El coleccionista imaginario

El Museo Imaginario -decía justamente hace seis décadas el escritor André Malraux- aporta a todas las obras de arte que elige, si no la eternidad o la inmortalidad, al menos una enigmática liberación del tiempo. Ese mítico "museo imaginario" equivale quizá hoy a una colección ideal. Porque es al conocer y observar detenida y repetidamente una obra de arte cuando el espectador se apropia definitivamente de ella. La hace suya. Y la guarda para siempre.

Disponer de las grandes obras de arte de la historia para disfrutarlas de forma pausada e íntima es una aspiración que hoy día se puede cumplir casi perfectamente a través de un libro. La colección privada de pintura que ofrece a partir de mañana EL PAÍS es una oportunidad para familiarizarse con la vida y obra de 31 de los grandes maestros de la historia del arte. Son libros de mediano formato, de cuidada edición gráfica y textos de especialistas en cada uno de los autores, en los que se va trenzando el relato biográfico con los acontecimientos de cada momento y la gestación y realización de sus principales pinturas.

El primer libro, que sale mañana a la venta con EL PAÍS al precio de un euro, es el dedicado a Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828). El genial pintor aragonés aparece aquí retratado por Rose-Marie y Rainer Hagen como un hombre complejo y temperamental, cortesano y popular, amante de la compañía de las mujeres y solitario. Los autores del libro recorren sus mejores obras explicando al lector cómo y por qué se realizaron.

Los otros 30 libros de la colección aparecerán cada lunes y martes hasta el 31 de julio, al precio de 4,95 euros cada uno. Este lunes 23 aparece el dedicado a Claude Monet (1840-1926), "el pintor de la luz". El maestro del impresionismo descubrió el hechizo de las luces cambiantes del día sobre un mismo paisaje. En varias ocasiones pintó series de cuadros similares como ejercicio del impacto de la iluminación sobre las formas y los matices del color. Tanto era así, que terminó por construir sus jardines en Giverny a la medida de sus necesidades de artista.

La tercera entrega, el martes 24, corresponde al ídolo del pop-art, Andy Warhol (1928-1987). Deslumbrado por la fama de Marilyn y Elvis, de iconos mediáticos como Mao o Jackie Kennedy o de simples muestras del consumismo como las latas de sopas Campbell, Warhol cambió el foco de atención del arte aportando las técnicas de reproducción actuales a motivos que repetía como una forma de hacernos conscientes de la mercantilización extrema en la que vivimos.

La luz es esencial en la pintura. Altera y condiciona la percepción de los colores. De las sombras. Convierte una imagen en dramática, lúgubre, festiva, expansiva o íntima. Goya supo extraer de las sombras y los salones de los palacios a los personajes que los pueblan, con toda la fuerza de su carácter. Monet elevó a la pintura su fascinación por el paisaje y la naturaleza en perpetua metamorfosis. Warhol se dejó bañar por los flashes y el glamour, pero también quiso esparcir el olor a chamusquina de la silla eléctrica. Son los tres primeros maestros de esta colección particular a los que seguirán Velázquez, Hopper, Cézanne, Vermeer, Rothko, Rembrandt, Gauguin, Dalí, Caravaggio, Renoir, Rafael, Kandisnky, Boticcelli, Rivera, Van Gogh, Rubens, Botero, Manet, Modigliani, Frida Kahlo, Matisse, Picasso, Leonardo, Miró, Klimt, Miguel Ángel, El Greco y Basquiat.