Para la enseñanza de las lenguas
En estos días se debate la propuesta del cambio de ordenación de la enseñanza en modelos lingüísticos presentada por el consejero de Educación en el Parlamento vasco. Aunque faltan precisiones para un análisis completo, destacan dos bases de la propuesta. La primera es que, al finalizar la enseñanza obligatoria, todos los alumnos y alumnas habrán de alcanzar, en euskera y en castellano, en pie de igualdad, la competencia de nivel avanzado. Se supera la menor exigencia en euskera de las leyes de Normalización del Euskera de 1982 y de la Escuela Pública Vasca de 1993, en las que sólo se exigía la competencia para la comunicación interpersonal, mientras que ahora se pretende que puedan utilizarlas ambas lenguas también en el aprendizaje y la cultura. La segunda es que, para dar respuesta a un alumnado diverso en origen, en lugar de distribuirlo por modelos, cada centro escolar defina su Proyecto lingüístico, adecuado a las características del entorno y del alumnado para que todos alcancen el objetivo común y obligatorio.
Un sueño de estas características no puede asentarse en un simple voluntarismo, sino que precisa un plan
Muchos han considerado acertadas estas bases y nadie las ha rechazado de plano, pero bastantes, por diferentes razones, ponen en duda su viabilidad a corto e incluso a medio plazo. Así, la propuesta tiene las características de un sueño, en el sentido que se da a este término en las organizaciones actuales, ya que se dibuja un nuevo panorama que hoy se ve lejano -en cierto modo, utópico-, pero que responde al sentir profundo de la sociedad vasca. Sólo cuando este sueño alcance el impulso suficiente será la fuerza tractora que concite a todos los sectores implicados en convertirlo en realidad.
Un sueño de estas características no puede asentarse en un simple voluntarismo, sino que precisa un Plan, en el que, además de formular los objetivos finales, se diseñen las estrategias que se van a impulsar, las fases sucesivas del proceso con los objetivos parciales que se han de ir alcanzando y los centros que se van implicando y los cambios precisos en su Proyecto Educativo, en su organización y funcionamiento y en sus planteamientos didácticos. Sólo cuando se haya hecho el recorrido completo con éxito, se podrá establecer por ley un nivel lingüístico exigible a todo el alumnado y se podrán conocer las condiciones, recursos y didácticas precisas para lograrlo.
Deben tenerse en cuenta algunas cautelas.
Primera: en la enseñanza obligatoria, por su carácter básico y finalista, no pueden imponerse niveles que sólo se justifiquen por los estudios posteriores. Si el nivel avanzado es conveniente y aun necesario para cursar el Bachillerato, quizás no lo sea para los estudios profesiones de grado medio o para quienes opten por abandonar los estudios escolares.
Segunda: corresponde al profesorado evaluar los aprendizajes del alumnado, por lo que los criterios de evaluación no pueden ser rígidos y uniformes, sino que han de permitir un margen en su aplicación ante la multiplicidad de procesos que los alumnos pueden desarrollar, así como en su exigencia de que vayan desde la suficiencia hasta la excelencia.
Tercera: resulta inútil para la mejora del aprendizaje del euskera la evaluación de todos los alumnos con la misma prueba, en el mismo día y a la misma hora, en 6º de Primaria y en 4º de ESO, ya que en ese momento sólo se puede constatar el nivel alcanzado. Más aún cuando, por mandato de la Ley Orgánica de Educación, se va a realizar una evaluación de todas las áreas en 4º de Primaria y 2º de la ESO, momento en que aún se puede ajustar el trabajo de los dos cursos que restan para acabar la etapa
Este Plan habrá de ser necesariamente complejo, dadas las diferentes situaciones sociolingüísticas del alumnado y la diferente percepción del valor de las lenguas y la diversidad de agentes responsables de que llegue a buen término. En el ámbito escolar, hay un campo muy amplio para avanzar a partir de lo aprendido en veinticinco años de enseñanza bilingüe y plurilingüe, impulsando programas innovadores basados en las investigaciones y experiencias más fiables, que han de ser contrastados en una evaluación realizada con criterios de calidad y viabilidad. Para que el euskera no se reduzca a ser una lengua escolar y ampliar los ámbitos de uso, además de los proyectos de normalización lingüística que llevan a cabo muchos centros, se precisa la implicación de otras instancias (administraciones, medios de comunicación, servicios públicos y servicios abiertos al público...) para que cada vez el uso del euskera esté más presente en la vida social y la cultura colectiva.
El Plan no debiera centrarse sólo en el euskera, aunque se le deba prestar una especial atención. Primero, porque hay unas competencias generales que se adquieren y desarrollan en todas las lenguas y es muy conveniente aprovechar las sinergias de las tres lenguas que estudia el alumnado en beneficio de todas ellas, tal como se hace en los programas de enseñanza integrada de las lenguas que están experimentando algunos centros. Segundo, porque nos encontramos en un momento de cambio en el uso de las lenguas, por la irrupción de los medios tecnológicos, como la televisión, Internet y los teléfonos móviles, que están suponiendo nuevas dificultades para interesar a los chicos y chicas en la lectura y un empobrecimiento en las formas de expresión, al tiempo que crece la comunicación rápida verbal y escrita, con nuevos códigos, y se amplían las posibilidades de acceder a la información. Tercero, porque se constatan bajos niveles de competencia no sólo en euskera, como se ha comprobado en la reciente evaluación realizada por el Instituto Vasco de Evaluación, sino también en castellano, en el que hay una excesiva complacencia porque el alumnado vasco haya obtenido resultados similares e incluso mejores a la media estatal, sin referencia a unos estándares de calidad, a los que, con seguridad, tampoco llegaría un buen porcentaje del alumnado.
Por último, no parece procedente que los cambios en la enseñanza de las lenguas se realicen antes y al margen de la regulación del sistema educativo vasco prometida en el Programa de Gobierno. Cualquier avance en estos aprendizajes sólo es posible en unos centros escolares dinámicos, dentro de un sistema educativo bien estructurado que imparta una enseñanza de calidad.
Luis Otano Garde es ex director del Instituto de Desarrollo Curricular y Formación del Prefesorado del País Vasco.
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