Desencadenando melodías
Los frutos artísticos de la política musical francesa aplicada al barroco fuera de las grandes poblaciones se han podido comprobar durante este mes de marzo en Madrid. Con obras de Monteverdi, Bach y Händel han actuado en la capital Les Arts Florissants, Les Musiciens du Louvre y, anteayer en el Real, Les Talens Lyriques. La calidad de todos ellos está fuera de dudas, y más si vienen con sus directores titulares. Justifica la tendencia actual de interpretar el barroco con grupos especializados e instrumentos de época. Rousset es quizás el director más francés de los tres, o el más racionalista. Se apoya sobre todo en el sonido de la magnífica sección de cuerda de su orquesta. No se desmelena, tiene sentido de la organización. Un grupo como Les Talens Lyriques, a sus órdenes, garantiza una atmósfera adecuada en el acercamiento händeliano. Así fue.
Ariodante
Ópera de Haendel en versión de concierto. Les Talens Lyriques. Director musical: Christophe Rousset. Con Caitlin Hulcup, Sabina Puértolas, Olivier Lallouette, Vivica Genaux, Jaël Azzaretti, Topi Lehtipuu y Nicolas Maire. Teatro Real, Madrid, 29 de marzo.
El Real presentó una ópera en versión de concierto, es decir, sin escena. Se podía haber intensificado la dimensión teatral, pero sólo en el tercer acto se intentó, y fue el que mejor salió. Al concierto le faltó un poco de chispa hasta entonces. Los cantantes estaban bien en su dimensión musical, aunque excesivamente contenidos. La música de Händel es un río melódico que hay que navegar con una entrega emocional sin red. Los aplausos de reconocimiento surgían más cuando la emoción aparecía que como resultado de la mayor perfección técnica. Había tres sustituciones sobre el programa inicialmente anunciado y eso pudo influir (en una semana han cancelado en el Real dos figuras de primer orden como Angelika Kirchschlager, anteayer, y Christine Schaefer, el sábado). La interpretación fue a más y en su resultado global se impusieron el empuje de Caitlin Hulcup como Ronaldo, el voluntarismo y entrega de Sabina Puértolas como Ginebra, el empaque y la clase de Vivica Genaux como Polinesso o la frescura de Topi Lehtipuu como Lurcanio. Händel volvió a imponer la ley del placer.
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