Trazos que sellan destinos

Trazos en un mapa, a veces caprichosos, que sellan la vida de millones de personas. Fronteras, claro, y todos sus significados: límites que separan la opulencia de la miseria. Obstáculos a los sueños, herencias colonialistas. Muros que establecen las lindes del punto y aparte, del dogma de la soberanía. Vallas endogámicas y emblemas militares a veces.

Gitanos sin Estado, 'tripulantes' de pateras y muros de intolerancia pueblan la propuesta

En definitiva, fuera y dentro junto con las ganas de derribarlas o de reforzarlas aguijoneados sus moradores por miedos arcaicos puestos al día. Los márgenes establecidos, estatales, protagonizan un sinfín de encontronazos (intelectuales o armados) de nuestro tiempo, que algunos quieren eclécticamente posmoderno. Pero la controversia es, en realidad, viejísima y basta con una sola pregunta para constatar su desbordante madurez: ¿dónde se ubican los confines de Europa?

El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) siempre ha prestado atención a la controversia cultural de lo fronterizo, y ahora corona su interés con una exposición comisariada por los geógrafos franceses Michel Foucher y Henri Dorion y coproducida con el Musée des Confluences. Con un título aparentemente unívoco, Fronteras, la propuesta permanecerá en cartel desde hoy hasta el 30 de septiembre.

Aunque priman los vídeos y las fotografías, el trayecto se inicia con Patera núm. 1, un impactante mural de José Niebla con ánimo de agitación en el que una paupérrima barcucha encara los golpes de una tormenta asesina. La obra -mezcla de épica y activismo- ya tiene a las espaldas un amplio recorrido por centros cívicos barceloneses. Cruzada la raya de la entrada, al visitante le quedan por ver 11 secciones ligadas a territorios fronterizos. Un camino hilvanado por abundantes textos y testimonios, porque la iniciativa pretende ser "conceptual y emotiva", en palabras de Jordi Balló, director de exposiciones del CCCB. Primera parada: Europa y la movediza circunstancia de sus límites. Entre los años 2000 y 2003, el fotógrafo Fréderic Sautereau y el periodista Guy-Pierre Chomette recorrieron las fronteras orientales europeas y en este apartado se proyecta el resultado de aquella experiencia.

Lógicamente, el viaje es un motivo repetido al tratar sobre los confines, aunque no siempre tiene relación con el placer. En ocasiones es todo lo contrario, como sucede en el itinerario clandestino de Kingsley reseñado en imágenes por el fotoperiodista Olivier Jobard. Kingsley es un joven camerunés actualmente instalado en Francia tras un largo periplo que le llevó por varios enclaves africanos y que le obligó a atravesar el desierto del Sáhara con el fin de embarcarse desde Marruecos hacia las islas Canarias. Cumplía así la esperanza de una vida mejor.

Desde el inicio de la exposición queda claro que se pretende ilustrar sobre las diferentes connotaciones del concepto de frontera, cuyo impulso rupturista del espacio se ha querido trasladar también al montaje y a la distribución de las secciones. "Las fronteras no respetan el espacio, lo maltratan", señaló ayer el director del CCCB, Josep Ramoneda, en la presentación de una propuesta con el objetivo principal de animar al espectador a reflexionar.

La frontera presentada como margen de un paraíso falso en el caso de Corea del Norte a través de la proyección de fotografías de Nicolas Righetti; los límites sinónimos de heridas que supuran guerras en Cachemira documentados por la cámara de Marie Dorigny; los odios convertidos en una cerca de cemento para separar a israelíes y palestinos, cuya dureza intolerante se percibe en las imágenes de Olivier Coret y en los sonidos ambientales que rodean al muro; la verja de Melilla que cercena desesperados; el cansancio de los exiliados; la diáspora de los gitanos, y el abismo económico que pone distancia entre Estados Unidos y México, acompañan hasta la salida de la exposición, de la que se ha editado un interesante catálogo y que tendrá una itinerancia por España todavía sin concretar.

Quedan fuera de la enumeración anterior dos apartados muy atractivos. Uno de ellos es una instalación concebida por Enric Massip y Ángel Morúa en la que se contraponen las fachadas marítimas del malecón de La Habana y la del Ocean Drive de Miami, ambas alejadas por una alfombra-mar-collage en la que se despliega una nostálgica guerra de propaganda. La instalación ha sido solicitada para exponerla por colectivos de Cuba y del exilio afincado en Estados Unidos. Asimismo, Frederic Amat aporta varios dibujos que representan alambradas, espinos y tramas de vallas metálicas a una instalación audiovisual en la que se recogen parte de las conferencias del ciclo Fronteras organizado por el CCCB en 2004 y que contó con la participación, entre otros, de Tzvetan Todorov.