La tormenta de los niños toreros
"Mi hijo es un superdotado del toreo", asegura el padre de Jairo Miguel, de 14 años, en estado crítico por una cogida en México
"Mi hijo es un superdotado del toreo. Tiene técnica, instinto y está aquí porque quiere. Me lo traje a México porque en España los niños no pueden torear hasta los 16 años. La idea era hacer tiempo aquí hasta que fuera lo suficientemente mayor, pero ahora no soy capaz de hablar de futuro". Antonio Sánchez Cáceres, matador de toros de los años 70, habla de su hijo Jairo Miguel, ingresado en un hospital de Aguascalientes con un pulmón perforado por un asta de toro. Jairo Miguel cumplió 14 años el pasado mes de marzo. El toro que le mantiene en estado crítico en el hospital desde el domingo pesaba 430 kilos.
Era la vigésimo quinta vez en su vida que se ponía delante de un toro. La del domingo era una corrida importante, inauguración de la feria de San Marcos en la plaza monumental de toros de Aguascalientes, la tercera del país. "Vi torear a Jairo el año pasado en México y daba miedo lo valiente que era. Impresiona mucho ver a un niño delante de un novillo de 450 kilos", recuerda el presidente de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia de México, Jorge de Haro. "El toreo, como el tenis, o todos los deportes, se aprende mejor de niño. Además, el toreo tiene que ser inconsciente. Un niño no es consciente del peligro o del riego. Cuanto más jóvenes, mejor toreros", añade.
Jairo Miguel tenía entonces 12 años. A esa edad encajó su primera cornada. Su padre recordaba ayer orgulloso el percance: "Fue el 15 de enero del año pasado. El toro le enganchó y le partió la muñeca. Mi hijo siguió toreando y se llevó el rabo. Luego se pasó dos meses sin poder torear".
En España, la ley prohibe torear a menores de 16 años, pero en el mundo del toro no todos están de acuerdo con esa limitación del mismo modo que no todos entienden la cornada de Jairo de la misma manera. Para Emiliano López, de la Escuela de Tauromaquia de Ciudad Real, ha sido "un accidente, cosas que pasan en el mundo del toro tengas 12, 14 o 35 años". José Conde, de la escuela Campo de Gibraltar en Algeciras (Cádiz) opina en cambio que "un niño de 14 años no debería estar delante de un toro" y Francisco Castañeda, director de otra escuela taurina en Cádiz zanja: "Esto nunca hubiera pasado en España".
Todos dicen haberse encontrado en algún momento con padres que les presionan para que sus hijos, menores de 16 años, toreen "de verdad". Emiliano López cree que, a veces pueden tener razón. "Lo de la edad es un camelo. Hay niños que con 17 no podrían torear nunca y otros que con 12 o 13 ya podrían hacerlo. Es como aprender a leer o echar los dientes, no todos los niños lo hacen a la vez. Debería cambiar la ley. En México funciona todo a lo loco y aquí son demasiado estrictos, deberían buscar un término medio".
Francisco Castañeda, de la escuela taurina de Cádiz, apoya el límite de edad que impone la legislación española: "Creo que con 16 años tienes toda la vida por delante para convertirte en una estrella si puedes serlo. No hay por qué ser tan precoz. Yo nunca animaría a un padre a llevarse a su hijo de 12 años a México".
Allí, el último torero-niño que ha vuelto locos a los aficionados se llama Rafita Mirabal y tiene 9 años. Fue descubierto también en Aguascalientes y ya se entrena para ser torero. De momento, está toreando en plazas a novillos de menos de dos años. Iñaki Negrete, de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia de México reconoce: "El toreo nunca deja de ser peligroso por mucho que se sepa y él es demasiado pequeño". En las fotografías, apenas levanta un palmo por encima de los cuernos de su rival, un animal infinitamente más fuerte.
El defensor del menor, Arturo Canalda, pone el grito en el cielo. "Estoy horrrizado. Me parece una barbaridad poner a un niño de 14 años delante de un animal que pesa 400 o 500 kilos. En España, el legislador fijó en 16 la edad mínima para poder torear y lo hizo teniendo en cuenta muchos parámetros: la corpulencia física, la madurez personal... pero incluso por sentido común. Que un padre busque una manera de escurrirse de la ley, se lleve a su hijo a torear a México y lo exponga a semejante riesgo me parece una irresponsabilidad. Hay que cambiar costumbres".
El padre de Jairo Miguel también lo intentó en México cuando era joven. Cacereño, tomó la alternativa en España y estuvo 15 años en México. Ahora se dedica a supervisar la carrera de su hijo. El presidente de la Asociación Mexicana de Criadores de Toros de Lida le conoció entonces, hace 30 años. "Vino a hacer fortuna y no le fue mal. Llegó a tener cierto nombre en México. Se fue después del terremoto de 1985. La casa donde vivía se derrumbó enterita. El había salido pronto y esa mañana, cuando regresó, ya no tenía casa. Yo creo que se fue a España del susto. Volvió hace un par de años con su hijo. La historia no es exactamente la misma. El niño lo va a tener más fácil porque le apoya la familia y es muy bueno", añade de Haro.
Desde el hospital de Aguascalientes, pendiente de cómo evoluciona el pulmón roto de su hijo, Antonio Sánchez Cáceres, trata de explicar por qué su hijo está donde está: "Su madre es cubana y al principio tampoco entendía muy bien lo de los toros, pero al final ha entendido como yo que es la pasión de Jairo, su vocación. Nadie le ha metido ese sueño en la cabeza. Ahora está inconsciente, pero cuando se despertó lo único que me dijo fue que qué pena le daba perderse la corrida que tenía este viernes", asegura.
Espartaco: "Me perdí la infancia"
Muchos toreros españoles han empezado su carrera en México. Desde Luis Miguel Dominguín hasta El Juli. A la edad en la que aquí empezaba el aprendizaje con las carretillas en las escuelas de tauromaquia, allí, en México, Colombia o Venezuela, participaban en sus primeras novilladas.Juan Antonio Ruiz Román, Espartaco, torero de Sevilla, se fue con su padre a torear por América del Sur, a los 14 años. "Nos fuimos porque aquí era imposible y allí te dejaban. Es cierto que perdí mi infancia y eso nunca se recupera. Pero lo hice por cumplir mi sueño, que era ser torero. Lo que peor llevaba era ver a los niños jugando y las Navidades lejos de casa", recuerda.Entrenaba mucho cada día - "me faltaban las horas"- y hoy está convencido de que la mentalidad de un niño que desea ser torero no es la mentalidad de un niño de 12, 13 o 14 años, como tenía él, sino la de "un hombre mayor".Volvió a España para tomar la alternativa a los 16 años y aquí continuó con su carrera. Su modo de pensar sobre los niños toreros, quizá porque entiende su profesión como un "sacrificio" y una "pasión" es algo contradictorio:"Pensar que un niño se puede morir en una plaza de toros es algo muy duro. Ojalá que Jairo Miguel salga bien. No quiero que mi hijo sea torero. No me gustaría que se perdiera la infancia como me la perdí yo, aunque si el día de mañana se empeña y es su sueño como fue el mío, le llevo al fin del mundo y a dónde haga falta para que lo cumpla".Daniel Luque lleva dos años en España desde que regresó de México. Se fue con 13 años y volvió con 16, el mínimo para torear en España. Ahora tiene 18 y no se arrepiente. "Los toros me pegaron alguna que otra voltereta, y entrenaba unas seis horas al día, pero hacía lo que quería hacer".
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