Estampida en Zimbabue
El país con la inflación más alta del mundo ha sufrido el éxodo de un cuarto de su población
Con una inflación de más del 1.728%, la más alta del mundo, un 80% de desempleo y la conversión de Zimbabue en un Estado policial, Peter (que oculta su apellido porque acaba de llegar a Suráfrica de forma ilegal huyendo de la represión política del partido único del presidente Robert Mugabe) se ha unido a los más de tres millones y medio de sus compatriotas, una cuarta parte de la población, que viven en Suráfrica, Namibia, Botsuana o el Reino Unido, y cuyas regulares transferencias de dinero son la tabla de salvación de la mayoría de los ciudadanos, con un salario medio que no llega a 10 euros.
"La gente no puede vivir de sus salarios y los que dependen de familiares en el extranjero para llegar a fin de mes somos todos: blancos y negros, todos", recalca Eddie Cross, consejero económico del principal partido en la oposición, Movimiento para el Cambio Democrático (MDC). "Calculamos que al año llegan 180 millones de dólares estadounidenses [133 millones de euros]. Se ha convertido en la principal fuente de divisas, desbancando al turismo, al comercio. Con que alguien reciba 70 euros del extranjero vive un mes razonablemente".
Aquellos que reciben salario del Estado, funcionarios, profesores, médicos, "todos se dedican al pluriempleo: los médicos tienen consultas privadas, los profesores tienen trabajos por la tarde o investigan para instituciones foráneas, a veces en detrimento del servicio público".
16 euros al mes
Profesores y médicos han recurrido en los últimos meses a sonoras huelgas para conseguir aumentos en unos salarios que apenas les daba para 10 barras de pan o siete latas de judías. Los profesores cobran alrededor de 400.000 dólares de Zimbabue (poco más de 16 euros) cuando se calcula que una cifra menor de los 351.000 dólares sitúa a una familia de cinco por debajo del umbral de pobreza. Los médicos cobran entre 44 y 80 euros. No es de extrañar que los profesionales hayan sido de los primeros en abandonar el país, "hay muchísimos profesores e ingenieros en Suráfrica", dice Leo Makina, zimbabuense afincado en Ciudad del Cabo que trabaja en la protección de refugiados.
"La gente podía sobrevivir hace 10 años, ahora ya no. Y es la salud pública la que se resiente. Con los precios disparados, no se puede comprar medicinas, ni siquiera gafas. Si tienen a un familiar en Suráfrica, lo encargan todo aquí", añade Makina. "Los precios de los hospitales han subido, se recurre a los sangoma (médicos tradicionales), pero sus tasas se han disparado también.
Incluso la atención domiciliaria es difícil porque no hay guantes de látex. "Eso, en un país con una tasa elevada de sida", explica Peter. Más de un millón y medio de los 13 millones de habitantes del país es seropositivo. De ellos, sólo 65.000 reciben su medicación del Estado. El resto está abocado a acudir a las farmacias. Los retrovirales, de acuerdo con la organización Red de Zimbabue de Apoyo a la Población con VIH-sida, han pasado de costar al mes 80.000 dólares locales (2,3 euros) a 300.000 (8,6 euros).
Peter reconoce que gran parte del 80% del desempleo es voluntario, "los precios del transporte se han disparado por el precio de la gasolina, que es escasa. Ir a trabajar no merece la pena".
Hasta el pasado año, cuando el Banco Central decidió emitir billetes de mil dólares, había que ir a la compra con bolsas cargadas de notas bancarias y cajas de zapatos llenas de billetes para adquirir tan sólo uno o dos productos. Ahora, con una inflación de más de 1.700% los fajos de billetes o "ladrillos" siguen siendo normales.
La inflación inició su despegue imparable en 2006 con la decisión del Gobierno de imprimir 170 millones de euros para responder a pagos de deuda exterior. En abril de 2006 llegó al 1.000%. El Fondo Monetario Internacional calcula que a finales de año la inflación podría llegar al 4.000%. Con la economía en caída libre, "nadie compra nada que no sea realmente imprescindible, ni muebles, ni zapatos, ni ropa", dice Eddie Cross. Y entre los objetos convertidos por la inflación en lujosos (son importados) se encuentran las compresas y tampones.
"Las mujeres están usando periódicos, trapos, incluso cortezas de árbol porque no pueden permitirse los productos sanitarios. Si el salario medio se sitúa entre 10 y 18 euros, un paquete de 10 compresas cuesta 8 euros. Si lo compras no llegas a mediados de mes", explica Thabitha Khumalo, una sindicalista que en 2000 decidió iniciar la colecta de compresas y tampones para sus compañeras.
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