cientos de miles aún siguen residiendo en la ciudad o sus alrededores.
Desde finales de 2006, los islamistas radicales paquistaníes, que se oponen al apoyo que su Gobierno da a EE UU, también han llevado a cabo media docena de ataques suicidas en esa región. Algunos observadores apuntaban ayer a una venganza por la muerte del comandante talibán conocido mulá Dadulá, pero también se especulaba un posible ajuste de cuentas entre afganos, dado que el dueño del Marhaba era simpatizante del señor de la guerra uzbeco Abdul Rashid Dostum, cuyos póster decoraban las paredes del restaurante.
En cualquier caso, el atentado agranda la sensación de crisis que se vive en Pakistán desde el pasado sábado a raíz de los enfrentamientos ocurridos en Karachi entre partidarios y opositores al Gobierno. La violencia estalló cuando los primeros quisieron evitar que el depuesto presidente del Tribunal Supremo, el juez Iftikhar Chaudhry, celebrara un mitin. Chaudhry ha galvanizado el malestar de buena parte del país con el Gobierno militar de Musharraf.
Aunque Karachi empezó a recuperar la normalidad ayer, la crisis se trasladó al Parlamento donde los diputados opositores boicotearon la sesión convocada para debatir la violencia del fin de semana que ha dejado al menos 42 muertos.
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