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El Capea: "No entiendo nada; cada vez sé menos de esto"

Morante de la Puebla no hace declaraciones tras sus toros. Al menos, cuando no está como quiere estar. Pidió postergarlas para otro momento. Hubo una tenue división de opiniones sobre su primera actuación: hay quien decía que el toro se acabó enseguida y quien pensaba que al diestro de La Puebla del Río no le ha apetecido hacer el esfuerzo. "O me gusta el toro o nada", parece haber sido su discurso sin palabras de esa tarde.

Al finalizar la corrida, sí se digna a hablar, pero lo que dice no aporta gran cosa a lo visto: "No ha podido ser. Cuando no hay toro no hay toro". Sobre lo mejor que ha hecho en la tarde, sus verónicas de recibo al primero y el quite en el toro de El Capea, sus palabras sí reflejan lo que han sido esos pases: "He intentado hacer las cosas puras y sintiéndolas". El caso es que no se sabe nunca si ese estar en el ruedo, tan particular, que tienen Morante y otros toreros de los llamados de sentimiento, es real o fruto de la sugestión previa de quien les observa con un prejuicio favorable. Tal vez haya un poco de las dos cosas. Un poco de rollo a la cosa sí hay que echarle siempre.

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Curro Díaz sí se toma la molestia de comentar su primer toro: "No podía ni con la penca del rabo. Tenía nobleza, pero para Madrid no valía". Espeluzna pensar qué tipo de ganado sale por esas plazas de Dios. Al insinuarle si el toro se ha podido quedar en el caballo, Díaz matiza la hipótesis: "Donde se hacen realmente más daño los toros es en el peto, no con la puya". Su faena al segundo tuvo momentos de un clasicismo monumental, sobre todo al principio. Aunque parecía demasiado convencido de la aceptación que tuvo su labor por parte del respetable; cuando inició la vuelta al ruedo, el público se lo impidió: "Qué pena de espada. Si lo mato, abro la puerta grande. Me queda un sabor agridulce por no matar bien. Pero ha sido muy bonito. He cuajado al toro por el pitón derecho, y la pena, aunque me repita, ha sido la espada".

Amargo lamento

"No entiendo nada. Cada vez sé menos de esto. Me he quedado delante del toro, le he puesto la muleta, le he tragado; cojo la izquierda y la gente empieza a protestar...". Éste era el amargo lamento de El Capea, que ve que se esfuma otra importante ocasión de triunfo. Y es que no lo tiene nada fácil Pedro Gutiérrez junior para entrar en Madrid.

El público sabe de lo favorable de su circunstancia y de las oportunidades de que ha gozado. Para triunfar tendría que hacer encaje de bolillos al bies o poco menos, y parecería justo que se le exigiera así. Y es que la ingenuidad no se quita de buenas a primeras. Ahí están los propios toros que acuden una y otra vez al engaño en la creencia de que lo van a atrapar. Qué humanos son.

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