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Reportaje:

Picasso frente a la mujer libre

Una exposición en París recorre el mito de Carmen en la obra del pintor malagueño

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Sabemos que Picasso se interesa por Carmen, por el mito de mujer libre y cambiante, ya en 1898. Un dibujo lo prueba. Y sabemos también que el personaje de La Celestina también le inspiró en repetidas oportunidades, desde el famoso cuadro de la mujer tuerta de 1904 hasta los 66 grabados que dedicó a los personajes de Fernando Rojas. Y Carmen también siguió ocupando su espíritu y sus manos, pues en 1957 realiza una serie de dibujos que completa en 1964 y que acompaña una edición del libro de Mérimée.

El Museo Picasso de París agrupa, hasta el próximo 24 de junio, 220 obras del artista en las que Carmen es protagonista. Pinturas, dibujos, acuarelas, grabados o simples cartas postales se reúnen para dar sentido a una visión de la mujer heredada tanto de la literatura como de la experiencia en los burdeles o de las sucesivas relaciones con las numerosas conquistas femeninas del pintor.

Se trata de una exposición temática, muy libre, en la que las obras maestras se codean con esbozos o con material documental que da testimonio de una obsesión y de la capacidad de Picasso para guardarlo y reciclarlo todo. En sus manos cualquier cosa puede convertirse en un objeto artístico, es bien sabido.

Si durante su juventud, la Carmen de Mérimée, consumidora de puros y hombres, llena parte de los sueños estéticos del artista, luego éste vive un proceso de adaptación a la vida parisiense, al delirio de las vanguardias o al retorno al orden impuesto tras la victoria -enga-ñosa- en la guerra 1914-1918. Hay un periodo en que Picasso se aburguesa y será Dora Maar quien, a principios de la década de los treinta, le saque de la comodidad y le haga sentir de nuevo la atracción del peligro. Una mujer. Una Carmen artista. Una Carmen espiritual y carnal. La iconografía se llena de nuevo de toros y caballos, de sátiros y mujeres que abren sus piernas. Tras la ocupación alemana, Picasso busca el sol en Antibes y Vallauris y se encuentra también con las plazas de toros de Arles y Nimes. El viejo rito del desafío entre el hombre y la bestia va a alimentar otra vez la obra de Picasso.

Del impresionante conjunto reunido en París, 14 obras proceden del Museo Picasso de Barcelona y otra del de Málaga. Es la aportación material hispana, que se completa con unas pocas obras venidas de EE UU y Rusia y de un gran contingente que pertenece a colecciones públicas o privadas francesas. El préstamo barcelonés, que incluye La Chata, el retrato de la señora Canals, el de la Salsichona o El beso es muy importante, sobre todo porque se trata de obras de referencia de la juventud del artista, el periodo que mejor cubre el museo de la Ciudad Condal. Es la primera vez que la colaboración entre Barcelona y París es tan amplia. "Y no va a limitarse a préstamos de obras sino a la elaboración de un catálogo razonado de la obra picassiana", explican Pepe Serra y Anne Baldassari, directores respectivos de los museos de Barcelona y París.

La buena relación entre los dos museos -y el de Málaga- puede ser determinante a la hora de imponer criterios sobre qué exponer de Picasso y cómo hacerlo. Si las coproducciones son difíciles por la diferencia de magnitud entre las colecciones respectivas, la complementariedad existe en diversos momentos de la trayectoria artística picassiana. Es una vía distinta y que parece más productiva que la mera compra de exposiciones, tal y como ha procedido el Reina Sofía en su relación con el Picasso parisiense.

<i>Retrato de Benedetta Canals </i><b>(1905),</b> de Picasso.
Retrato de Benedetta Canals (1905), de Picasso.

La amenaza del exceso

El poder de atracción del nombre Picasso es la principal amenaza contra el legado del artista, que corre el peligro de perder valor debido a una excesiva y desordenada vulgarización. Se calcula que, en la actualidad, cada dos días en un lugar del mundo se abre una exposición en la que Picasso es protagonista, compartido o no el papel con otros artistas.

Su legado, ése que necesita de un catálogo razonado, se estima en 5.000 pinturas, 1.200 esculturas, 4.000 cerámicas, 15.000 dibujos y grabados, 150 cuadernos de dibujos y 156 libros ilustrados. De ese magma, el museo de París posee 280 pinturas, 160 esculturas, 88 cerámicas, 3.000 dibujos y grabados y 15.000 piezas referidas a su vida y obra, en gran parte cartas y postales. El museo recibe cada año 500.000 visitantes y anualmente presta unas 1.500 obras.

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