La locomotora de Baviera se queda sin maquinista
Edmund Stoiber se retirará en septiembre como primer ministro socialcristiano del mayor 'land' de Alemania
Desde el piso 21 de una de las torres de BMW, donde los directivos de una de las más simbólicas multinacionales de Alemania reciben a sus invitados en Múnich, se contempla un paisaje que abarca desde el cercano estadio olímpico, construido para los Juegos de 1972, hasta los bosques y las montañas nevadas del horizonte pasando por campos bien cultivados, industrias de alta tecnología y una autopista de tres carriles en cada sentido. Esta panorámica de un radiante día de primavera sirve de espejo de una de las economías más equilibradas y pujantes de toda la UE, que creció incluso por encima del 2,7% del conjunto de Alemania en 2006 y que apenas registra un paro del 7%. Este bienestar, que ha convertido a Baviera en la locomotora de la economía germana, se explica en parte por la estabilidad política de medio siglo de Gobierno de la Unión Social Cristiana (CSU, en sus siglas en alemán), un caso único en la reciente historia de Europa. Así, los socios bávaros de la democristiana CDU han mantenido una hegemonía sin apenas interrupción desde la Segunda Guerra Mundial y a los socialdemócratas sólo les resta el consuelo de gobernar el Ayuntamiento de Múnich.
En plena cresta de la ola, el artífice reciente de esta bonanza, Edmund Stoiber -primer ministro de Baviera desde 1993 y presidente de la CSU desde 1999, candidato derrotado por el socialdemócrata Gerhard Schröder por sólo 6.000 votos en las elecciones federales de 2002- ha confirmado que se retirará de los dos cargos el próximo 30 de septiembre. ¿La razón alegada? Stoiber cree que su época ha terminado y que debe poner fin, voluntariamente y sin que nadie se lo demande, a una carrera política que comenzó hace más de 30 años.
No resulta extraño, pues, que esta inesperada deserción del maquinista haya llevado a pasajeros como la Confederación de Empresarios de Baviera a pedirle que permanezca en el cargo. A principios de abril, en una reciente visita a varios países asiáticos y durante una recepción en la ciudad india de Bangalore, Dieter Soltman, presidente de honor de los cerveceros bávaros, declaraba en nombre de los hombres de negocios: "Usted, señor Stoiber, ha impulsado la economía y la ciencia. Ninguno de nosotros puede imaginarse que en breve se dedique usted a recoger el periódico del buzón de su casa, en batín y pantuflas". A renglón seguido, Soltman preguntó abiertamente: "¿Por qué realmente?" En aquella recepción Stoiber declinó contestar, aunque los testigos evocan que el político bávaro sonrió.
En un reciente coloquio en Múnich con diputados y periodistas españoles, Stoiber, de 65 años, contestó a la misma cuestión del siguiente modo: "Cuando se ve que el tiempo pasa, cuando uno comprueba que todo tiene su tiempo, cuando se han ocupado cargos públicos desde 1974, uno llega a la convicción de que una época se ha terminado". Después de pensar la respuesta durante unos segundos y aspirar con fuerza, el virrey bávaro agregó un ejemplo. "Cuando Helmut Kohl se presentó a canciller federal en 1998, por quinta vez, uno de los argumentos favoritos de la oposición fue que 16 años como canciller ya eran suficientes. Incluso muchos alemanes llegaron a la conclusión de que Kohl era estupendo, pero que 16 años eran demasiados ya. Yo no quería correr ese riesgo".
A pesar de esta retirada irrevocable, Stoiber trabaja intensamente en un programa llamado Baviera 2020 destinado a sentar las bases de futuro de todo el sistema educativo y de la investigación universitaria y científica en este land de 12,5 millones de habitantes, el segundo más poblado de Alemania. De algún modo, Stoiber confía en reinar después de morir políticamente, ya que no sólo va a influir en la elección de sus sucesores en la cancillería de Múnich (el actual ministro bávaro del Interior, Günther Beckstein) y como presidente de la CSU (el actual ministro bávaro de Economía, Edwin Huber), sino que aspira a dirigir desde la sombra los destinos de su amada Baviera.
Con sorna comenta Stoiber que tres años de oposición frente a 58 de Gobierno "ya fueron suficientes". La CSU se ha confundido de tal modo con el land más singular de Alemania que el fuerte regionalismo bávaro y los socialcristianos, integrantes ahora de la gran coalición que gobierna en Berlín, aparecen como sinónimos. "Únicamente una identificación enorme entre un partido y el electorado explica esta preponderancia absoluta de la CSU. Hay que reconocer que sintonizan con el alma bávara, al tiempo que han sabido adaptarse a los tiempos", comentan periodistas parlamentarios en Múnich.
La mayoría de bávaros se consideran antes bávaros que alemanes. Esta constatación sociológica es avalada también por el propio primer ministro, Edmund Stoiber. Ahora bien, el político de la CSU se apresura a matizar: "Ello no significa en modo alguno que nos sintamos separatistas". Declarado admirador del ex presidente de la Generalitat catalana Jordi Pujol, el primer ministro Stoiber indaga en la historia para recordar que la muy católica Baviera -otro rasgo distintivo en una Alemania muy mezclada entre distintas confesiones cristianas- fue un reino independiente entre 1802, cuando lo fundó Napoleón, y 1918, al final de la Primera Guerra Mundial.
Ahora bien, se llama sistema federal aquello que explica que un sentimiento regionalista tan arraigado, incluso con un dialecto muy marcado, no haya derivado en tentaciones independentistas. Los bávaros se dan por satisfechos con su amplia autonomía.
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