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Crítica:Feria de San Isidro
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Corazón Robleño

Lidiadores, banderilleros, estoqueadores: sinceridad y honradez: matadores de toros. El ganado, en el más puro Albaserrada, mostró la triple condición de casta, fiereza y mansedumbre que puede hacer emocionante o espeluznante una corrida.

Fundi se fue a por el primero, que le sajó el capote en dos y se eternizó en el peto con una puya trasera. Compartió con Ramos palitroques sobrios y le trasteó como correspondía: humillándole. Tras pedirle a Eolo que le dejase en paz la muleta, se trajo al cárdeno a los medios en un par de series de derecha y otro de izquierda, sin florituras ni tropiezos. Los repitió, sin ir a más, y dividió la opinión que, sin duda, no percibía que en los dos segundos que descuidó la concentración, el toro se fue a por él. El cuarto llevó un penoso lote de puyazos, y aún le retaba Sayago con la vara cuando sonó el clarín. Tanto le trasteó Fundi y con tan bajos correctivos, que empezó a perder las manos, a marearse cual atún, y el diestro pensó que ésa debía ser la condición idónea para matarlo, suerte que inició por el brazuelo, continuó por el rincón y terminó desprendiendo media y dándole al verdugo.

Escolar y Hernández Pla / Fundi, Ramos, Robleño

Toros de José Escolar y los dos últimos de Hernández Pla. Mostraron casta y brusquedad. Encastado y distraído el 1º, bravo en el caballo el 5º, broncos 2º y 4º y mansearon 3º y 6º. José Pedro Prados El Fundi: estocada baja y seis descabellos -dos avisos- (pitos); metisaca al brazuelo, estocada al rincón y media desprendida -cuatro descabellos- (pitos). José Ignacio Ramos: pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio); estocada al rincón (silencio). Fernando Robleño: estocada caída y cinco descabellos (saludos); estocada en lo alto (vuelta al ruedo). Plaza de las Ventas, 12+1 de mayo. 4ª corrida de abono. Lleno.

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Malagueño apretaba a José Ignacio Ramos desde el capote, apretó luego a Héctor Piña en el caballo, que aún sujetaba la vara cuando sonó el clarín del cambio, lo que provocó el vómito negro en un registrador. Las banderillas fueron a la pata la llana (una en la pata, otra en el suelo) en un par y al lanzamiento en otro, pues Malagueño seguía apretando. "Vaya trago", dijo un señor con un whisky en la mano, y los demás -sin el whisky- asentíamos graves. Un susto en el tanteo -murmullo-, dos sustos por la izquierda -murmullo alto-, y a castigarlo con macheteos como merecía. Cuando se perfiló para matar se oyó, en perfecto castellano, decir al Marqués de Sade: "Se va sin torear". El quinto, un cornalón de Hernández Pla, fue dos veces sin vacilar al caballo -la última desde lejos-, y Herrero, que lo cazó en lo alto, fue regando el callejón de aplausos mientras se retiraba. Ramos aprovechó el calor, puso tres pares, esta vez más claros, y se fue a brindar. Presentimos que podía haber faena, pero en la tela el animal nos dijo que ya había entregado cuanto tenía. Cabeceos, saltitos, medias arrancadas, quedadas, algún tornillazo desganado... Habíamos confundido la realidad con el deseo, quizás con Capitán, de esta misma sangre, aún en la memoria.

Fue Robleño, el bravo torero de Madrid, quien resucitó la emoción y el ardor de la lidia en esta tarde. El primer bufido que acompañó el rebrinco de Escritor -el tercero- cuando llegó al su capote, provocó un vagido en los tendidos; el tropezón contra el peto, otro, que fue aullido desesperado cuando Marcial Rodríguez le tapó la salida. Siguió Escritor su paso por el ruedo, rebrincando y colándose, desde los terrenos del 2 hasta los del 4, en la muleta que el madrileño, precavido y forzado, le invitaba a tragar. Ya en el 5 lo consiguió un par de veces, y la afición reconoció su corazón. En el 6 volvió a colarse, pero Robleño, andándole corto, jugando las piernas, dando medio pecho, le sacó, entre aplausos, cuanto tenía. El último fue otro cárdeno, muy bien hecho, que salió nervioso y le achuchó en tablas; lanzó al piquero a la arena, creó el caos entre los de oro y plata, y Navarro -el picador- lo buscó con la vara, de la que salía rápido y malhumorado. Tras probar, con buen criterio, casi todo el círculo, se hizo con el manso en terrenos del 6. Y allí recibió en exceso. Luego, en banderillas, no perdía el ojo a nadie, y el diestro se fue al lugar donde le picaron a resolver la papeleta. Embraguetado con él, llegó a sacarle meritorios derechazos que también pudieron ver unos turistas desde un avión. Cuando mató, la tensión contenida le hizo gritar mientras se echaba encima por derecho y dejaba en lo alto una estocada que era una condecoración al valor y el pundonor. El público agitó mayoritariamente los pañuelos, pero el presidente no cedió, y el bravo Robleño dio la vuelta al ruedo con el sabor ingrato de las lágrimas.

Momento en el que el sexto toro de la tarde derriba al picador Navarro durante la corrida de ayer.
Momento en el que el sexto toro de la tarde derriba al picador Navarro durante la corrida de ayer.GORKA LEJARCEGI

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