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Columna
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English electoral

Vicente Molina Foix

Primero fue Mariano Rajoy en el programa de los cien ciudadanos preguntones, y ahora Alberto Ruiz-Gallardón y Espe J. Lo Que Somos. Los tres están por la lengua de William Shakespeare, hasta el punto de que el máximo dirigente del PP insistió una y otra vez delante de Lorenzo Milá y el público presente en que su prioridad educativa era el inglés, seguido del chino; el español, debe pensar Rajoy, ya se mama en la cuna, aunque haya padres malos que le echan catalán y otros disolventes no indoeuropeos al biberón.

En vista de esta acometida lingüística sin precedentes del partido más acendradamente español de que disponemos, el PSOE se ha puesto las batteries, que es lo que pronto dirán coloquialmente los niños educados según el plan "English for All", siempre que gane las elecciones Rafael Simancas; éste ha declarado que "el 100% de los jóvenes madrileños dominará el inglés" gracias a un ambicioso programa de bilingüismo escolar en el que el candidato socialista promete invertir 320 millones de euros a lo largo de dos legislaturas.

Nuestros distribuidores dejan cada vez más el título de las películas americanas y británicas sin traducir

Lo que pasa es que Simancas lo tiene raw, hablando crudamente, porque Espe Jota contraataca con la promesa de que si es reelegida implantará las redes WiFi por todas las universidades y centros de formación profesional de nuestra región. Confío -por su bien- en que todos ustedes sepan lo que es WiFi, así como YouTube, Bluetooth, Blackberry y otros conceptos sin los que hoy día no se puede vivir al día. "I bet!", o mejor, "you bet!", porque otra de las news recientes es que la mayor firma mundial de apuestas online, Betfair.com, ha abierto un línea (onlínea, es de suponer) en la que se puede apostar, esté uno donde esté, por las posibilidades de triunfo de los candidatos al Ayuntamiento madrileño.

El betting (oficinas públicas de apuesta, y traduzco para los que aún estén en el curso de inglés para beginners) es lo más británico que existe: más que el té de las cinco, la conducción por la izquierda y el amazacotado christmas pudding. Cuando yo vivía en Inglaterra, esos despachos a pie de calle me intrigaban sobremanera, con su aspecto de tienda donde nada se vende pero mucho se gasta, y al ir conociendo su verdadera naturaleza aún me quedé más sorprendido: la pasión apostadora de aquel país no se detiene en nada, llegando a invertir grandes sumas en el pronóstico de quién será el próximo premio Booker de novela o el equipo ganador de las regatas anuales Oxford-Cambridge.

El triunfo de Ruiz-Gallardón el 27 de mayo se está pagando, según Betfair.com, a tan sólo 1,1 euros por cada euro apostado, lo cual significa (I am not a betting person) que tiene más posibilidades de ganar que Miguel Sebastián, quien se cotiza a 3,65 por euro jugado. Seguro que el economista Sebastián entiende el galimatías numérico.

No sé cómo llamar a esta ola que nos invade: ¿anglomanía?, ¿anglofilia?, ¿anglo-sajonización? ¿anglojota? Lo cierto es que va a más, y no sólo en el lenguaje político y mediático, suponiendo que ambos no sean una misma cosa.

El cine, por ejemplo. No contentos con inundar las pantallas españolas de productos hollywoodienses doblados (el dumping aliado con el dubbing, y no sé cuál de las dos plagas es peor), nuestros distribuidores dejan cada vez más el título de las películas americanas y británicas sin traducir.

Esto, que podría parecer suicida cuando el filme en cuestión se llama, por ejemplo, Eyes wide shut (que a ver quién es el guapo que lo pronuncia de corrido ante la taquillera), ahora se está revelando como una práctica subliminal que se suma a los planes de inmersión nacional en el inglés. El espectador de la mayor parte del país no podrá oír en sus maravillosas voces naturales a Helen Mirren o a Jeremy Irons, pero tendrá al menos la satisfacción de haber visto The Queen o Inland Empire. Por algo se empieza.

Mientras tanto, el Ayuntamiento también se suma por la vía de los desechos a este proceso de reeducación anglosajona de nuestras esencias. Resulta que hay vigilantes especializados en la porquería que van de noche fisgando en los contenedores, y si los vecinos no cumplen los requisitos de echar en cada bolsa lo mandado son castigados. Mi comunidad acaba de ser multada porque a mí se me ocurrió tirar un tetrabrik (palabra trabalenguas de aroma inglés) junto a unas tortillas chips caducadas. Y yo que les veía algo en común... Un desliz, lo confieso. Y me arrepiento, aunque no sé si tengo remedio ecológico. ¿Dónde están las basuras de antaño? Qué mundo éste más trash.

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