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50º aniversario del primer satélite artificial

La esfera que dio 1.367 vueltas a la Tierra

El Sputnik 1 era una esfera de aluminio de 58 centímetros de diámetro y 83,6 kilos de masa. Dentro llevaba unas pesadas baterías, algunos sensores de temperaturas y radiación y dos radiotransmisores de frecuencias diferentes. Cuatro antenas con forma de varillas se extendieron tras el lanzamiento (dos de 2,4 metros y dos de 3,9). El sencillísimo artefacto -en comparación con los satélites actuales- fue lanzado al espacio el 4 de octubre de 1957 desde la base de Baikonur en Tyuratam (Kazajistán) por un cohete militar R-7, diseñado para lanzar bombas termonucleares, y colocado en una órbita elíptica alrededor de la Tierra, de forma que se alejaba hasta 947 kilómetros de su superficie y se acercaba hasta 227 kilómetros. Este "compañero (Sputnik, en ruso) de la Tierra", creado por el equipo del líder de la actividad espacial soviética Serguei Korolev, daba una vuelta al planeta cada hora y media y emitía el famoso bip-bip-bip que permitía su seguimiento.

Lanzado con ocasión del Año Geofísico Internacional, el primer satélite artificial hizo algunas medidas científicas, sobre la densidad de la atmósfera y la propagación de las ondas de radio en la ionosfera, enviando los datos al centro de control.

El Sputnik fue un revulsivo de enormes consecuencias en EE UU, hasta el punto de motivar la reorganización de los programas espaciales dispersos en departamentos militares hasta entonces, y crear la NASA.

Las espadas -espaciales- estaban en alto en ambos bandos desde hacía tiempo y aquel inocente bip-bip-bip ponía los pelos de punta a los estadounidenses, no tanto por el daño que pudiera hacer el pequeño satélite sino porque era una prueba del poderío tecnológico de los soviéticos. El Sputnik pasaba siete veces al día sobre territorio de EE UU, pero la amenaza era el cohete que le había llevado al espacio, un misil de capacidad intercontinental.

Nitrógeno a presión

La esfera del primer Sputnik estaba llena de nitrógeno a presión y los ingenieros pensaron que sería un buen detector de impactos de micrometeoritos, puesto que si uno la perforaba caería la presión interna y los sensores de a bordo lo notarían, pero no sufrió ningún percance. El Sputnik 1 funcionó durante tres semanas, hasta que se agotaron sus baterías químicas. Luego enmudeció. Pese a ello, continuó el seguimiento óptico de la brillante esfera, que se desintegró tres meses después del lanzamiento, el 4 de enero de 1958, quemándose en las capas altas de la atmósfera. Había dado 1.367 vueltas alrededor de la Tierra y recorrido unos 70 millones de kilómetros. La aventura espacial había comenzado.

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