_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Contra el relativismo

Lluís Bassets

Construir Europa es difícil. Han pasado 50 años del Tratado de Roma y basta ver qué poco se ha avanzado. Si apenas sabemos hacia dónde ir en el futuro, más difícil se nos hace construir una idea común sobre el pasado de un continente lleno de cicatrices de todas nuestras guerras inciviles. Las memorias son múltiples y escindidas y más plurales que las lenguas y las culturas. El trato político que recibe el pasado también es múltiple y contradictorio. Hay países donde está penado con cárcel negar el Holocausto, otros donde no se pueden utilizar símbolos nazis y fascistas, y otros más donde hay una creciente presión para extender esta prohibición a los símbolos comunistas. Las fechas que para unos son de liberación para otros pueden ser de una opresión redoblada, como se ve en las conmemoraciones de la derrota del nazismo.

Más información
27 países distintos y ¿una sola historia?

El pasado es un fardo oscuro que aparece en la puerta en cuanto uno se descuida. De ahí este doble movimiento de atracción y repulsión que suele producir en las gentes. Hablemos sólo del futuro, nos decimos, mientras los ojos se nos van hacia ese bulto inquietante. Lo demuestra una reciente crisis diplomática entre Croacia e Italia con motivo de hechos sangrientos todavía poco estudiados que se remontan a 1945. O el debate sobre el genocidio armenio en Turquía. Y tantos otros.

Por eso tiene interés que los historiados europeos se propongan escribir un manual común. Ante todo, porque no podrá versar sobre mitos ni memorias colectivas, ni será una historia mimética de los viejos relatos sobre cada unas de las naciones de Europa, es decir, una historia nacionalista pero de una nueva e inaprensible nación. Al contrario, deberá ser una historia de hechos, basada en la presunción imprescindible para el conocimiento de que sólo hay una verdad de los hechos. Después habrá que pensar en un manual de historia que desborde Europa y junte, por ejemplo, las dos orillas del Mediterráneo, algo todavía más difícil. Tareas así, y no la teología ni la imprecación, son los auténticos y eficaces caminos contra el relativismo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_