Ocultación de pruebas
La atroz matanza de Srebrenica, en la que fueron asesinados en 1995 ocho millares de musulmanes bosnios varones, fue declarado un genocidio en febrero pasado por el Tribunal Internacional de Justicia, con sede en La Haya y que juzga casos entre Estados, que consideró, sin embargo, que tal crimen no se podía imputar directamente a Serbia, como pretendía Bosnia. El tribunal no encontró entonces pruebas de "dirección" o "control efectivo" por parte del Ejército serbio o de los paramilitares serbobosnios. Lo más objetable es que el tribunal sentenció sin llegar a ver los documentos integrales que Belgrado había depositado en el Tribunal Internacional para la Antigua Yugoslavia, también en La Haya, que aceptó censurarlos.
Serbia no es el único país que, en nombre de la seguridad nacional, pidió que los documentos se censuraran ante estos tribunales internacionales, aunque la fiscal Del Ponte no debía haberlo permitido. También lo hizo EE UU con fotos por satélite y otras informaciones que han contribuido a estas condenas. Pero Belgrado se aseguró así que no pudiera ser condenado como Estado responsable por las atrocidades cometidas, pese a que sí se admitió que Srebrenica fue un genocidio y que los serbobosnios recibieron un "apoyo sustancial" de Belgrado, pero no que actuaron como agentes de Serbia. El hecho de que el Tribunal Internacional de Justicia no solicitara la integridad de aquellos documentos que conocía directamente a Belgrado arroja un serio borrón sobre su credibilidad.
Bosnia perdió así la posibilidad de cuantiosas indemnizaciones por esa matanza. A pesar de ello, en crímenes de genocidio o similares, es preferible la responsabilidad individual a la colectiva y anónima de un Estado. Son un primer paso, en este sentido, las primeras condenas ayer, de 5 a 20 años, por el Tribunal Serbio de Crímenes de Guerra, de cuatro paramilitares del tristemente famoso grupo de Los Escorpiones (en el que también hubo croatas, uno de los cuales ya fue condenado en su país) por el asesinato, grabado en vídeo, de seis jóvenes bosnios musulmanes en 1995 en Trvno. Los imputados, según la juez que los ha condenado, no han mostrado remordimiento alguno.
La labor de esta corte serbia viene finalmente a completar la del Tribunal Internacional para la Antigua Yugoslavia, que ha dictado sentencias importantes, aunque Slobodan Milosevic no llegara a ver la suya, pues falleció antes en la cárcel en La Haya. Indica que la propia Serbia ha comenzado a afrontar por sí misma su turbio pasado. Pero mientras ni serbios ni serbobosnios entreguen a La Haya, o los juzgue ella misma, a los grandes criminales de Srebrenica, Ratko Mladic y Radovan Karadzic, el país no se normalizará ni podrá aspirar a relaciones constructivas con la Unión Europea.
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