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Reportaje:

Una rebelión del siglo XXI

Los usuarios de la página de noticias Digg la colapsan tras la censura de una información sobre 'piratería'

Patricia Fernández de Lis

"Contenidos alimentados por los usuarios". Los fundadores del sitio web de noticias Digg comprendieron ayer hasta qué punto los internautas se han tomado en serio esta filosofía de la que presume. Miles de usuarios se enfurecieron cuando el sitio decidió censurar una información, así que se dedicaron a bombardearlo durante horas, hasta que consiguieron colapsarlo y que el fundador de la página rectificara y admitiera la información previamente censurada. Es, como dice uno de los usuarios, "una rebelión del siglo XXI".

Una combinación de 25 cifras y letras fue la que desató la revuelta.

Un internauta ha descubierto la clave que protege contra la copia a los nuevos DVD de alta definición y decidió enviarla a Digg. En esta página, un millón de internautas mandan cada día miles de noticias y después deciden, con sus votos y comentarios, cuáles son las más importantes. Es el sitio web más popular de lo que se conoce como filtros sociales de la información. En España, los más conocidos son Menéame y Fresqui.

La 'web' rectificó: "Si perdemos, moriremos intentándolo", dice su fundador

Los usuarios disponen, así, de plena libertad para enviar las noticias que les parezca, y la jerarquía no la establecen periodistas ni gestores, sino ellos mismos. Pero ayer aprendieron que la libertad tiene sus propias limitaciones.

Los responsables de los DVD de alta definición violados (HD-DVD) escribieron a Digg informando a sus responsables de que la publicación de la clave antipiratería infringía su propiedad intelectual, así que debían retirar la noticia. Digg lo hizo, y canceló la cuenta del usuario. Pero la noticia ya había recibido 15.000 votos en 15 horas, todo un récord para la página, así que, cuando desapareció, los usuarios comenzaron a darse cuenta de que algo andaba mal. Otro internauta la envió de nuevo, y Digg volvió a borrar la información y a cancelar la cuenta.

Con lo que no contaba Digg es con el poder de su propia comunidad, y con el ciberactivismo que identifica la labor de los lobby de la propiedad intelectual con una nueva y poderosa mafia. Así que cuando los usuarios se percataron de la censura, organizaron la guerra: mandaron miles de noticias, desde diferentes cuentas de correo y con diferentes encabezados, pero todas ellas referidas a la famosa clave, hasta el punto de que, a las 11.00 (hora española), una de cada dos noticias de Digg estaba referida a este asunto. El bombardeo colapsó la página, mientras sus gestores intentaban hacer frente al creciente flujo de noticias y, sobre todo, a la pésima fama de censor que se estaba ganando el medio más democrático de la Red.

Uno de los responsables de la compañía trató de explicar en el blog oficial: "Si Digg quiere sobrevivir, debe cumplir la ley, esté de acuerdo o no con las políticas de los propietarios de la propiedad intelectual. Nuestro objetivo es mantener un sistema puramente democrático pero, para que eso ocurra, necesitamos trabajar juntos en proteger a Digg de demandas que podrían cerrarla".

Fue inútil. El boicoteo continuó, y la noticia de la censura se extendió, hasta que el fundador de la compañía, Kevin Rose tomó una decisión: publicó la clave en su propio blog. El joven confesaba que su idea siempre fue dar el poder a la comunidad y que, por eso, el día de ayer había sido "difícil".

Ante la amenaza de cierre a Digg, explicaba, había decidido eliminar las informaciones relacionadas con la clave. "Pero ahora, después de leer cientos de historias y miles de comentarios, lo habéis dejado claro. Preferís que Digg se hunda peleando a que se arrodille ante una empresa más grande. Os hemos escuchado, y a partir de ahora no vamos a borrar las historias que contengan el código y afrontaremos las consecuencias que se produzcan". Y concluía: "Si perdemos, qué demonios, al menos moriremos intentándolo".

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Sobre la firma

Patricia Fernández de Lis
Es redactora jefa de 'Materia', la sección de Ciencia de EL PAÍS, de Tecnología y de Salud. Trabajó diez años como redactora de economía y tecnología en EL PAÍS antes de fundar el diario 'Público' y, en 2012, creó la web de noticias de ciencia 'Materia'. Los fines de semana colabora con RNE y escribe, cuando puede, de ciencia y tecnología.

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