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Reportaje:

Despacito y a compás

Amelia Castilla

Cuando los gitanos se quitaron el Cristo del cuello para colgarse la imagen de Camarón, muchas cosas empezaron a moverse en el flamenco. La venerada figura del cantaor no ha dejado de crecer desde entonces. En el reducido universo donde brillan por derecho los maestros más grandes, sobresalen también, como estandartes de la nueva generación de los jóvenes flamencos, las figuras de Paco de Lucía y Enrique Morente, porque una música con historia y tradición como el flamenco no se detiene. Cantaores como Miguel Poveda o Arcángel, guitarristas como Niño Josele y bailaores como Israel Galván han recogido ya el testigo de los maestros. Se trata de una hornada que ha crecido en la democracia, que no se ha educado necesariamente en los tablaos y que ha aterrizado en el flamenco cuando este arte empezaba a desarrollarse como negocio. Hasta no hace tanto tiempo, no existían soportes grabados en disco, ni escritos en pentagrama, de esta música cuyos orígenes están relacionados con lugares de Andalucía donde gitanos y payos fundieron su arte hace varios siglos; pero los flamencos modernos mantienen una relación distinta con los discos. El flamenco sigue yendo a su bola y conserva la importancia del momento, el directo y el sentimiento, pero no ha tenido más remedio que ponerse a tono con los tiempos. Hoy, La Niña de los Peines sería una artista global, aunque el flamenco mantenga su propia dinámica y calendario. Ahora los músicos graban CD para difundir sus creaciones y como medio para ser conocidos, o simplemente porque el disco representa la propuesta de la temporada; pero donde verdaderamente se curten los músicos es en las actuaciones en directo. El flamenco cuenta con un número de seguidores incondicionales muy superior a las cifras de discos que se venden, y que puede oscilar alrededor de las 20.000 copias por artista, aunque se trata de la música que más se conoce fuera de España.

Cuando parecía todo inventado ha surgido una nueva generación
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Salvo excepciones, los nuevos artistas descienden de dinastías flamencas, en cuyo seno han mamado los principios básicos. Siguen siendo músicos de oído, aunque algunos escogidos poseen ya conocimientos musicales. La ventaja de los jóvenes flamencos con respecto a sus padres es que no necesitan romper con ninguna tradición, puesto que otros artistas habían abierto ya ese camino; pero en su defensa cabe decir que han asimilado sus raíces y saben cómo utilizarlas. Se reconocen herederos de Juan Talega, Antonio Mairena o Tomás de Perrate, pero han crecido tarareando las canciones de Veneno, Pata Negra y Ketama. Van despacito y a compás, y se mueven entre el purismo y la heterodoxia. Unos y otros apoyan la música que les gusta, da igual que se trate de sonidos de raíz propia que de músicas -como el jazz, la salsa, la bossa nova o los sones étnicos- con las que son capaces de ensamblarse en un afortunado mestizaje.

Los nuevos flamencos no paran de grabar discos con músicos de otros géneros, mientras que el número de festivales crece cada temporada, especialmente fuera de las fronteras hispanas, como el Festival de Londres, el Flamenco Festival USA 2007 y el Flamenco Festival on Tour, que llevará los sonidos andaluces por Asia, Australia y Norteamérica. Basta una mirada a la agenda de los músicos más destacados para darse cuenta de hasta qué punto el flamenco se ha universalizado: Niño Josele empezó el año cruzando el Atlántico, primero con Paco de Lucía, y en febrero, para interpretar con su guitarra, y en el mismo club donde antes brillaron Miles Davis o Charlie Parker, su personal versión de algunas canciones de Bill Evans; Estrella Morente ha posado con su singular belleza para The New York Times; Diego el Cigala prepara la segunda parte del exitoso Lágrimas negras, mientras que Son de la Frontera recupera, desde la localidad sevillana de Morón y utilizando en muchos casos la tradición oral, el toque de Diego del Gastor.

En esta situación, el diagnóstico del productor Javier Limón, responsable en parte de las nuevas formas musicales de este arte, no puede ser más optimista: “El flamenco atraviesa su mejor momento. Empezó siendo un folclore y se ha convertido en un lenguaje musical, comparable al jazz o al tango, pero todavía le queda mucho por evolucionar. Desde el flamenco se puede cantar todo, lo mismo un tema de los Beatles que un clásico como What a wonderful world. En la era de Internet no faltan tampoco las páginas web dedicadas a este arte: www.esflamenco.com compagina la información de conciertos con las entrevistas a los artistas y la venta en la Red de capotes y zapatos de lunares. La página funciona desde hace cuatro años y recibe 250.000 visitas al mes de internautas ingleses, franceses, italianos y japoneses. También la moda ha acabado por abrirse un hueco en este mundo, y las grandes firmas luchan por vestir a los artistas o muestran las últimas tendencias de esta estética en las pasarelas.

Hace poco más de diez años, El País Semanal dedicaba un número especial al flamenco. En la portada, un retrato de Morente con los ojos cerrados, en uno de esos gestos un tanto dolientes que caracterizan a los cantaores, daba paso, a través de sus principales figuras, a un exhaustivo análisis de una música que, para qué negarlo, se corresponde casi siempre con una manera de entender la vida. Miguel Poveda, posiblemente la voz más poderosa de su generación, sobresalía ya como un gran dominador de estilos junto a Ginesa Ortega y Mayte Martín, pero bastaba apenas una frase para definirle. Entre líneas aparecían también Estrella Morente, la hija mayor del cantaor, que entonces tenía 15 años y estudiaba octavo de EGB, y su amiga íntima Marina Heredia, tan guapa como ella y descendiente también de una importante dinastía flamenca. Las dos acabaron por dejar precipitadamente los estudios para seguir la tradición familiar. Comparten su vida con sendos toreros, han sido madres y sus voces destacan como dos de las grandes promesas.

Marina Heredia y Estrella Morente pasaron por Madrid para participar en esta nueva cata sobre el estado del flamenco en 2007 y posar para la nueva producción de EPS sobre los jóvenes flamencos en el palacio de Gaviria. Marina, con la melena negra recogida en un moño, llegaba desde Granada con su nuevo disco bajo el brazo, y Estrella aguantaba con profesionalidad una sesión de fotos interminable, tras una noche de actuación y juerga, bajo la atenta mirada de su marido, el matador de toros Javier Conde. Al día siguiente, la pareja asistía invitada a una cena privada con el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón.

Para la misma sesión de fotos, desde Sevilla viajó Farru, un bailaor de 18 años, pelo largo y zapatillas de deporte plateadas que sustituye a su hermano Farruquito en las galas familiares y se reclama heredero de una tradición que sigue despeinando al público. Su abuelo Farruco solía contarle que para bailar bien por soleá -el palo donde probablemente se encierra la esencia del flamenco- había que haber pasado hambre, pero Farru no ha necesitado sentir ese vacío en las entrañas para subirse al escenario a reinterpretar la tradición familiar. Rocío Molina, una bailaora malagueña tímida y de cara angelical, deslumbró a todos los presentes en la sesión con un traje largo de Victorio & Lucchino; Niño Josele llegó conduciendo desde Cáceres, donde había actuado la noche anterior, y al día siguiente partía para Santiago de Compostela; Pitingo, muerto de frío con una bufanda y una chaqueta verde de estilo militar como único abrigo en una noche gélida, venía de un partido de fútbol contra el racismo en el que participaban sus amigos y mentores Josemi Habichuela y Juan Carmona (ambos ex componentes de Ketama), y Diego Amador e Israel Galván entraron arrastrando la maleta, desde Luxemburgo, donde habían participado en una gala. Al verlos juntos da la impresión de que se trata de un grupo generoso y solidario. Abrazos y saludos como de quererse mucho preceden a la conversación cómplice, y durante la sesión proliferan las bromas.

Algunos de los artistas flamencos cobran elevadísimos cachés, comparables a los de destacadas figuras del rock o del hip hop; los conservatorios añadirán en breve el estudio de esta música, que sólo se impartía en escuelas privadas. Sevilla, Huelva, Granada, Barcelona, Madrid y Jerez se mantienen como la cuna donde se crea y transmite este arte, cuyos orígenes hay que buscarlos en el seno de algunas familias gitanas y en sus fiestas domésticas en el siglo XIV. Ya entonces, la responsabilidad flamenca recaía tradicionalmente en los cantaores. Históricamente, la tradición se ha inclinado del lado del cante, lo que una vez más deja en sus voces casi todo el poder de esta música. Lo cuenta Esperanza Fernández en el Centro de Arte Flamenco que ha montado con su marido, el bailaor Miguel Vargas, en el barrio sevillano de La Macarena. Su voz de oro acompaña a las de un puñado de alumnos -entre ellos una japonesa y una cantante israelí que aspiran a convertirse en cantaoras- sentados alrededor de una mesa. Les explica, con ejemplos didácticos o acompañándose de su voz, la importancia de la métrica para abordar algunos de los más de 40 palos y de las más de 100 variantes de esta música, y les informa de que algunos intérpretes pueden pasarse la vida cantando sólo por fandangos o tangos, sin tocar otros palos. Una botella de anís, polvorones y villancicos por bulerías despiden el último trimestre del año. Esperanza marca el ritmo golpeando la mesa o rasgando con un boli la botella, y los alumnos entran más o menos a compás. “Dilo en andaluz, que pierdes tiempo; si no entras a tiempo es como si no lo supieras”, le aconseja a una aspirante. “Para cantar por bulerías tienes que hacer este soniquete”, añade mientras bate las palmas de forma acompasada. “Busca el pellizco para rematarlo, que no dejas espacio para el olé”, “aparte de la letra, tienes que jugar con el tiempo” o “¡una miajita de picardía!”, son algunos consejos que se escuchan en su divertida clase. Esperanza Fernández aprendió con su padre, el cantaor Curro Fernández, y su formación fue la clásica dentro de las familias gitanas: juergas caseras y fiestas familiares, hasta que debutó en solitario con 13 años. Desde entonces no ha parado. Lleva dos años compaginando las galas y la enseñanza, y no se queja.

En otro punto de la ciudad, en el corazón del barrio de Santa Cruz, en un tablao donde brilla el neón rosa, Pepe Torres y Moi de Morón, bailaor y cantante de Son de la Frontera, ofrecen dos sesiones diarias junto con otros destacados artistas. Antiguamente se tocaba para los señoritos o los aficionados, pero ahora el público mayoritario lo componen extranjeros, sentados en fila frente a un escenario pequeño, decorado con dibujos pintados en la pared y con una fragua en un rincón. La consumición mínima no baja de 30 euros y los músicos no ganan mucho más por noche; pero, al mismo que sirve para ganarse el pan, es una de las escuelas posibles. “Todos los días resulta agotador, pero es un paso imprescindible en el flamenco”, argumenta Pepe Torres.

Cantante y bailaor viven en Morón de la Frontera, donde la tradición del toque corto, pero de gran hondura, se ha mantenido viva de casa en casa, sin apenas más grabaciones que las que realizaron los americanos de la base militar. Muchas de esas grabaciones antiguas de Diego del Gastor reposan ahora en Sevilla, en un pequeño chalé con un naranjo en la puerta, en la casa donde vive Ricardo Pachón, el productor que abrió las puertas a los nuevos sonidos flamencos en los setenta. Ajeno a los vaivenes actuales, Pachón dedica sus mejores horas a conservar uno de los archivos más importantes del tiempo del flamenco a lo largo del siglo XX, un archivo que, en muchos casos, grabó personalmente por los pueblos donde actuaban La Paquera, Juan Talega o Chocolate. Desde esa posición, en la que no hay hueco más que para los clásicos del género, se define como “un talibán de la métrica”. De los cantaores del momento destaca su tendencia al falsete, una técnica que, curiosamente, se puso de moda tras la Guerra Civil y que acabó cuando irrumpió en el panorama la poderosa voz de Mairena. Pachón no acaba de entender la causa por la que ahora ha vuelto la moda de la impostura. “Será que el cante se ha ido ablandando”, o es posible que Farruco tuviera razón y que las comodidades hayan contribuido a la pérdida de potencia vocal, pese a que hayan surgido formas de belleza análogas.

En la segunda mitad de los años setenta, el calendario del flamenco empezó a moverse a otro ritmo, especialmente desde que Enrique Morente o Paco de Lucía comenzaron a pensar sus discos igual que lo hacían Bob Dylan o los Rolling Stones. Ellos se ocuparon de abrir la brecha y se arriesgaron a romper con la tradición, pero ni fueron comerciales, ni lo tuvieron fácil. En esos años, las malas críticas alcanzaron a todos, incluido Camarón. Ahora los jóvenes consideran a Camarón como a “la Biblia”, pero en 1979, cuando grababan en vinilo La leyenda del tiempo, ni Camarón, ni su productor, Ricardo Pachón, imaginaban que vivían un momento histórico, ni que ese disco sería una de las obras que abrieron las puertas a innovaciones expresivas hasta entonces desconocidas.

Hasta ese momento, Camarón era un artista que vendía muchos casetes en los bares de carretera, pero prácticamente nadie sabía una palabra de marketing. Las compañías no pensaban que ésa fuera la onda ni la manera de trabajar, pero dejaban hacer. Como ejemplo del ambiente que se vivía en aquel tiempo, todavía se cuenta como uno de los hitos la llegada a Madrid de los integrantes de Veneno para grabar su primer disco. Mientras inventaban un sonido sobre la marcha, en el estudio las sandías se partían sobre un piano Stenway de cola. Fue el momento también de artistas tan innovadores como Lole y Manuel, Manzanita, Rafael Riqueni, Las Grecas, Veneno, Pata Negra, Ray Heredia o Ketama. Ellos crearon un tipo de música, marcaron un estilo y encontraron un público.

Cuando parecía que todo estaba inventado, ahora irrumpe esta nueva generación de músicos, muy completos y muy flamencos, dispuestos a la aventura que supone evolucionar en el compás y en su rollo.

ESTRELLA MORENTE Cantante-cantaora

Se venía venir. Siendo la hija de Enrique Morente y de la bailaora Aurora Carbonell no parecía previsible que Estrella Morente (Granada, 1980) se inclinara del lado de los puristas. Debutó en la música con alegrías, tangos y soleás, pero no ha tardado en sorprender a los más heterodoxos con su tercer trabajo, ?Mujeres?, en el que se atreve en francés con un clásico generacional de Jacques Brel, ?Ne me quitte pas?; la copla ?Ay, Maricruz?, de León, Valverde y Quiroga; un tema de Chavela Vargas, ?La noche de mi amor?, cantado con acento granaíno, y el tango ?Volver?, de Gardel, alzado a los altares del género tras doblar con su voz a Penélope Cruz en la película de Almodóvar del mismo título. ¿Cantante o cantaora?La respuesta de Estrella no deja lugar a dudas: ?Todo lo que emprendo lleva esa huella?. A los ocho años le cantaba tarantas a Sabicas y ha crecido fascinada con la imagen de La Niña de los Peines. Cuando dejó los estudios para elegir la carrera de la música con toda la fuerza que da la juventud, ya sabía a lo que se arriesgaba. Su padre ya le avisó que en el flamenco no es fácil graduarse.Acaba de publicar ?Mujeres?, 13 clásicos de cantaoras y actrices del siglo XXI;ha grabado la voz de la Sirenita, y prepara un disco de sonidos puros.

PITINGO La voz seductora

Acaba de aterrizar en el flamenco, pero ya tiene galascontratadas para todo 2007. ?Para saber cantar me basta con saber querer?, se escucha en la voz del cantaor Antonio Álvarez Vélez (Ayate, Huelva, 1981), en uno de los temasde su primer disco. Las cualidades de su voz aterciopelada no dejan indiferente a nadie. Hasta no hace mucho trabajaba en el aeropuerto de Barajas moviendo los carritos del equipaje, y compaginaba sus estudios en una escuela de adultos con la escucha de los discos de Aretha Franklin, Roberta Flack o Marvin Gaye; pero también sabe de cante clásico y conoce bien sus raíces. Para abrirse camino tuvo que currar duro y visitar muchas peñas, pero el trabajo se alió con la suerte cuando conoció a Juan Carmona, con el que se midió en una noche de cante interminable. Ahora comparten escenario y se compenetran de tal modo que se olvidan hasta del público. Pitingo, un apodo de familia que significa presumido, sorprende también por su simpatía. Algunos ya le llaman el cantaor de las mujeres porque arrasa entre ese público. Ya trabaja en el que será su próximo disco, en el que arriesgará con estilos ?gospel? o ?soul?. Apadrinado por los Habichuela, el cantaor Antonio Álvarez Vélez ha publicado ?Pitingo con habichuelas?, donde combina el cante flamenco con un dejo ?soul?.

MIGUEL POVEDA Dominador de estilos

Miguel Poveda (Barcelona, 1973) hace casi tres años que se mudó a Sevilla, una de las ciudades más flamencas del planeta. Bajo su influjo ha recuperado el flamenco más luminoso, una música que en ningún caso había dejado de interpretar en directo mientras discográficamente investigaba otros registros. ?Quería recuperar la calma de mi música de partida; ahora sé cuál es mi camino: soy flamenco porque Dios me ha dado un don?, asegura. Por su manera de cantar no se le puede encasillar en ninguna escuela; ha escuchado a Marchena, La Paquera y Morente, y le gustan las formas de Jerez y de Lebrija, pero cuando canta crea su propio estilo. En 1993 saltó a los medios informativos tras ganar los premios más importantes en el Festival del Cante de las Minas de La Unión (Murcia). Llegaba desde Badalona con una trayectoria atípica. Carecía de antecedentes familiares, y la base de su formación se había iniciado escuchando coplas en la radio de su madre. En la peña flamenca de Badalona completaron su formación y empezaron a moverle para que se escucharan las cualidades de una voz que no ha dejado de sorprender desde entonces. A partir de ahí ha tenido que asumir retos constantes. Ha colaborado con Calixto Bieito, en La vida es sueño, en el Festival de Edimburgo, y con Bigas Luna, en la película La teta y la luna; ha cantado copla con Martirio, grabado canciones sufís con el músico paquistaní Faiz Ali Faiz y puesto voz a los tangos de Goyeneche. No le gusta trasnochar, pero fuma como un carretero, como muchos de los cantaores. Tiene pendiente soltarse a bailar, su afición frustrada. ?Tierra de calma?, su nuevo disco, supone el regreso de este cantaor al flamenco más puro.

DIEGO EL CIGALA ?Pa? romperse la camisa

Difícil de olvidar la voz rasgada de Diego el Cigala (Madrid, 1968) interpretando La bien pagá acompañado al piano por el maestro Bebo Valdés. El disco Lágrimas negras, del cantaor y el pianista cubano, se ha convertido en uno de los pelotazos musicales de la década. El encuentro entre el flamenco y el bolero se grabó en 2003, en tres días de sesiones apasionantes, y ha vendido más de un millón de copias. Ahora, cuando los ecos de su música aún no se han apagado, El Cigala ha anunciado que para la próxima primavera habrá segunda parte. Dos gardenias y Ojos verdes, dos boleros por los que este cantaor muere, podrían formar parte del repertorio. Mientras llega la nueva entrega, el cantaor no para de recibir premios. El último trabajo de este cantaor de garganta rota, Picasso en mis ojos, se hizo con el Grammy Latino al mejor disco flamenco (2004). Puristas y heterodoxos se parten la camisa ante El Cigala, y los más optimistas señalan al sobrino de Rafael Farina como uno de los herederos de Camarón, pero él prefiere ir despacito y a compás. Diego Jiménez Salazar cantaba de niño por el Rastro madrileño y ganaba concursos de flamenco. A los 20 años le rebautizaron Dieguito, y cuentan que fue el propio Camarón quien le llamó Cigala, por lo flaco que se le veía. Con apenas 12 años ganó el primer premio del Certamen Flamenco Joven de Getafe y un premio en el concurso de TVE Gente joven. En 1994 inició su carrera en solitario, y desde entonces no ha parado. ?Picasso en mis ojos?, un homenaje al gran genio de la pintura contemporánea, obtuvo un Grammy Latino.

ROCÍO MOLINA Prodigio de Málaga

Rocío Molina (Málaga, 1984) se subió al escenario cuando tenía tres años y todavía no se ha bajado. Comenzó a los siete sus estudios de baile en el Conservatorio de Málaga; a los 13 decidió irse a Madrid, y allí se graduó ?cum laude? en el Conservatorio de Danza. Siempre compaginó sus estudios con actuaciones. Primero, en las peñas de Málaga; luego, en los concursos andaluces. Ganó premios en Ubrique, La Línea, Estepona? En 1997 debutó en el teatro Goya de Barcelona. Con el cuerpo de baile de la compañía de María Pagés recorrió Japón, Francia, Italia. Pagés le ofreció coreografiar el número ?Santa Justa?, un baile para niños que formaba parte de la obra ?Cuatro estaciones?. La revelación se confirmó con el premio del XI Certamen de Coreografía de Madrid 2002. Su baile, técnicamente muy rico, combina sensualidad, gracia, cerebro y libertad. A veces, Molina da la impresión de parodiar el baile antiguo, pero quizá es al revés. Ya ha montado dos espectáculos en solitario, ?Entre paredes? y ?El eterno retorno?, basado en el mito de Nietzsche que apunta que todo lo que uno hace en el presente se repite en el futuro. No parece su caso, un prodigio que trabaja sin descanso y que cambia (a mejor)cada vez que uno la ve.

ISRAEL GALVÁN Desestructurar lo aprendido

Es el Ferran Adrià del baile: gran tímido, alumno aplicado desde pequeño, un día decidió que bastaba de ortodoxia y se puso a desestructurar todo lo aprendido. Galván (Sevilla, 1973) ha renovado la danza flamenca desnudando los frágiles hilos secretos de la estética y la representación clásica. Aprendiz a la fuerza desde los cinco años (es hijo de bailaores, gitana su madre y payo su padre), odió su oficio hasta los 18 años. En 1995 y 1996 ganó los tres concursos más codiciados (Córdoba, Bienal de Sevilla y Las Minas), haciendo el baile antiguo, macho y farruco. Pero entonces ya llevaba clavada en el corazón una postura de Mario Maya que le hizo pensar que el baile era más que eso. Entonces montó ?Los zapatos rojos? con Manolito Soler, un genio cómico, y empezó a reírse de sí mismo. Fijándose en los antiguos ?Vicente Escudero, Alejandro Vega?, se convirtió en el más moderno. Rubio, relleno, metido en un cuerpo mal acabado, Galván ha triunfado ya en todo el mundo con su actitud libérrima y valiente. En 1998 bailó ?España?, una pieza satírica de Erik Satie. Luego coreografió ?La metamorfosis?, de Kafka ??mi autobiografía??. Su danza está hecha de gestos inconscientes, intuición, olvido de la técnica? Su flamencura parece abstracta y fría, pero siempre emociona o perturba. A ratos huele a inteligencia; otros, a rabia; pero hay también humor, autocrítica, sinceridad. Es él mismo y no se parece a nadie. ?Me dicen que estoy cadavez más raro, pero yo me veo cada vez más flamenco?.

FARRU El bailaor enamorado de Michael Jackson

Cuenta la leyenda familiar que acostumbraba a ver bailar a sus padres entre bambalinas, hasta que una noche en Berlín se arrancó por bulerías. Acababa de cumplir cuatro años, y ni su madre, la gran Rosario Montoya, se lo esperaba. Tras esos primeros aplausos robados, Farru (Sevilla, 1988) debutó oficialmente en la sevillana Alameda de Hércules acompañando a su familia, en uno de esos espectáculos que se mantienen puros frente al paso del tiempo. ?Por el flamenco no pasan los años, se transmite de forma natural de generación en generación. En mi caso aprendí a andar al tiempo que a bailar, pero también me gustaba el colegio. Mi familia viajaba demasiado, tanto que un día el maestro me dijo que tenía que elegir: si seguía recorriendo el mundo, no podía estar a la altura de lo que se esperaba de mí en los exámenes. No me arrepiento, aunque me hubiera gustado seguir un poco más. Ahora doy clases de inglés. La gente que viene a vernos no quiere encontrarse con Barisnikov, quiere empaparse de baile por soleá?, aclara el bailaor. Con apenas 18 años ha sido fotografiado por Richard Avedon y ha compartido escenario con Beyoncé. A pesar de ello, el flamenco no lo es todo en su vida. ?Cuando salgo a bailar me visto de flamenco, pero soy un chico como los demás; me gusta ir de juerga y me encanta ver bailar a Michael Jackson, no me creo todas esas cosas que dicen de él. Simplemente quiere estar con los niños porque le robaron la infancia?. Tampoco su niñez ha sido como para tirar cohetes de alegría. Un infarto mató a su padre cuando todavía él era un niño, y su hermano mayor, Farruquito, tuvo que tomar el testigo de la dinastía y cuidar de los tres críos pequeños. Los problemas con la ley de su hermano mayor han acelerado el camino de Farru al estrellato: ?¡Gracias a Dios que nos queda el flamenco!?Antonio Fernández Montoya, nieto de Farruco, estrena ?Al natural? con José Maya y Barullo, un espectáculo de baile y toque flamenco.

SON DE LA FRONTERA Raíces poco exploradas

Empezaron como grupo de acompañamiento de Martirio, pero en la trastienda encontraron que podían hacer algo juntos. Raúl Rodríguez, hijo de la cantante y músico de Kiko Veneno, se hizo mayor escuchando la corriente eléctrica que representaron grupos como Veneno o Pata Negra. En uno de los viajes de su madre a Cuba le encargó un tres cubano, un instrumento que tiene una base andaluza poco explorada y que él parecía dispuesto a desarrollar, como antropólogo y como músico. ?Los guajiros del campo eran andaluces llegados para hacer las Américas; de ahí la raíz andaluza de la música guajira?, aclara el músico. Su escuela musical no desentonaba con la que representaba el resto del grupo, formado por artistas de Morón de la Frontera (Sevilla), entre los cuales se cuentan dos sobrinos-nietos del guitarrista Diego del Gastor, creador de una escuela de toque, y decidieron unir sus destinos. Cruce de caminos entre Cádiz y Sevilla, refugio de bandoleros y punto de contacto de la cultura underground ?Nazario fue maestro en uno de sus colegios?, la escuela de Morón brilla con luz propia. La búsqueda de las raíces y la utilización de un discurso musical autóctono han marcado la trayectoria de Son de la Frontera, un grupo poco usual dentro del flamenco donde suelen mandar los cuadros. Al ritmo que marca el diálogo entre el tres cubano y la guitarra flamenca, conjugan los temas clásicos ?transmitidos de casa en casa? con composiciones propias que beben del mismo estilo. Juegan a ser fronterizos, lo que significa no pertenecer a ningún lado, pero sí a todos, y por eso eligieron la cal como título de su nuevo trabajo. De la sierra de Ronda procede la cal que blanquea las paredes de media Andalucía, y a ellos les gusta pensar que la ruta de los caleros pudo ser también una ruta de transmisión del cante. ?Cal?, su nuevo trabajo discográfico, ahonda en el toque de Morón de la Frontera. El grupo lo componen Raúl Rodríguez (tres cubano y percusión), Paco de Amparo (guitarra flamenca), Pepe Torres (baile, compás y percusión), Moi de Morón (cante y compás) y Manuel Flores (compás).

DIEGO AMADOR. Rasguear el piano

Dos cosas han marcado la vida artística de Diego (Sevilla, 1973), el menor de la saga liderada por Raimundo y Rafael Amador: los discos de Chick Corea y Herbie Hancock que sus hermanos le regalaron después de uno de sus viajes con Pata Negra, y un viejo órgano Hammond que su padre llevó a casa. Los discos le iniciaron en el mundo del jazz, y durante un tiempo se alejó por completo del flamenco, hasta que comprendió que aquella música podría enriquecer sus raíces. Con el piano también fue un flechazo. Churri, como le llaman sus amigos, acarició el teclado y se puso a tocar. No hubo clases de solfeo ni partituras. En la familia Amador, todos son autodidactos. Al cabo de tantas vueltas, el músico encontró su camino junto a un instrumento que se adapta bien al flamenco y que él toca como si rasgueara la guitarra. Acompañó a sus hermanos, La Susi y Tomatito, hasta que un disco, ?Patita negra?, confirmó su pasión por el jazz. Otros trabajos en solitario le colocaron en la lista de los mejores. Toca también la guitarra, canta y hace percusión. Hace tiempo que abandonó el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas, y con él las farras de drogas y borracheras. En un pueblecito de Huelva, donde vive con su mujer y sus dos hijos, ha encontrado la tranquilidad. Por fin ha podido comprarse un piano, y entre potaje y potaje prepara su nuevo CD. Le sigue gustando el jazz y el flamenco salvaje, aquel que no se puede remediar. Ultima su cuarto disco, en el que, además de tocar el piano, canta composiciones propias y de Carlos Lencero. ?Piano jondo? fue su anterior trabajo.

MARINA HEREDIA Una voz para cantarle a la Alhambra

A los 12 años quería ser bailaora, pero crecía ?demasiado seca, muy blanca y muy tímida?. Fue su padre, el cantaor Jaime Heredia, ?El Porrón?, quien le habló claramente para que retomase el cante. A la familia de Marina (Granada, 1979) se la conoce como la de Los Faraones, un apodo que define el abolengo de una raza dedicada al arte, aunque eso suponga que algunos parientes hayan perdido la voz tras años de fatigas en los tablaos. Siguiendo esa tradición, Marina entró muy joven en el mundo de los discos y a punto estuvo de estrellarse. Con su primer trabajo, ?Me duele, me duele?, pasó ?de pisar la alfombra roja a que no me cogieran el teléfono en la discográfica?; por eso se tomó su tiempo para editar su nuevo trabajo, un disco autoproducido con el que reaparece musicalmente. Alberti o Bergamín suenan en forma de tangos, seguiriyas, bulerías o tarantos gloriosos en la voz de esta cantaora. Eligió personalmente ?El tango de las madres locas?, de Carlos Cano, y el poema de Alberti ?La balada del que nunca fue a Granada?, y es que Marina no se siente únicamente cantaora, sino una ciudadana que ve cosas que no le gustan. Se explaya también en el tema taurino ?El paseíllo?, dedicado a su marido, el torero Pedro Pérez Chicote, con el que tiene un hijo. Desde la ventana de su casa se divisa el paisaje de la Alhambra, una imagen insustituible cuando se encuentra fuera de la ciudad. Publica su segundo disco en solitario, ?La voz del agua?.

NIÑO JOSELE Esclavo de la guitarra

Cuando no actúa se pasa el día tocando la guitarra. Niño Josele (Almería, 1974) sostiene que la inspiración llega trabajando. Todo en la vida de este genial guitarrista lo ha conseguido a base de tesón. Su toque suena con la fuerza de la técnica y unos gramos de sensibilidad. Ése es el secreto de este músico que ha tocado para la plana mayor del flamenco y del rock. De todos habla con cariño, pero cuando se refiere a ?el maestro? quiere decir Paco de Lucía. Aunque Paz, el disco en el que versiona a Bill Evans, ha significado un éxito sin precedentes en su carrera, su actitud no se ha modificado ante el trabajo. Su relación con Javier Limón o Fernando Trueba le ha descubierto el jazz, un sonido que ha enriquecido su corazón. ?Lo del jazz resulta tan complicado como el flamenco: nosotros improvisamos sobre la estructura, y ellos, sobre la melodía?. Todo lo que escucha lo guarda ?en el disco duro? para rebobinar cuando se encierra en el estudio. ?Los momentos de gloria se acaban cuando bajo del escenario. Al hotel o al aeropuerto llego solo, sin los aplausos. A mí me ha ido muy bien, pero no quiero que mi hijo sea un esclavo como yo?. Lleva una guitarra ?creada para él tras nuevos estudios de afinación? que se comercializará con su nombre, pero no le da importancia. ?El maestro? le ha enseñado a ser humilde. Guitarrista de Paco de Lucía, Enrique Morente y Andrés Calamaro, y autor de ?Paz?.

ARCÁNGEL Pasión de cantaor

No ha querido Arcángel decidirse nunca por los extremos. Sus directos suelen mezclar las melodías de siempre con ?cosas nuevas?, y, en buena medida, ésa ha sido la filosofía que ha aplicado a su tercer trabajo discográfico. Buscaba esta vez un letrista que fuera capaz de transmitir emoción al hablar de las cosas del corazón, alguien con un humor muy llano y un léxico popular, y lo encontró en Isidro Muñoz. Como ejemplo, el cantaor ?cuya voz recuerda la de un jovencísimo Antonio Molina? escoge esta letra del tema 9 de Ropa vieja: ?Cuando amuebles los altos salones / de tus sentimientos, / si te cuesta saber dónde poner los míos, / déjalos fuera, no los lleves adentro?. Francisco José Arcángel Ramos (Huelva, 1977) no tiene antecedentes flamencos. No ha vivido el flamenco en su casa, pero lo ha sentido en las calles y en las fiestas. ?Con el fandango de Huelva tenemos una riqueza musical que forma parte de nuestra cultura más cercana?, añade. Creció escuchando a la gente que le animaba a presentarse a concursos porque cantaba muy bien, y a los 10 años ya estaba ganando premios de fandangos. Siguió cantándole, para bailar, a grandes figuras, hasta que le creció la barba y se le metió dentro el gusanillo del escenario. En esa edad en la que uno debe tomar decisiones optó por seguir adelante ?con rigor e imaginación?, y no se arrepiente. Hace tres meses abrió con otros artistas un taller flamenco donde imparte clases, algo que le resulta tremendamente beneficioso desde el punto de vista técnico: ?Es mucho más aburrido encerrarse en casa a practicar?. ?Ropa vieja?, producido por Isidro Muñoz.

DIEGO DEL MORAO El toque de Jerez

En el contestador del móvil de Diego del Morao (Jerez, 1978) se escucha este mensaje: ?Llámame si tienes un bautizo, una boda o una comunión, o si eres un festival?. Hijo de Moraíto Chico y descendiente de una de las sagas de tocadores más importantes de Jerez de la Frontera, este guitarrista tiene el honor de representar a la cuarta generación de artistas. A la vera de su padre aprendió los primeros toques de la guitarra. No hizo falta que se sentaran juntos ni que le dijera cómo tenía que hacer las cosas, bastó con estar cerca de él para impregnarse de jondura. A los 17 años debutó sin nervios y ?con picadores? acompañando a La Macanita, quien tampoco había alcanzado la mayoría de edad. Lleva con gala también haberle tocado a La Negra, La Paquera y El Sordera. Niña Pastori, Mercé o Diego Carrasco han fundido también sus voces con los ecos de su guitarra, y ahora acompaña a uno de los cantaores más grandes del momento, Diego el Cigala, con el que recorre el mundo conjugando el bolero con los fandangos. ?He tenido el atrevimiento de meterme en ese mundo?, aclara. Con sus antecedentes no sorprende que a los 28 años presuma de cuna y de ?vivir en flamenco?, una manera de sentir difícil de entender si uno no conoce una ciudad donde ?vives metido en una bulería constante?. En el tiempo que le dejan libre las galas prepara el que será su primer disco en solitario; pero si, como dicen los enterados, uno no es un verdadero flamenco hasta que no nace su doble en Japón, Diego del Morao ya ocupa su lugar en el firmamento gracias a Moraíto de Tokio.

MARIO PACHECO Descubridor de talentos

Su pasión por la música y su trabajo como fotógrafo para las portadas de los discos le facilitaron el acceso a una generación que en los sesenta empezaba a fundir el flamenco con otros sonidos. En 1982, cuando Mario Pacheco creó la discográfica Nuevos Medios, la movida concentraba toda la atención de la prensa, pero en el sismógrafo de esos años, la explosión creativa alcanzó también al flamenco. Vilipendiado o mitificado, el género no atravesaba su mejor momento, pero esos años contribuyeron a que ?se perdieran los complejos y se reconociera una música que, en algunos aspectos, no acababa de estar bien considerada, ya que se la identificaba con el régimen que se extinguía?. El terreno del flamenco-pop era una vía sin explorar, por lo que Pacheco decidió concentrar parte de sus esfuerzos en esos sonidos. Pata Negra solía frotarse las manos con jamón antes de actuar. Grabaron Blues de la frontera y otros discos memorables, pero la adicción a la heroína de Rafael Amador acabó con el grupo. Casi al mismo tiempo se añadía al catálogo de la discográfica independiente el grupo Ketama, que ha pasado a la historia por derecho propio. Con importantes éxitos, muchos premios y algunos altibajos, pocas cosas parecen haber cambiado en estos 25 años en el despacho de Mario Pacheco, situado junto al Retiro madrileño. Para el siglo XXI apuesta por un flamenco más musical y por la aventura que representan discos como el último de Pepe Habichuela y los Bollywood Strings, o la recuperación de cantaores como Chocolate.

JAVIER LIMÓN Gloria bendita ?pa? ti

En Huelva, la tierra donde se crió Javier Limón (Madrid, 1973), hasta el panadero cantaba por fandangos. Educado en esa escuela, se trasladó a Madrid para cursar estudios de piano en el conservatorio. Con las partituras bajo el brazo se acercaba a la puerta de Casa Patas a completar su formación jonda; pero hasta que desembarcó en Nueva York no entendió la universalidad de la música que le había comido el corazón. Flamenco hasta la médula, fundó Casa Limón, un sello discográfico y un laboratorio en el que se fraguan cada día nuevos experimentos, sobre la base de la multiculturalidad y las raíces propias del género. Niño Josele, Calamaro, Paco de Lucía, Ramón Porrina, Alain Pérez y Horacio el Negro suelen pasar por su estudio. Ellos forman ?la familia?, y son los responsables ?del sonido de la casa?. Dedican muchas horas a investigar y a escuchar tanto batucas como seguiriyas. Frente al piano que usa Bebo Valdés recibieron a Jerry González al poco de aterrizar en España. Allí grabaron ??en dos noches de borrachera?? el primer disco de Los piratas del flamenco. Limón, al que sus amigos llaman Barriga Blanca, sigue la filosofía que le enseñó Fernando Trueba: un buen disco debe tener los mismos ingredientes que un filme; un argumento claro y un desarrollo lógico. Es productor de Cositas buenas, de Paco de Lucía; Lágrimas negras, de Bebo y El Cigala; El pequeño reloj, de Enrique Morente, y Paz, de Niño Josele.

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