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Los daños de la 'crema' colman la paciencia de los vecinos de Russafa

El seguro de la falla da 600 euros para limpiar la ennegrecida fachada

La tensión entre los vecinos de Russafa y los falleros durante las Fallas ha permanecido hasta el último minuto de la crema. El viento y la falta de protección han provocado el ennegrecimiento de parte de una fachada del cruce entre las calles de Sueca y Literato Azorín. El seguro de la falla paga sólo 600 euros a los afectados para arreglar los daños. Los vecinos están hartos de los destrozos que encuentran cada año al acabar la fiesta.

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Como si formara parte de la tradición fallera, los vecinos de Russafa están acostumbrados a tener que reclamar cada año una compensación económica para arreglar sus persianas. Las llamas de la quema del monumento fallero calcinan anualmente las fachadas de los edificios colindantes al monumento fallero. El seguro de la falla siempre paga la reparación, pero a los afectados ya no les vale con eso. "Estamos hartos de tener que cambiar las persianas cada año. Aunque nos las paguen", lamenta un vecino.

Los falleros impusieron primero una iluminación diez metros más alta que los 25 metros de altura de la finca. Después, la ataron a un andamio de obra con el peligro de producirse un derrumbamiento. Los vecinos acudieron al ayuntamiento. El concejal de fiestas, Félix Crespo, acabó retirando el andamio para poder colocar las inmensas luces. Más tarde, instalaron unos depósitos con 5.000 litros de combustible para poder iluminar las 750.000 bombillas. Los vecinos dieron un paso más y denunciaron el exceso ante el Tribunal de Justicia de Valencia. El gasóleo fue retirado.

Entre medias de todos los abusos de la semana anterior a la celebración de los días grandes de fiesta, los sufridores habitantes de la calle de Sueca y adyacentes acordaron no volver a pasar por lo mismo en las futuras ediciones de las Fallas. En sus ventanas colocaron pancartas contra los abusos y la contaminación de la inmensa iluminación. En una reunión celebrada hace una semana decidieron redactar un decálogo de exigencias. La decisión más importante fue la negación futura del permiso para que los falleros de la comisión Sueca-Literato Azorín vuelvan a sujetar su inmensa estructura lumínica a las paredes de sus casas.

Desde el Ayuntamiento llaman a la convivencia para solucionar los problemas, pero la paciencia de los vecinos ya ha tocado fin. "No podemos confiar en que el año que viene habrá mesura", advirtió a sus compañeros un vecino en la última reunión. A pesar de su lenguaje reivindicativo, no quieren ser malinterpretados. "La solución sería poner límites. Yo no soy antifallero", reclama otro afectado.

La fiscalía ya les ha dado la razón una vez, cuando exigió la retirada de los peligrosos depósitos de combustible. Ahora aspiran a hacer un seguimiento durante el año para asegurar el éxito de sus exigencias. El fiscal ya ha pedido datos al Ayuntamiento para tomar decisiones. "Por muchas normativas de blindaje que se invente la alcaldesa seguiremos luchando", advirtió ayer Rubén Fernández, como portavoz provisional de los vecinos. Mientras hacían balance de quejas, la empresa que instaló la luz retiraba los postes con enormes grúas. Nadie velaba por la seguridad. El todo vale continúa.

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