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Reportaje:

La utopía realizada

Pierre Boulez dirige al Ensemble Intercontemporain en la apertura del Museo de la Música de Barcelona

Al acontecimiento cultural de primer orden que están suponiendo las representaciones en el Liceo -la última, el jueves- de Boulevard Solitude, de Hans Werner Henze, se ha sumado otro en Barcelona no menos destacado: la actuación del Ensemble Intercontemporain, dirigido por su alma, Pierre Boulez, el domingo en el Auditorio, con motivo de la apertura del nuevo Museo de la Música. Cada actuación de este músico total, nacido en Montbrison, departamento del Loira, en 1925, al frente del grupo que fundó en 1975 es una nueva afirmación del estatuto público del compositor contemporáneo y de cuánto se le demanda a partir de la segunda mitad del siglo XX.

El Ensemble Intercontemporain está íntimamente ligado al Ircam, el instituto para la investigación musical y acústica creado por el presidente Georges Pompidou en 1969 y encargado a Boulez. El músico comprendió algo hoy generalmente asumido, pero en aquel momento nada evidente: el camino de las vanguardias debía ir de la mano de la investigación acústica. Para dar a conocer esa música que exploraba límites nunca hollados, Boulez necesitaba crearse un instrumento ad hoc que asumiera de lleno el compromiso con el público. El Ensemble Intercontemporain es justamente eso: rigor al servicio de la última creación.

Hay todavía otra faceta que le ha reportado más fama a Boulez: la dirección de orquesta. Su rompedor Anillo del nibelungo, con Patrice Chérau, en Bayreuth, en 1976, por las celebraciones del centenario de la obra wagneriana, marcó época. Al año siguiente sucedió a Bernstein en la titularidad de la Orquesta Filarmónica de Nueva York. Aunque su influencia sigue siendo mucha, en 1992 dejó la dirección del Ircam para consagrarse por entero a la dirección y la composición.

Justamente en este doble papel recaló en el auditorio barcelonés con un programa radical. En primer lugar, las Integrales, de Edgard Varèse (1883-1965), obra de 1925 para 13 instrumentistas de viento y cuatro percusionistas, que a partir de una pequeña célula rítmico-melódica investiga la dimensión espacial de la música. Siguió Dérive, del propio Boulez, una pieza para seis instrumentistas, de 1984, que traza un arco con la obra anterior, pues también aquí el fragmento infinitamente variado se proyecta sobre distintos planos sonoros. Cerró la primera parte el Concierto de cámara (1969) del recientemente desaparecido György Ligeti, que ya desde el título anuncia revoluciones por la contradicción en términos que implica.

La segunda parte estuvo íntegramente consagrada a Sur Incises (1996), del propio Boulez, a partir de una obra anterior suya para piano. Antes de que sonara la música impresionaba plásticamente la disposición instrumental: en el centro, tres pianos de gran cola flanqueados por tres arpas; por detrás, tres percusionistas. Obra de repeticiones rítmicas, martilleos, industrialismo y a la vez cierto ambiente wagneriano, como de forja de Mime.

Ver dirigir a Boulez estas piezas es sencillamente hallarse frente al compromiso moral y social del músico contemporáneo. Es decir, constatar la utopía realizada.

Pierre Boulez.
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