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Crónica:CRÓNICA DE PARÍS
Crónica
Texto informativo con interpretación

Maneras de ser francés

Un tipo con gorra a cuadros o boina, el cigarrillo milagrosamente pegado al labio inferior, la baguette bajo el brazo y siempre dispuesto a discutir o a declararse en huelga. Cita los mejores poetas para elogiar un salchichón. En los viejos filmes de Hollywood habla el inglés con el acento de Maurice Chevalier. Es el francés del tópico.

Sin duda, Nicolas Sarkozy no ve así a sus compatriotas pero es incapaz de describírnoslos. Pero, si es elegido presidente, quiere crear un "ministerio de la inmigración y la identidad nacional". La "identidad nacional" también preocupa a la candidata socialista, Ségolène Royal, que ahora canta La Marsellesa al final de cada mitin y propone que todas las casas tengan una bandera tricolor que colgar en el balcón los días señalados. ¡Feliz país en el que la bandera no ha sido propiedad de estancos o cuarteles, en el que no se asocia a una mitad de la población en armas contra la otra mitad!

Mezclar "inmigración" e "identidad nacional" no es inocente. Tampoco lo es reclamar el uso colectivo de los símbolos patrióticos. En el primer caso nos acercamos a la lógica de razonamiento del Front National; en el segundo pretendemos arrebatarles a los ultraderechistas el monopolio del patriotismo. De la nación. Que en Francia toma forma de república.

Hay muchos tipos de inmigración. En París, un sueco, un alemán o un español no es un "inmigrante". Sin duda, es un "extranjero", pero no un "inmigrante". No se supone que esté ahí huyendo de la miseria, de la dictadura o de la inquisición. Un senegalés, un marroquí o un turco, si no baja de un coche con placa diplomática, sí es un "inmigrante".

Lo de la "identidad nacional" es más complejo. ¿Basta con la tricolor y el himno? ¿Hay que ser blanco y católico? Hace poco más de doscientos años, las dos últimas características eran compartidas por la mayoría de quienes eran súbditos de Luis XVI. Hoy no. En su día, el país se fue a reforzar su "identidad" conquistando colonias. Las victorias y las nuevas posesiones mejoraron la imagen del francés en su espejo, pero ahora los hijos y nietos de los colonizados llegan a la metrópoli y oscurecen esa piel de mantequilla y cebolla.

Para el historiador Pierre Nora hay distintos factores que explican la crisis de la "identidad nacional": de entrada, la pérdida de peso del país desde que se quedó sin imperio. Luego, la evolución de los parámetros que fijaban la soberanía: fronteras, moneda, servicio militar. Y pesan los traspasos de poderes: hacia Bruselas y hacia las regiones. Por fin, Nora descubre que "quizás el principal factor de esa crisis sea la paz".

La Francia moderna, su unidad, esa comunidad que se reconoce en un pasado, se cimentó en millones de muertos. El historiador Jules Michelet decía: "Querer a los muertos es mi forma de inmortalidad". Sarkozy ni quiere ni puede declarar guerras y llenar cementerios. Piensa que le basta con un ministerio para defender la "identidad francesa". Según él, hay valores no negociables: "La laicidad, la igualdad entre hombre y mujer, la república y la democracia". Son valores que, con pequeñas variaciones, también valen para Alemania, Australia, Argentina o África del Sur, por no salir de los países que empiezan con A. Vamos, que los valores supuestamente identitarios Francia los comparte con otras muchas naciones. Sarkozy es novato en cuestiones culturales. Nunca le había interesado, pero quienes ahora le escriben se los llenan de citas: de Jean Jaurés, Martin Luther King, Leon Blum o poetas que nunca ha leído. Ahora se ha enamorado de la lengua y afirma que "ser francés significa hablar y escribir en francés". Como muchos belgas. Y suizos. Y senegaleses. Y argelinos.

Los ministerios que se ocupan de intangibles o de valores cambiantes no tienen razón de ser. Excepto en las dictaduras, que lo petrifican todo, que pretenden detener la historia, que la historia se fije cuando en nuestras fronteras nunca se ponía el sol. Sarkozy -y no es el único en esa posición- debiera leerse los discursos antes de pronunciarlos. Y pensárselo. A su identidad sí le iría bien.

Desalojo policial  de una casa ocupada por inmigrantes en París.
Desalojo policial de una casa ocupada por inmigrantes en París.REUTERS
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