"En el filo de un cuchillo"
Los pilotos agroforestales han terminado la campaña de abono en Euskadi y se preparan para la fumigación y los incendios
Antonio Fernández nació y vive en La Carlota, Cordoba, pero conoce Euskadi como nadie. Lleva 20 años sobrevolando cada montaña, cada barranco, y cada pinar de las tres provincias vascas, en condiciones duras. Es piloto agroforestal y hace diez días arrojó unas 500 toneladas de abono en las praderas guipuzcoanas de Aloña para mejorar la calidad de forraje para el ganado. En uno de los vuelos, un compañero se vio obligado a efectuar un complicado aterrizaje de emergencia sobre una zona arbolada al norte de Salvatierra-Agurain. La avioneta quedó destrozada pero él no sufrió daños.
"Aterrizamos en el filo de un cuchillo, pero es una profesión excepcionalmente segura para las condiciones en las que estamos acostumbrados a trabajar", afirma el piloto cordobés. "Ha sido el primer accidente en 21 años de campañas de abono en Euskadi", confirman desde la Diputación Foral de Guipúzcoa.
"Es una profesión muy segura para las condiciones en las que solemos trabajar"
Y eso que tanto Antonio como el resto de sus compañeros han despegado desde auténticos andurriales en Dima y Zalla (Vizcaya) y desde Ataun (Guipúzcoa) para extinguir incendios o abonar praderas. A los mandos de un avión que cargado puede pesar hasta siete toneladas, y gracias al motor de 1.350 CV de potencia, se meten con seguridad en pistas de aterrizaje en cuesta y en curva, y en valles cerrados.
Fernández tiene 46 años y, además de piloto agroforestal, es instructor en Trabajos Aéreos Espejo, la empresa para la que trabaja. En el País Vasco han realizado más de 2.500 horas de vuelo en diferentes tareas.
En su opinión, los más complicados son los vuelos de extinción de incendios y los de fumigación contra algunas plagas. "Hay veces que te comunican que en un incendio hay vidas en juego, y hay que tener la cabeza muy fría para volar al máximo de lo posible y ayudarles, sin poner en riesgo tu vida. En los incendios tenemos que ir por delante del fuego, echando retardante, creando cortafuegos", explica.
El problema es que el motor de los aviones que pilotan, los AT 802 (Air Tractor), trabaja a casi 1.000 grados de temperatura y se para si le entra humo. "Si te caes, estallas y creas un problema mayor que el que vas a solucionar".
La empresa, radicada en Córdoba tiene a 17 pilotos en plantilla para atender a las campañas que realiza en casi todas las comunidades de España. En el norte, trabaja en Euskadi, Santander y Galicia en campañas estacionales de abonado de praderas y tratamientos fitosanitarios contra la procesionaria del pino, además de incendios. Pero, además, realiza servicios de aerotaxi y tiene una escuela de pilotos. Su flota es de 32 aeronaves.
Antonio reconoce que trabaja en una disciplina con mucha presión. A veces las condiciones meteorológicas obligan a retrasar vuelos y eso obliga a un sobreesfuerzo cuando mejoran las condiciones. Antonio recuerda cómo un día, para eludir la niebla en la zona de Zestoa, "nos pegamos al curso del río Urola y aparecimos en Zumaia, a dos metros de las olas. Aquello fue espectacular".
La meteorología muchas veces sorprende incluso a los más experimentados. "He tenido tres accidentes y de ellos dos han sido por rachas de viento en cola y por onda de valle". En ninguno de ellos sufrió heridas graves.
Habilitación en seguridad
Volar a un metro del suelo haciendo giros pronunciados requiere instrucción muy precisa. Pasar por debajo de los tendidos eléctricos mientras fumigas para no perder tiempo, requiere, además mucha habilidad.
Los pilotos agroforestales lo hacen a menudo para no perder tiempo a la hora de fumigar un área determinada. Aunque llevan sofisticados GPS a bordo, la pericia sigue siendo el mejor instrumento con que cuentan. "La remolacha hay que fumigarla lo más cerca de la planta que puedas. Requiere concentración máxima", coinciden Antonio Fernández, piloto e instructor, y su compañero Salvador Núñez.
Los pilotos se mantienen en activo no sólo volando las diferentes aeronaves que tiene la empresa. Campaña a campaña, van pasando de aviones con menor capacidad a los más potentes. Empiezan volando aviones con peso máximo al despeque de una tonelada para progresar a los aviones de dos, tres y, finalmente, los de siete toneladas.
Pero, además, reciben cursos de entrenamiento obligatorios cada seis meses en los que analizan procedimientos de emergencia y situaciones límite. Junto a esas actividades de entrenamiento reciben cursos específicos sobre seguridad y cursos de refuerzo en los que se "machacan" aquellos aspectos que cada temporada se consideran necesarios.
Toda esa formación la reciben en la Escuela Agroforestal, donde los mejores pilotos de la compañía enseñan a las nuevas tripulaciones no sólo lo necesario para volar, "sino los trucos que da la experiencia", dice Antonio.
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