"Las escuelas musicales han sido sustituidas por ideologías"
El compositor austriaco Friedrich Cerha (Viena, 1926) ha vivido la mayor parte de su vida nadando a contracorriente, convencido de que el camino que seguía era el correcto. Contrario al III Reich, no dudó en desertar en dos ocasiones de la Wehrmacht, la segunda tras ser reclutado de nuevo, en enero de 1945, por el Ejército alemán con la falsa identidad que adoptó después de su primera deserción; ya finalizada la II Guerra Mundial, luchó denodadamente, pese a ser tachado por los críticos de brazo ejecutor "de la destrucción de la cultura musical vienesa", por difundir la música contemporánea y recuperar a los compositores dode-cafónicos y atonales de la II Escuela de Viena -Anton Webern, Arnold Schönberg y Alban Berg- "para hacer justicia a sus obras", afirma. Es precisamente una ópera de Berg, Lulu, cuyo tercer acto inacabado instrumentó Cerha, la que, junto a sus propios méritos como gran compositor -con un catálogo que supera las 130 partituras-, le ha valido entrar con pleno derecho en la historia de la música del siglo XX.
"La perspectiva del tiempo es la que pone en valor aspectos de la música que realmente no existieron en el origen de las partituras"
"Para el público acostumbrado a Richard Strauss, las obras dodecafónicas y seriales eran imposibles de asimilar. Le producían angustia"
La pequeña figura de Friedrich Cerha todavía se estremece cuando oye la atronadora voz de Hitler arengando a las masas en la exposición La música y el III Reich, que se exhibe en La Pedrera de Barcelona hasta el 27 de mayo. Se refugia el compositor en el apartado de la creación, a la vera de un autorretrato de Schönberg y del que éste hizo de Alexander von Zemlinsky, para dejarse fotografiar para la entrevista. El compositor ha regresado a la capital catalana dos décadas después de que dirigiera en el Liceo el estreno en España de la versión completa de Lulu para recibir el homenaje que le ha tributado la Fundación Caixa de Cataluña en forma de concierto.
"Sí, en ocasiones se me ha reprochado el haber terminado una partitura inacabada de otro compositor, pero las críticas siempre han provenido de gente que desconocía la obra. Alban Berg ya había escrito la partitura para voz y acompañamiento pianístico de Lulu y existían todas sus anotaciones. No tuve que inventarme la música, como hiciera Franco Alfano con el final de Turandot, de Puccini. La base estaba, sólo completé el trabajo que Berg había empezado y que no pudo terminar", afirma en voz queda.
La pasión de este hombre introspectivo y amable por la música de los compositores serialistas y dodecafonistas se remonta irónicamente a la II Guerra Mundial. "Fue precisamente en 1942, cuando el III Reich ya estaba completamente aislado del resto del mundo, cuando conocí la obra de Schön-berg gracias a una exposición organizada por los propios nazis sobre los compositores que calificaron como degenerados. Ello despertó mi interés por su música y el resto de los compositores de la llamada II Escuela de Viena, un fenómeno que pese a la influencia musical que actualmente se le atribuye durante el primer tercio del siglo XX fue en realidad un hecho marginal apenas conocido por la gente", asegura. Convencido del valor de aquellos compositores y de la importancia de divulgar la nueva música, Cerha creó en 1958 el ensemble Die Reihe para familiarizar al público vienés con la música contemporánea.
"¿Especulativa la música de Schönberg, Webern y Berg? No como base. Schönberg se veía a sí mismo como un seguidor de Brahms, y Webern quería que sus obras para piano sonaran como las de Chopin. Especular no significa que no existiera también creatividad, como sucede con las obras de estos compositores. Actualmente sabemos que a creadores como Mozart o Debussy se les atribuyen aspectos a su música que ni ellos recrearon ni manifestaron. La perspectiva del tiempo es la que pone en valor aspectos de la música que realmente no existieron en el origen de las partituras", advierte.
Con afán didáctico, se remonta Cerha al vientre materno para explicar el temor que infunde la música contemporánea a buena parte del público. "Los seres humanos almacenamos experiencias auditivas desde el seno materno que con el tiempo evolucionan. Cuando se produce un vacío en esa evolución aparece el miedo y retrocedemos. Siempre deseamos relacionarnos con experiencias ya conocidas y la música de Schönberg y Webern significaba una ruptura con respecto a lo conocido. Al igual que para Mozart hubiera sido incomprensible la música de Stravinski, para el público acostumbrado al tardorromanticismo de Richard Strauss, las obras dodecafónicas y seriales eran imposibles de asimilar y les producían angustia. De la misma manera que un ser vivo se desarrolla, evoluciona y al final desaparece, no podemos esperar que la música sea siempre igual. Hay que aceptarlo, es un enriquecimiento".
Ve el músico austriaco un gran talento entre las jóvenes generaciones de compositores. "Hay muchos más que en épocas anteriores", afirma. Y añade: "Además de abundancia hay una gran variedad de estilos en una época en la que las escuelas musicales han sido sustituidas por ideologías que crean y difunden críticos y publicistas musicales. Son éstas una suerte de normas y tendencias que atenazan como camisas de fuerza a los más débiles. Ya lo describió el escritor suizo Friedrich Dürrenmatt, estas ideologías son la regla que sustituye el pensamiento libre".
Babelia
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