La Armada inicia este verano la compra de sus 24 primeros misiles Tomahawk por 72 millones
España no podrá usar a medio plazo su arma más poderosa sin el visto bueno de EE UU
España dará este verano el paso definitivo para convertirse en el tercer país (tras Estados Unidos y Reino Unido) que cuenta con el misil Tomahawk, máximo exponente del poder militar estadounidense en guerras como las del Golfo, Kosovo, Afganistán o Irak. El programa de adquisición de los primeros 24 misiles, con un coste de 72 millones de euros -que incluye su integración en las fragatas F-100 y los submarinos S-80-, se iniciará en cuanto la US Navy remita la Carta de Oferta y Aceptación (COA), que refleja las condiciones pactadas con la empresa fabricante, la estadounidense Raytheon.
La adquisición del Tomahawk supondrá un salto cualitativo para la Armada española. Por vez primera, dispondrá de un misil capaz de alcanzar un objetivo situado a 1.600 kilómetros de distancia con un margen de error de diez metros. Y podrá hacerlo sin necesidad de arriesgar a sus pilotos (como ocurre con los misiles lanzados por aviones), desde la seguridad de un barco o un submarino situado lejos del alcance de una eventual represalia.
El arma que le permitirá hacerlo es el Tac-Tom (Tomahawk Táctico o Bloque IV), un misil subsónico de ataque a tierra y menor alcance que sus antecesores estratégicos, pero dotado de sensibles mejoras, que permiten reprogramarlo en vuelo o elegir entre 15 blancos alternativos.
Una vez que el Ministerio de Defensa responda con un OK a la COA de la US Navy, se pondrá en marcha el programa, con un primer desembolso de cuatro millones de euros para este año y un coste total de 72 millones, a lo largo de ocho ejercicios.
Con este dinero no sólo se cubre el pago de los 24 primeros misiles (cada uno cuesta unos 500.000 euros), sino también, y sobre todo, la formación y adiestramiento de las tripulaciones y la adaptación de las plataformas.
Operativos en 2012
Está previsto que entre los años 2008 y 2012, aprovechando la parada programada para instalar los misiles antiaéreos Evolved Sea Sparrow, se adapten las cuatro fragatas F-100. Se trata de un arreglo relativamente simple, según las fuentes consultadas, pues estos buques ya disponen de lanzadores verticales.
La fragata F-105, aún en proyecto, y la F-106, pendiente de aprobación, saldrán de los astilleros listas para el Tomahawk. Más compleja resulta la instalación del misil en los futuros cuatro submarinos S-80, que se abordará en una segunda fase, aprovechando sus tubos lanzatorpedos.
Los contactos entre los estados mayores de la Armada española y la US Navy para la transferencia del Tomahawk se iniciaron en abril del 2002. La venta fue aprobada por la Marina estadounidense, pero no por el Pentágono, que finalmente dio luz verde en junio de 2005 mediante una carta del secretario de Estado de Defensa, Donald Rumsfeld, a su entonces homólogo español, José Bono, con quien se entrevistó en Washington un mes antes.
Durante este tiempo, tras numerosos intercambios de visitas, la Armada ha culminado el estudio de viabilidad para instalar el Tomahawk en las F-100 y los S-80. Por el camino se han descartado otras alternativas europeas, como el Scalp, versión naval del Storm Shadow de MBDA, que aún está en fase de desarrollo.
La compra se hará mediante el sistema FMS, de forma que la US Navy actúe de intermediaria entre la Armada española y Raytheon. Al primer pedido de 24 misiles seguirán nuevas partidas, ya que las necesidades se estiman en unos 12 misiles por fragata.
Respecto al S-80, el astillero español Navantia y la firma estadounidense Lookheed Martin, fabricante del sistema de combate, ya están negociando un acuerdo de asistencia técnica para integrar el misil en el submarino.
Con todo, lo más difícil no es tener el Tomahawk, sino ser capaz de usarlo autónomamente; es decir, no depender de EE UU para cada empleo. Sin esta autonomía, el efecto disuasorio se vería seriamente mermado, pues el eventual enemigo podría dirigirse directamente a EE UU sin necesidad de entenderse con España.
Fuentes militares reconocen que, en una primera fase, la capacidad de la Armada española no irá mucho más allá de "apretar el botón", mientras que la selección de blancos estará en manos de EE UU. El uso del Tomahawk se limitará a las ocasiones en que las Fuerzas Armadas españolas operen en coalición con EE UU.
A medio plazo, sin embargo, sostienen las mismas fuentes, sí podría alcanzarse cierta autonomía, de forma que fuera posible usar el misil sin apoyo externo, aunque se perdiera en precisión.
Todos los sistemas de armas de última generación están sujetos a restricciones técnicas del fabricante, pero en el Tomahawk éstas hacen impracticable su empleo. El misil, que se dirige a su objetivo volando a baja altura, requiere el apoyo de una red de satélites de comunicaciones y observación (empezando por el GPS) de la que España carece.
Su funcionamiento se basa en un sistema que compara el perfil del terreno y las imágenes captadas por su cámara de TV con los datos almacenados en su memoria. Si España quiere contar con un listado de blancos, al margen de los facilitados por EE UU, deberá estudiar y actualizar sus propias rutas de aproximación.
Ése será el cometido del Centro de Planeamiento Nacional del Tomahawk que la Armada quiere poner en marcha a medio plazo. Sólo entonces se podrá decir, en propiedad, que España tiene un misil de crucero.
Disuasión sobrevenida
Como es habitual con los principales programas de armas en España, la compra del Tomahawk no ha sido objeto de debate parlamentario. Sólo en una ocasión, el 20 de noviembre de 2006, el entonces secretario de Estado de Defensa, Francisco Pardo, contestó en el Senado una pregunta del PP sobre este tema y advirtió de que aún no había ninguna decisión tomada.El programa no se mencionó en el debate de los presupuestos, celebrado en el Congreso un mes antes, pues ni siquiera figuraba, al menos entonces, en los primeros puestos del objetivo conjunto de capacidades aprobado por el jefe del Estado Mayor de la Defensa, el general Félix Sanz, en el que por vez primera se priorizaban las necesidades de los ejércitos.En el Senado, Pardo sí aludió a la Revisión Estratégica de la Defensa, pactada por PSOE y PP en 2002, en la que encajaría la adquisición de misiles de crucero. Pero este documento sólo se refiere, de manera genérica, a la necesidad de incidir "en la proyección del poder naval sobre tierra", una mención que parece más ajustada a la fuerza anfibia, a la que cita expresamente, que a los Tomahawk.La Estrategia Militar Española, aprobada en 2003, tampoco arroja demasiada luz, pues su Objetivo Estratégico Militar 3B se limita a decir que "se deberá orientar la actuación de las fuerzas navales hacia el litoral, con especial énfasis a operaciones del poder naval sobre tierra".Entre los retos de la Armada, la Estrategia Militar Española señala la proyección de una brigada de Infantería de Marina capaz de operar durante dos meses a 3.600 millas de España, pero no dice una palabra de la potencia de fuego sobre tierra.La justificación doctrinal para la compra de los Tomahawk habría que ir a buscarla en el principio de disuasión, según el cual "cualquier posible agresor debe ser plenamente consciente de que España cuenta con una capacidad militar tal que los riesgos que conllevaría iniciar un conflicto sobrepasan con creces cualquier posible beneficio".
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