España descubre el petróleo de la lengua
De la mano de la globalización y de las corrientes migratorias, el español ha empezado a hacer valer su peso demográfico en un mundo en el que la disputa por los dominios lingüísticos acompaña las dinámicas dirigidas a preservar y ganar espacios de influencia política, económica y cultural. La masiva emigración hispana a EE UU y la decisión de Brasil de introducir nuestra lengua en la escuela han abierto una ventana de oportunidad histórica que, a la vuelta de unas décadas, podría hacer del español un idioma prácticamente común al conjunto del continente americano. ¿Esa ventana de oportunidad permite pensar que, como sostienen responsables de la política lingüística, la lengua es el petróleo español de los tiempos venideros? Y, en todo caso, admitido que el futuro aparece preñado de incógnitas, ¿está España preparada para liderar el bloque de la veintena de países hispanohablantes y articular la tarea colectiva de alentar y capitalizar la expansión de la lengua?
Un estudio de la Unesco contempla la posibilidad de que la cuarta parte del planeta hable nuestra lengua en 2050
Los métodos de español iniciados hace ocho años aportan ya unos 60 millones de euros al año
Es necesario prestigiar internacionalmente el español y su cultura
Abundan las señales que pronostican un vuelco en el mapa internacional de los espacios lingüísticos, en la disputa por obtener valor y prestigio a través de la diplomacia cultural del idioma. Es una competición permanente porque lo que está en juego es la imagen de marca del país y la defensa global de las ideas y de los valores culturales y sociales, junto al propósito de erigirse en elemento necesario en la comunicación internacional y obtener un provecho económico con la enseñanza del idioma.
Excluido el inglés, el español es el único idioma europeo que crece, y espectacularmente, en plena ofensiva china de la afloración de los institutos Confucio y de la siembra de los centros de enseñanza del árabe financiados por los saudíes. Como la India y el propio condominio lingüístico que forman España y América Latina, también ellos están haciendo valer su peso demográfico en este mundo cambiante abocado a nueva configuración geoestratégica de los espacios de poder e influencia. Mientras el Goethe Institut alemán sopesa el cierre de algunas de sus sedes y la centenaria Alliance Française asiste alarmada a la contracción de la demanda -centros infrautilizados se han abierto a la enseñanza del español-, el joven Instituto Cervantes prosigue su expansión e inaugura en Madrid una sede central que por su potencia y características arquitectónicas parece una alegoría de la fortaleza y del renovado valor de la lengua.
"Estoy aburrido de recibir a embajadores que nos demandan la apertura de nuevos centros del Instituto Cervantes", declara su director, César Antonio Molina. "No damos abasto. Tenemos ya 67 centros repartidos en 40 países, pero necesitaríamos los ciento treinta de que dispone el Instituto Goethe alemán y un presupuesto superior a los 86,4 millones de euros actuales". Además, medio millar de academias y unas 200.000 personas, no siempre adecuadamente formadas, imparten en el mundo la enseñanza del español.
Tras su largo letargo histórico,
nuestro país descubre que tiene en su idioma una materia prima estratégica de primer orden, que no se gasta ni contamina y que, por el contrario, crece y gana en valor a medida de que su uso se expande y aumenta la comunidad del habla. En esa perspectiva y con el propósito de convertirse en el "destino líder mundial para el aprendizaje del español", el Gobierno de Castilla y León se ha embarcado en un plan de inversiones de 35 millones de euros. Se calcula que los 180.000 extranjeros que vinieron el año pasado a aprender nuestro idioma -la cifra se incrementa anualmente un 7%- aportaron unos ingresos de 370 millones de euros. A su vez, el ejecutivo de Cantabria proyecta convertir la Universidad de Comillas en el gran centro internacional de formación del profesorado de español, un mercado que, como el de los diplomas que acreditan el aprendizaje, está todavía por explotar.
Por lo demás, es un hecho demostrado que los alumnos de español se convierten frecuentemente en consumidores y difusores no sólo de los productos culturales, sino también de los turísticos y hasta de los gastronómicos, el aceite, sin ir más lejos. "El español puede atraer a nuestro país a un millón de estudiantes extranjeros al año", sostiene César Antonio Molina. Aunque, en efecto, el proceso es todavía incipiente y hay mucho por hacer. Las reuniones de las respectivas academias dirigidas a asegurar la cohesión del idioma y los encuentros entre los expertos para tomarle el pulso a la lengua, detectar las lagunas y orientar las estrategias, certifican, al menos, la voluntad de situarse en la vanguardia. Al menos ya se ha creado un diploma de español para extranjeros común a los países hispanohablantes.
Algunos estudiosos de la comunicación internacional piensan incluso que el español puede competir directamente con el inglés. Como el lingüista británico David Graddol -"el español ganará la partida al inglés en 2050",- y expertos en proyección estadística de la Británica Word Data de Chicago que anuncian que en 2030 los hispanohablantes supondrán el 7,5% de la población mundial, unos 535 millones, frente al 2,2% de los hablantes de ruso, el 1,4% de los francófonos y el 1,2% de personas de habla alemana. Si esas proyecciones se confirman, el 10% de los habitantes del planeta se expresará en español a la vuelta de tres o cuatro generaciones. Más aún, un estudio encargado por la Unesco contempla la posibilidad de que la cuarta parte de la humanidad hable español a mediados del presente siglo.
¿No es una quimera pensar que el español pueda llegar a disputar la supremacía al inglés? Hay que tener en cuenta que la demografía no hace cultura y que el interés en el aprendizaje de un idioma depende en gran medida de su utilidad como vehículo de comunicación internacional, de su importancia en el mundo de los negocios y de la empresa, de su prestigio profesional, científico, cultural y económico. A excepción del continente americano, es evidente que la utilidad del español es hoy incomparablemente menor a la del inglés. Frente a las proyecciones estadísticas futuribles, los datos de la realidad del español muestran un suelo industrial exiguo que no justifica un triunfalismo desaforado.
"Si la expansión del español fuera tan fulgurante y generalizada como se dice, eso se sabría porque repercutiría claramente en las cifras de nuestra industria editorial, discográfica y cinematográfica", viene a decir Antonio María Ávila, director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores Españoles. "El español no existe prácticamente en Asia -¿qué son 5.000 alumnos en un país de 1.300 millones en el que lo poco que vendemos son derechos de traducción?-, ni en África y está ausente en gran parte de Europa, donde, por cierto, la Unión Europea está tratando de eliminarlo como lengua oficial", indica el representante de los editores. En su opinión, el avance del español es más que nada un fenómeno constreñido a América y derivado de su vitalidad demográfica. De los 400 millones de euros que exportan las editoriales españolas, la mitad aproximadamente va al mercado americano, con México como primer país seguido de EE UU.
Conviene no perder de vista
que la fortaleza de la industria editorial española -exporta más del triple de lo que importa- no descansa en la satisfacción de una demanda desbordante del español sino, sobre todo, en su capacidad de producir fascículos y literatura en otros idiomas. "Lo que hay es una retórica oficial muy fuerte y lo que no hay es una verdadera política del español; muchas declaraciones y pocos hechos", se lamenta Antonio María Ávila, sin dejar de reconocer que el ICEX (Instituto de Comercio Exterior) es un valioso aliado en la promoción al alza de la industria editorial española en América. "Tratar de compararnos con el inglés carece de sentido", asegura. "¿Por qué no llenamos Estados Unidos de centros Cervantes si de verdad creemos que ése es el país con mayor número de hispanohablantes?", se pregunta Ávila.
Con las cifras del negocio editorial en la mano, no hay noticias, por ahora, que avalen un ascenso incontenible y generalizado del español en las magnitudes estadísticas que se proclaman. Bastan algunos datos para ilustrar la modestia de la posición de partida española. Mientras el Cervantes corrigió el pasado año un total de 37.000 exámenes de aspirantes al diploma ELE (español como lengua extranjera), cifra que crece regularmente al 10% anual, Cambridge supervisó 1,5 millones de ejercicios y vendió 1,5 millones de métodos. En el mismo año, más de 800.000 extranjeros cursaron estudios de inglés sólo en el Reino Unido -Irlanda, Malta, Estados Unidos, Canadá y Australia son otros destinos-, cuando en España lo hicieron un total de 180.000.
Así pues, hoy por hoy, no hay
una perspectiva real de equiparación posible con la potente industria del inglés -el impacto de la industria de la lengua de Shakespeare era ya hace años semejante al de la industria automovilística-, no cabe compararse en el número de centros de enseñanza y de profesorado, en publicaciones, organización de viajes y servicios de acogida a los alumnos. Con todo, lejos de las grandes cifras del inglés, el despertar del español como lengua vehicular en el mundo ha hecho posible la creación en nuestro país de un subsector editorial dedicado a la exportación de los métodos de enseñanza del español. Es un fenómeno nuevo iniciado hace sólo ocho años -los métodos de español los producía antes la editorial francesa Hachette-, que aporta ya unos sesenta millones de euros al año. Y de la misma manera, aunque este hecho quepa atribuirlo fundamentalmente al momento creativo de la literatura española, ya hay una larga veintena de escritores españoles que han empezado a asomarse en los escaparates de las librerías europeas.
Puede ocurrir que los árboles no nos dejen ver el bosque y también que admirando el horizonte nos olvidemos de desbrozar el camino, pero lo que está claro es que a la espera de su definitiva eclosión, el español ya ha empezado a ser útil, relativamente útil, habría que matizar, y que su enseñanza y difusión constituyen, ya ahora, un incipiente negocio. Como está claro que el avance de la lengua brinda unas posibilidades insospechadas a la industria de la enseñanza y a lo que se ha dado en llamar "turismo idiomático", una expresión desafortunada en opinión de quienes creen que la frivolidad terminológica devalúa en este caso el producto. Sea como fuera, el descubrimiento del supuesto petróleo español es demasiado reciente como para poder hacerse una idea cabal del verdadero alcance del fenómeno.
Entregarse al triunfalismo o seguir instalados en el escepticismo parecen igualmente fuera de lugar, entre otras razones porque lo que sí se conocen son las rémoras que pueden lastrar fatalmente el despegue de nuestro idioma. Frente a las otras grandes culturas europeas que como el francés, el inglés, el alemán o el italiano llevan más de un siglo o muchas décadas sirviéndose de sus potentes herramientas de difusión (la Alliance Française, el British Council, el Goethe Institut y la Società Dante Alighieri), España es una recién llegada a este escenario -el Cervantes tiene 15 años de existencia-, que acaba de romper el cascarón de su aislamiento internacional y que apenas ha comenzado a articular una política lingüística.
Desarrollar las herramientas
lingüísticas en las nuevas redes de comunicación, coordinar la defensa conjunta del idioma en los organismos internacionales, comprometer a los gobiernos extranjeros para que satisfagan efectivamente en sus escuelas la demanda de español como segunda lengua, establecer un título iberoamericano de español para extranjeros que acredite la calidad de la enseñanza y profesionalizar y dotar de titulación oficial al profesorado son algunos de los requisitos necesarios para que España pueda situarse en la vanguardia del proceso. Y, sobre todo, prestigiar internacionalmente el español y su cultura, enriquecer su representación con contenidos que vayan más allá de la música ligera y de las telenovelas. Claro que, entonces, habría que preguntarse por la contribución específica del español al mundo. Si el francés representó la modernidad de las ideas, el alemán se hizo necesario para el estudio de la filosofía y el inglés se ha hecho imprescindible en los negocios y la ciencia, la pregunta es cuál será la aportación futura de un idioma llamado a desempeñar un papel tan importante en los tiempos venideros. Donde el español libra su gran batalla territorial es en Estados Unidos.
Los números del español
En este siglo nació el español. En el Monasterio de Suso, en La Rioja, se encontraron los primeros textos (glosas) escritos en la nueva lengua romance.
Origen. Latín, con raíces griegas, y aportes del árabe, provenzal y francés, y últimamente del inglés.
1492Publicación de la primera Gramática de la Lengua Castellana, de Elio Antonio de Nebrija.
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