Desafíos visuales en la oscuridad
La importancia de los 'videojockeys' crece gracias a sus despliegues de imágenes
Una imagen vale más que mil palabras y mil imágenes tanto como una canción. Las imágenes no sólo sustituyen a las palabras, sino que, cada vez con más asiduidad, complementan a la música, especialmente en los clubes, las discotecas y las raves.
La cultura visual, el paisaje de la pantalla, no sólo ha conquistado los andenes del metro, los escaparates de las tiendas o los aseos públicos, sino que ha penetrado en la escena de baile. La figura del dj está ya consolidada. El pinchadiscos es un maestro de ceremonias respetado y asentado en la cultura de club, un profesional de la noche que puede llegar a cobrar 24.000 euros por sesión, como Carl Cox, o a atraer a 3.000 personas con liderar el cartel de un evento, como Jeff Mills. Sin embargo, cada vez más, en la búsqueda del espectáculo nocturno, los clubes están apostando por los videojockeys.
Cada vez proliferan más los festivales donde la imagen tiene tanta importancia como la música
Los 'loops' pueden consistir en imágenes abstractas: figuras creadas por ordenador
El vj pincha imágenes al ritmo de la música electrónica o el hip-hop en la pantalla o las pantallas de las discotecas. El auge del vj también ha sido favorecido por el abaratamiento y la reducción del tamaño de su material de trabajo: ordenadores portátiles, DVD, proyectores, mesas de mezcla e incluso cámaras que enfocan al público o al dj. El videojockey, que normalmente es un chico de entre 25 y 35 años, suele trabajar, pues, con su propio equipo, que cuesta unos 5.000 euros y, lo más importante, con su propio material visual.
Las proyecciones se basan en loops, su unidad mínima de imagen, que duran entre 10 frames (0,4 segundos) y medio minuto. Esta materia prima es como las notas para el músico o los pigmentos para el pintor. Los loops pueden consistir en imágenes abstractas: figuras creadas por ordenador, efectos visuales, etcétera, o imágenes reales. La mayoría de los vj optan por combinar ambos tipos. Las imágenes reales proceden tanto de extractos de documentales, anuncios o películas (los reputados Addictive Tv y Coldcut trabajan con filmes de acción como James Bond) como de metraje o fotos hechas por el propio vj.
Antes de una sesión, el vj escoge, transforma o adapta su batería de loops, que puede ser de 10.000. Durante la sesión sincronizará casi perfectamente el tempo de la música con la proyección frenética de las imágenes cargadas en el ordenador. No sólo secuenciará los loops a tiempo real, sino que los mezclará y los alterará con diversos efectos.
Normalmente, el vj intenta provocar, crear emociones fuertes, ya que es consciente de que el público, excitado por la música, el alcohol o las drogas, no prestará mucha atención a su especie de videoclip improvisado. "Una cara es mucho más potente visualmente que 20.000 puntitos animados por motion graphics", confiesa David Sala, de Lectrovision, una escisión del importante grupo catalán Telenoika. Por eso utilizan imágenes reconocibles (más que abstractas) y asociaciones desafiantes. Óscar Testón consigue abucheos proyectando una foto de Aznar y escalofríos con instantáneas de uñas mordidas; y VJ Pa||se (Pause) exalta a la masa simultaneando imágenes del Rey y de un atentado terrorista.
El vj asume que su papel es menor que el del dj, pues ha de someterse a la inspiración impredecible del discjockey al que rara vez conoce antes de una actuación conjunta. Una sesión suele durar unas seis horas, por la que reconocidos vj como los de Lectrovision o Pa||se cobran 200 euros (en la mejor sala para videojockeys de España: The Loft, en Barcelona). VJ Pa||se (Eloi Maduell, un informático de 31 años que incluso se diseña sus propios programas para pinchar) es el flamante ganador del concurso internacional VJology. Pa||se reconoce, al igual que la mayoría de los videojockeys, que la escena nocturna es desagradecida para quien tiene unas pretensiones artísticas o comunicativas, pues ni el público ni los dueños de las salas son sensibles a esas voluntades. Desde hace tres años, Pa||se y otros miembros de Telenoika expresan su compromiso social haciendo "ataques visuales" en centros comerciales o fachadas de bancos donde proyectan vídeos subversivos y de protesta en furtivas sesiones nocturnas de 15 minutos. "Son como una especie de graffiti virtuales no permanentes", explica.
David Sala, quien forma Lectrovision junto a Jordi Pont, también asegura que las escasas remuneraciones y las penosas condiciones de trabajo de la mayoría de los vj en España (peores que en Alemania o el Reino Unido) han provocado que "el fenómeno aumente en cantidad pero no en calidad". Lo que sí que ha mejorado en los últimos años es la comunicación entre la comunidad de vj. Internet (donde pueden descargarse o comprarse tanto loops como el software necesario para ponerlos en acción) les ha conectado. La página web www.vjspain.com, creada hace dos años por Óscar Testón, hoy es el gran punto de encuentro de los videojockeys de habla hispana. "Hemos pasado de 10 usuarios y 10 visitas al mes a más de 600 usuarios y 2.000 visitas diarias", cuenta Óscar.
También están proliferando los festivales de vj en los que la imagen tiene tanta importancia como la música. El pionero fue el catalán VideA, celebrado de 2000 a 2003. El año pasado, Sevilla fue la sede de un encuentro internacional de vj (LUX2006), y este año, del 13 al 17 de febrero, el Matadero de Madrid ha acogido la segunda edición de REC, donde los más famosos vj del mundo, como Light Surgeon, Hexstatic o Vj Anyone, obraron el excitante milagro de hacer visible la música.
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