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Reportaje:

Hijos de Marx y Freud

Londres exhibe la influencia del surrealismo en el diseño del siglo XX

El surrealismo es hijo legítimo de la ideología de Carlos Marx y el psicoanálisis de Sigmund Freud. Nacido en Francia entre las décadas de 1920 y 1930, se funda en la fascinación por lo extraño, lo incongruente y lo irracional. Aunque predica un pensamiento revolucionario, es, ante todo, una forma de vida con propuestas estilísticas que parecen pensadas directamente para el mundo del espectáculo.

Los más conocidos iconos del diseño del siglo XX están inspirados en la estética surrealista. El Victoria & Albert Museum de Londres (www.vam.ac.uk) acaba de inaugurar su gran exposición de primavera: Surrealismo y diseño, en la que a través de 300 obras se detalla la influencia del surrealismo en el mundo del diseño. Los objetos de uso cotidiano, el teatro, la escenografía, la moda, el cine, la arquitectura o la publicidad muestran la fantasía con la que fueron concebidos por los surrealistas. La comercialización pura y dura del arte queda aquí expuesta en toda su crudeza.

La comisaria de la muestra, Ghislaine Wood, contó durante la presentación de la exposición -que estará abierta hasta el próximo 22 de julio- que su intención ha sido mostrar cómo el movimiento surrealista constituyó la semilla de la que han brotado la mayor parte de los objetos más sorprendentes e impactantes del siglo pasado. Considera que el surrealismo es el responsable del cambio, revolucionario, que experimentó el lenguaje del diseño desde las primeras décadas del siglo XX. Las piezas expuestas, muchas de ellas nunca vistas, proceden de museos y colecciones particulares de todo el mundo.

Son obras firmadas por artistas y diseñadores ya activos antes de 1939 y sigue sus carreras en el periodo de posguerra. Entre los nombres más conocidos se encuentran Salvador Dalí, René Magritte, Elsa Schiaparelli, Marcel Duchamp, Óscar Domínguez, Meret Oppenheim, Man Ray, Alberto Giacometti, Jean Arp, Joan Miró, Giorgio de Chirico, Isamu Noguchi, Eileen Agar, Jean Michel Frank, Frederick Kiesler y Max Ernst.

La exposición está dividida en seis secciones temáticas: la protesta; el ballet; el surrealismo y el objeto; el interior ilusorio; la naturaleza crea rarezas y cuerpo y sueño. Cada uno de estos apartados está arropado por textos y proyecciones que recuerdan el contexto histórico del movimiento, con la reconstrucción de ex-posiciones y acontecimientos de aquellos años.

La pieza estrella de la exposición, reproducida profusamente desde la entrada del museo, es la butaca Labios de Mae West, de Salvador Dalí. Dos gigantescas cortinas de terciopelo sirven de telón teatral para desfilar por un mundo tenuemente iluminado en el que objetos preciosos y cachivaches absurdos conviven bajo el epígrafe de obra de arte. La firma de Dalí reaparece una y otra vez en cada uno de los apartados. Es, sin duda, la máxima estrella de la versión más popular y comercial del movimiento surrealista.

Puede que la parte más sorprendente sea la dedicada a los artistas surrealistas que trabajaron para los ballets rusos entre los años veinte y los años treinta. Aquí se reproducen vestidos diseñados por Giorgio de Chirico sobre maniquíes mecánicos junto a la proyección de escenas de espectáculos creados por Serge Diaghilev.

Entre las joyas creadas por los surrealistas destacan la pulsera de piel de Meret Oppenheim y los múltiples broches firmados por Dalí, como Labios de rubí.

El universo de la moda está representado por la diseñadora Elsa Schiaparelli con vestidos como los titulados Lágrima y Esqueleto. Y, además, la botella de su perfume Schocking diseñada por Leonor Fini, junto a numerosas portadas de revistas de moda.

Modelo sentada en la carretilla de Óscar Domínguez, fotografiada por Man Ray.
Modelo sentada en la carretilla de Óscar Domínguez, fotografiada por Man Ray.MAN RAY TRUSTADAGP
<i>Labios de rubí,</i> <b>broche diseñado por Dalí.
Labios de rubí, broche diseñado por Dalí.DALÍ / MAN RAY TRUSTADAGP
</b><i>Maniquí,</i> de Man Ray.
Maniquí, de Man Ray.
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