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Un juez británico califica de criminal un ataque de fuego amigo

Un soldado del Reino Unido murió en un bombardeo de EE UU en el sur de Irak

Un juez británico concluyó ayer que la muerte de un soldado del Reino Unido en Irak bajo fuego amigo estadounidense fue "un acto criminal", porque los pilotos que acabaron bombardeando aquel convoy no tomaron todas las medidas a su alcance para verificar si se disponían a atacar fuerzas iraquíes o aliadas. El Departamento de Estado rechazó las conclusiones del juez británico e insistió en que se trató de "un terrible accidente".

El ataque ocurrió en marzo de 2003 en Basora y como consecuencia murió el cabo lancero Matty Hull, de 25 años, y resultaron gravemente heridos otros cuatro soldados británicos. La grabación de las conversaciones entre los pilotos estadounidenses y sus mandos en tierra fue divulgada semanas atrás por el diario británico The Sun, lo que permitió que fuera utilizada públicamente en el juicio. El Ministerio de Defensa británico había tenido acceso a la misma, pero se negaba a que se utilizara porque EE UU se oponía a ello.

La transcripción dejó claro que el convoy iba visiblemente marcado como aliado, lo que provocó las dudas de los pilotos de los dos aviones. El mando estadounidense insistió en que en aquella zona había tropas enemigas, por lo que los pilotos decidieron atacar sin llevar a cabo más comprobaciones. El ataque "fue un acto criminal desde el momento en que los pilotos rompieron las reglas de combate al dejar de comprobar de manera adecuada la identidad de los vehículos y buscar el visto bueno antes de abrir fuego", concluye el juez.

"Me ha parecido que no había autoridad legítima para abrir fuego contra el convoy. El ataque al convoy fue, en consecuencia, un asalto. Y fue ilegítimo porque no había razón legal para ello y en ese sentido fue criminal", añade.

La rotundidad del juez en este caso, a pesar de que los pilotos pidieron al menos dos veces aclaraciones a tierra antes de atacar, contrasta con el veredicto exculpatorio con el que hace tan sólo unos días se cerró la investigación por la muerte de un civil iraquí, Baha Musa, mientras estaba bajo custodia británica, en mayo de 2003. Detenido en el hotel de Basora en el que trabajaba, Baha Musa murió 36 horas después con 93 heridas en su cuerpo.

Sin embargo, el tribunal militar británico encargado del caso no encontró ninguna prueba de homicidio y se limitó a condenar a uno de los soldados acusados, que había aceptado la acusación de malos tratos al detenido. Mientras la prensa más a la izquierda pasó de puntillas por el veredicto -pese a haber aireado ampliamente el caso cuando fue denunciado- los diarios más patrióticos se quejaron incluso de que el asunto se llevara hasta un tribunal militar.

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Ayer, la decisión sobre el incidente de fuego amigo abrió muchos informativos y ediciones electrónicas. Más allá del incidente en sí mismo, las críticas de los medios británicos y de la viuda del cabo Hull se dirigían sobre todo a la actitud obstruccionista de los estadounidenses, con la colaboración del Ministerio de Defensa británico, hasta el punto de que éste emitió ayer una nota en la que se declara "muy apesadumbrado por la confusión y el trastorno" provocados por la manera en que ha manejado el asunto de la transcripción de las conversaciones entre los pilotos y con sus mandos en tierra.

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