"Nadie puede cuestionar mi dignidad"
Carolina Hernández se autodefine como "trabajadora del sexo" y se queja de su vulnerabilidad en las calles de Villaverde (Madrid) en las que trabaja. Por culpa, cree, de que no haya leyes que le concedan ningún derecho. Es ecuatoriana. Llegó a Madrid en 2000, "de paso por Italia" y aquí se quedó. Trabaja de camarera, de relaciones públicas en una discoteca y como prostituta.
"Yo he escogido libremente lo que hago, y no hay nada indigno en la prostitución", afirma. "¿Quiénes son estas parlamentarias para decir algo así? Nadie puede cuestionar mi dignidad. Estamos cansadas de tanto paternalismo, de que hablen por nosotras, avergonzadas de estas conclusiones. Ni siquiera se nos ha escuchado. Me parece muy bien que luchen contra el tráfico de mujeres, que lo combatan, pero que nos dejen a las demás vivir en libertad, hacer lo que queremos y que no nos nieguen derechos, ni nos manden a guetos que nos hacen vulnerables. Sólo pedimos que se respeten nuestros derechos fundamentales".
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