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Cuatro años en el otro Guantánamo

El 5 de marzo pasado, varios presos de la cárcel cubana conocida como Kilo 8 iniciaron una huelga de hambre. Entre ellos, Juan Carlos Herrera Acosta y José Daniel Ferrer, prisioneros de la "Primavera Cubana". Otros presos políticos también en huelga son Leoncio Rodríguez Ponce, Lamberto Hernández Planas y Nelson Vázquez Lima. Ninguno de ellos ha aceptado alimentos desde entonces, y todos estuvieron de acuerdo en continuar su huelga hasta el lunes 19 de marzo para conmemorar el cuarto aniversario de aquella ola represiva.

En los días previos a la primavera de 2003, Estados Unidos y su coalición de aliados iniciaron la invasión de Irak. Amparándose en la humareda de las primeras batallas que atrajeron la atención del mundo entero, las fuerzas de seguridad cubanas se lanzaron al asalto de las familias indefensas, entrando por la fuerza en sus hogares y en muchos casos maltratando a las mujeres, a los niños y a los ancianos. Sin pérdida de tiempo se celebraron juicios sumarios y se dictaron sentencias, algunas de las cuales condenaban hasta a 28 años de cárcel.

Los prisioneros de la "Primavera Cubana" fueron dispersados por distintas cárceles de todo el país, desde Pinar del Río, en la parte occidental de la isla, hasta otra conocida por sus condiciones de vida infrahumanas, la prisión de Guantánamo. Y no me estoy refiriendo a los presos de diferentes nacionalidades que Estados Unidos mantiene confinados y sin juicio desde hace meses en la base naval de la Bahía de Guantánamo, en una situación que considero injusta y que se ha convertido con toda razón en un escándalo internacional. Me estoy refiriendo al otro Guantánamo, que es un verdadero escándalo que no se haya convertido ya en un escándalo.

Este Guantánamo está repartido por las diferentes prisiones de la provincia de Guantánamo y a lo largo y ancho de Cuba, incluida la Isla de los Pinos. La comida de campo de concentración y la carencia de agua, la falta de higiene y la superpo-blación, y las condiciones y el trato infrahumanos son comunes a todas ellas. La salud de casi todos los prisioneros cubanos, y no sólo la de los confinados de la "Primavera Cubana", se ha deteriorado y muchos sufrirán las consecuencias durante toda su vida. Algunos activistas políticos pacifistas, como es el caso de Francisco Chaviano, llevan en la cárcel más de diez años.

A partir de este domingo, los arrestados en los incidentes de la "Primavera Cubana" cumplirán cuatro años de injusta sentencia. No importa que hayan sido condenados a causa de juicios arbitrarios y falsos y de leyes que se les aplicaron ilegalmente. No hay más que leer los relatos oficiales de los juicios sumarios para darse cuenta de que las razones por las que fueron condenadas estas personas no tienen nada que ver por los cargos que se les imputan.

Desgraciadamente, cada vez hay una tendencia más acusada a hablar sólo de los sufrimientos de estos presos sin hacer referencia en absoluto, en primer lugar, a cómo fueron encarcelados, como si fueran víctimas de la mala suerte y no de un régimen que utiliza la fuerza injustamente.

El mundo tiene que saber que fueron enviados a prisión por defender y promover pacíficamente los derechos humanos. Muchos eran periodistas no oficiales, independientes, que emitían sus opiniones y sus críticas de manera transparente. Otros participaban en proyectos para promover y defender los derechos humanos y los derechos de los sindicatos. Algunos participaban en organizaciones cívicas que demandaban cambios pacíficos hacia la democracia. La mayoría de los presos de la "Primavera Cubana" eran y siguen siendo organizadores del Proyecto Varela (www.oswaldopaya.org), la petición de un ciudadano -legal a la luz del Artículo 88G de la Constitución cubana, que permite a los votantes presentar un proyecto de ley y solicitar un referéndum- para que se realicen cambios.

No defiendo un proyecto en particular; defiendo los derechos de los ciudadanos. Más que nunca, el pueblo cubano necesita y desea una solución pacífica de la situación política del país, una transición a la democracia, el respeto por los derechos humanos y libertad. Por esta razón, la campaña sigue adelante, por esto y porque nuestros hermanos encarcelados, que ayudaron a lanzar la campaña, siguen apoyándola. Si el mundo entiende la participación de estos pacíficos ciudadanos en la campaña y en otras actividades cívicas, la gente entenderá la injusticia de estos encarcelamientos -una injusticia que se prolongará mientras estén en la cárcel- y la nobleza y legitimidad de la causa que defendemos colectivamente. Espero que esto despierte la solidaridad de todos.

Mucho es lo que se ha hablado sobre estos acontecimientos. Tengo la esperanza de que las noticias de la huelga de hambre tengan eco, porque cada uno de estos presos es una persona de carne y hueso que está arriesgando su salud, y su vida, en defensa de su dignidad personal y de la de los demás prisioneros políticos. Este artículo no quiere conmemorar el aniversario de su encarcelamiento, sino denunciarlo. No estamos hablando de una injusticia que ocurrió hace cuatro años, sino de una injusticia que dura cuatro años, aquí, en el otro Guantánamo, en el que todavía no se ha convertido en un escándalo.

Oswaldo Payá Sardinas es coordinador del Movimiento Cristiano de Liberación. Traducido del inglés por Emilio G. Muñiz. © Especial para The Washington Post.

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