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Columna
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Matar para vivir

Josep Ramoneda

Todos los que han intentado negociar con ETA -gobiernos y partidos- se han sentido en algún momento desconcertados porque la lógica de los intereses que guía las negociaciones normales entre instituciones y partidos no siempre funciona con los terroristas. El Gobierno pensó que para ETA era tan importante que Batasuna se pudiera presentar a las elecciones -por presencia política, por poder institucional, por dinero- que para conseguirlo estaría dispuesta a dar los pasos suficientes como para poder vestir decorosamente el muñeco. Una vez más ha resultado que a ETA le importa ETA y no Batasuna, que no es más que una franquicia al servicio de los terroristas, y que ETA sigue considerando, a pesar de todas las evidencias, que no ha llegado su hora y que quiere seguir viviendo. Y naturalmente ETA sólo tiene una manera de vivir: matar. Sin la amenaza de la violencia sencillamente no existiría, aun en el caso de que no desapareciera formalmente.

Con el cambio de situación penitenciaria de De Juana Chaos, probablemente el Gobierno ha evitado que ETA asesinara

Desde hace varias semanas se esperaba algún comunicado de ETA. Las primeras señales dieron pábulo a versiones ilusas que ahora se ha visto que no tenían nada que ver con la realidad. A medida que pasaban los días y el comunicado no llegaba se iban desvaneciendo las hipótesis optimistas. El comunicado ha llegado en fecha señalada, en forma de una entrevista confusa y llena de retórica en el diario Gara. En un ejercicio insulso de palo y zanahoria, ETA dice una sola cosa importante: "que siguen vigentes las razones para utilizar la lucha armada". Y la concreta advirtiendo de que si Batasuna no se puede presentar a las municipales "ETA lo tomará muy en cuenta". O sea, el retorno a los atentados tiene fecha, salvo que la policía lo impida y los comandos sigan cayendo antes de cometer sus fechorías, como ha ocurrido a menudo, en las últimas legislaturas, tanto con el PSOE como con el PP.

Es muy difícil que una organización terrorista que no tiene que dar cuenta de sus resultados decida dejarlo simple y llanamente. Pero ETA tenía maneras de facilitar que Batasuna estuviera en las urnas. Ha preferido que no esté y que le sirva de coartada para recuperar su capacidad de amenaza, con lo cual hay poco que contar. Léase como se quiera, pero la entrevista de Gara confirma que el proceso actual de fin de la violencia se ha terminado por decisión de ETA, como ya había quedado claro en el atentado de la T-4. Por mucho que ETA diga que aquello sólo fue una advertencia, la apelación a las armas deja las cosas muy claras: ETA no ha decidido dejarlo. Y sin esta decisión todo lo demás sobra. Con lo que al Gobierno no le queda otro remedio que endurecer su posición, impedir por todos los medios legales que Batasuna se presente a las elecciones y preparar a la ciudadanía ante la posibilidad de un próximo atentado.

Paradójicamente, la intransigencia de ETA deja al PP sin gasolina para su estrategia de oposición. ETA se cierra en banda, Zapatero, obviamente, abandona cualquier veleidad contemporizadora. El Gobierno reitera lo que ha dicho desde el primer momento: o Batasuna cumple con la ley de partidos o Batasuna no va a las elecciones. Con lo cual todos los procesos de intenciones que el PP ha hecho a Zapatero atribuyéndole supuestos compromisos con ETA son papel mojado. Y con ellos queda ahogado el intento de cazar en falso a Zapatero en su política antiterrorista. La perorata del inefable Acebes -fatua repetición eterna de lo mismo- pidiendo a Zapatero que diga lo que ya ha dicho mil veces constata la desorientación. ¿Qué quiere el PP? ¿Que, ante un comunicado de ETA, Zapatero se arrodille ante Rajoy diciendo que lo ha hecho muy mal? Al PP sólo le queda decir que él ya avisó, que este proceso sólo podía acabar así. Triste consuelo cara a una opinión pública deseosa de que esta pesadilla acabe de una vez. El fracaso del proceso no es una buena noticia para nadie, ni siquiera para el PP. La nueva amenaza de ETA llega cuando el proceso estaba ya totalmente deshilachado. La ciudadanía ya empieza a tener amortizada esta nueva frustración.

Y, sin embargo, ¿estamos como después de la tregua de Lizarra? No. Estamos significativamente mejor. Esta vez el PNV está del lado del Gobierno sin equívoco alguno. Y la capacidad de ETA -más después del desmantelamiento del nuevo comando Donosti- está muy por debajo. La contundencia de Josu Jon Imaz e incluso del propio lehendakari es el aspecto más positivo de esta coyuntura. "Que se olviden de nosotros. Ya hemos aguantado demasiado". Cierto que esta expresión de Imaz puede prestarse a alguna ironía: han tenido mucha paciencia, demasiada. Pero es cierto también que en la anterior tregua el PNV se dejó arrastrar al frente nacionalista por Batasuna y ETA y que en ésta, sin embargo, han estado siempre cerrando filas con el Gobierno. Los que se niegan a aceptar cualquier diferencia entre ETA-Batasuna y el nacionalismo democrático dirán que el giro del PNV es táctico, fruto de la debilidad de la organización terrorista. Ojalá fuera cierto. Significaría que ETA está realmente en tiempo de descuento.

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Hay razones para temer que la próxima declaración de ETA sea en la campaña electoral de las municipales y lo haga en forma de atentado. La pequeña historia de la organización terrrorista abona esta idea. Así lo hizo después de la tregua de Lizarra. A las fuerzas de seguridad del Estado corresponde evitarlo. Estos últimos cuatro años hemos vivido el periodo con menos atentados de la historia de ETA. La ciudadanía, especialmente la vasca, se había acostumbrado a eso. Cada vez le será más difícil a ETA explicar a los suyos por qué vuelve a matar. ETA está más deslegitimada que nunca. Por mucho que diga el Partido Popular.

Es obligación de los gobiernos garantizar la seguridad de las personas. Es duro pensar que probablemente alguien será asesinado en las próximas semanas. El Gobierno, sin violar en lo más mínimo la legalidad, con el cambio de situación penitenciaria de De Juana Chaos, probablemente evitó que ETA asesinara. Y a mí me parece irreprochable desde el punto de vista de evitar un mal mayor. Ahora, no. Ahora no hay margen. Ya no caben soluciones imaginativas. Al chantaje de ETA -o Batasuna va a las elecciones o asesinamos- sólo cabe oponer la ley. Y la ley significa obligar a Batasuna a cumplirla y activar al máximo las fuerzas de seguridad para evitar el atentado.

Queda una sensación muy amarga: que haya tenido que fracasar el proceso de paz para que se pueda, quizá, recomponer la unidad de los grandes partidos en la lucha contra el terrorismo. Zapatero no supo atraer al PP. Y el PP no quiso. Sería obsceno que el PP planteara ahora este fracaso como una victoria.

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