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Entrevista:DARÍO VILLALBA | Pintor

"Fagocito lo que me perturba"

Andrea Aguilar

Usa fotografías, propias o ajenas, como grandes lienzos que transforma con trazos, brochazos o huellas de barniz. Fotos que vela y desvela, que emulsiona, encapsula, fragmenta y modifica. A Darío Villalba (San Sebastián, 1939) le gusta intervenir. Subrayar. Crear. Y las entrevistas no son una excepción a la regla: "Por qué, por qué, por qué... A un artista nunca hay que preguntarle eso", advierte.

Un inoportuno ataque de ciática le lleva a optar momentáneamente por la silla de ruedas como transporte, ahora que ha superado "el vacío, el vértigo y el miedo" que le produjo la mera idea de abordar la revisión de su pasado. Ayudado por la comisaria María Luisa Martín de Argila, Villalba ha echado la vista atrás. Sobre 50 años de trabajo. Sobre más de 2.050 obras. "La verdad es que pensaba que había hecho mucho menos", admite.

"La obra es el campo de batalla que expresa contradicción y armonía"
"En Nueva York empezó mi peregrinar por el alma de los santos de la calle"

Tras el ingente trabajo de recapitulación -que describe como "cruento"-, ha logrado destilar cerca de 80 piezas de su producción, desplegadas desde ayer en la muestra Darío Villalba. Una visión antológica 1957-2007 del Museo Nacional de Arte Reina Sofía. Una exposición antológica, que no retrospectiva, como subraya este artista que reniega "del aburridísimo concepto del orden cronológico". "La perspectiva de la que hemos partido ha sido creativa, rigurosa y concienzuda. Hemos tenido que amputar muchísimo. He mirado hacia dentro y me he situado en el now, en el ahora, aunque siga siendo el mismo adolescente que expuso por primera vez a los 18 años".

Descendiente de la Institución Libre de Enseñanza -hijo del diplomático Luis Villalba y Josefa Flórez- este artista que llegó a ser olímpico y campeón de patinaje artístico -"casi como ser torero en Estocolmo"-, se crió entre Dublín, Madrid, Filadelfia y Boston. Muy pronto tuvo clara su vocación y fue un destacado alumno de San Fernando donde hoy es académico. "En Nueva York, con 20 años, me pareció más llamativa la exageración del ser humano, el cansancio, la angustia o una carcajada que la desmedida trivialización", recuerda, "empezó entonces mi peregrinar por el alma de los santos de la calle, por mi propia alma". Algo de esto intuyó Andy Warhol en la obra temprana de Villalba al calificarle como un artista pop soul. "Maté al padre y le insuflé espíritu a la industria pop, a los grandes muñecones de cartón piedra", reflexiona.

Chaperos, dementes y enfermos forman parte de la singular familia que Villalba ha convocado en esta exposición. En sus miradas ha encontrado "ternura sin límites", el "estupor de la juventud ante la muerte" o retadores envites. "Fagocito lo que me perturba para expulsarlo de forma punzante. Es un diálogo conmigo mismo y con la retina, algo más inocente, del espectador".

Villalba repasa en esta muestra los distintos caminos emprendidos. Desde la radiografía de un beso hasta su reciente incursión en la fotografía en color. Imágenes coloristas que repite para subrayar la redundancia y "crear eco". En las salas expone formas redondas y "maternales" que acompañan retratos de chaperos londinenses en dos grandes dípticos; las obras de pintura bituminosa antisonora de efecto "orgánico"; o su trabajo sobre Castilla, que le llevó a recoger kilos de cascotes para pegarlos a un lienzo exhibido junto a la fotografía del propio suelo. Villalba descubre incluso su diario íntimo visual, al mostrar parte de los documentos que construyen su imaginario.

"Las obras son el campo de batalla donde se expresan la contradicción y la armonía. El cuadro soporta más tensión que la propia realidad. Mi obra fluye como una herida abierta clínicamente", asegura. Así que él no teme el drama y apuesta por el mate y la tosquedad de la trama fotográfica. Le gustan los "revelados crudos para luchar, para incorporar pequeñas interferencias que dan calor a la imagen".

Pintura y fotografía son los dos reversos de la moneda con la que trabaja. Ambas, sentencia, "son mentira". Mentira porque detienen un tiempo que siempre está en movimiento, un tiempo que Villalba ha revuelto en las sucesivas visitas que ha emprendido sobre muchas de sus obras.

Concibe su nueva exposición como un retrato. Ni hablar de mosaico. Lo que estas impactantes piezas enseñan son "distintas intensidades". Los dos autorretratos que flanquean al visitante al comienzo del recorrido enfatizan esta postura. Enfrente resucitan las fotografías recortadas convertidas en objetos tridimensionales que levitan. Son los impactantes "encapsulados" que mostró en el Madrid de los setenta. "Pueden ser una horca o un altar. Yo lo resuelvo con la idea de la redención. En mi obra no hay desmadre".

Darío Villalba posa ante imágenes de su serie <i>Encapsulados.</i>
Darío Villalba posa ante imágenes de su serie Encapsulados.EFE

PINTURA FOTOGRAFIADA

Darío Villalba nació en San Sebastián en 1939

En 1952 conoció al poeta Jorge Guillén que alentó su vocación

Su obra se encuentra en las colecciones del MoMA y el Metropolitan

Es miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando desde 2001

La exposición del Reina Sofía reúne cerca de 80 piezas y estará abierta hasta el 13 de mayo

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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