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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ridículo

La subasta soberanista desencadenada anteayer en el Parlamento catalán acabó ayer en la nada. Iniciada por Esquerra con una moción que postulaba un referéndum de autodeterminación si el Tribunal Constitucional acaba recortando el vigente Estatuto, la puja fue insólitamente aumentada por CiU. La pugna entre ambos nacionalismos arruinó sus propuestas. Tanto empeño estéril acabó disolviéndose en el ridículo.

Esquerra, atenazada por parte de sus bases, que no asumen su condición de partido de Gobierno, escocida por la erosión a que la somete CiU afeándole su escaso fervor catalanista y angustiada por algunas encuestas, lanzó una maniobra táctica de vuelo ramplón. Primero prometió cambiar de bando y ofrecer a Artur Mas la presidencia de la Generalitat si éste se comprometía a convocar un referéndum (ilegal) de autodeterminación en la hipótesis de un recorte futuro del Estatuto: esa pulsión por poner la venda antes de la herida, tan propia de los políticos inmaduros. Luego decayó el envite, una vez el presidente Montilla exigió la debida lealtad a sus socios republicanos y el secretario general de CiU, Josep Antoni Duran Lleida, calificó certeramente la iniciativa de "broma". Pero ERC reanudó la opereta referendaria, esta vez eliminando la oferta presidencial a Mas.

Lo insólito es que CiU cayera en la tentación de desmentir su historial de coalición moderada y responsable y concurriera a la subasta nacionalista. Primero con una moción de "no renuncia" al derecho de autodeterminación. Luego, con una esotérica transaccional que aludía a la convocatoria de un referéndum "para decidir sobre la constitución de un Estado propio". El grupo de Artur Mas doblaba así la frivolidad republicana en un gesto que Pujol jamás se habría permitido y que contradice frontalmente las tesis de Duran en su reciente y sugerente libro sobre las "dos Españas".

Todo acabó en fuegos artificiales, merced a la inquina mutua de convergentes y republicanos y a la poco expresiva pero contundente seriedad del presidente. Es apenas lo único que se salva de esta falsa crisis. ERC logra con ella erosionar el capital de coherencia que empezaba a acumular el Ejecutivo de Entesa, sin cubrir ninguno de sus objetivos tacticistas; CiU pierde fuelle como aspirante a relevar a los republicanos, mediante una coalición sociovergente, alternativa a la actual. Los diputados se alejan aún más de los ciudadanos. Y Cataluña vuelve a tomar forma caricaturesca por culpa de quienes más retórica dedican a ensalzarla.

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