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ECONOMÍA
Columna
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Algunas historias de patriotismo económico

Joaquín Estefanía

Las empresas y la política.

AÚN NO ES FÁCIL distinguir cuál será el final de la estructura accionarial básica de Endesa, tras tantas operaciones superpuestas. ¿Qué sorpresas quedan por ver a sus clientes, accionistas y trabajadores, y al resto del personal? Desde la presentación de la primera OPA por parte de Gas Natural, siempre hemos tenido la sensación de entrever el nudo de la obra, pero no su desenlace.

Los gobiernos del PP frustraron fusiones empresariales como las de Endesa y Gas Natural, Endesa e Iberdrola o Gas Natural e Iberdrola. En 2006, España mejoró posiciones en el índice de libertad económica del mundo

Mientras los bancos de negocios y los despachos de abogados y de comunicación multiplicaban sus resultados a cuenta de Endesa, los poderes públicos metían la cuchara tratando de determinar la propiedad de la antigua eléctrica pública. Ha intervenido el Gobierno español, pero también el italiano y no menos el alemán, defendiendo a su campeón nacional. Casi todo previsible en un mercado desigualmente liberalizado (o desigualmente regulado) como el europeo, con diferentes reglas del juego en cada país. Más sorprendente es la extraordinaria sensibilidad del PP ante las distintas jugadas; es el único que no ha cambiado, pues siempre se ha manifestado a favor de la solución E.ON. ¿Por qué?

Si no fuera tan dramático, aquí se podría desarrollar una analogía con lo que en política ha sido el caso De Juana Chaos: los discursos de los dirigentes del PP a favor de la libertad económica de las empresas privatizadas poco tienen que ver con sus hechos.

En el libro España: la segunda transición, compendio de la ideología de un neocon castizo que buscaba un nuevo modelo de transición para nuestro país, Aznar escribe: [el Estado] "Debería ser extraordinariamente cuidadoso para no interferir en los procesos productivos, privilegiando a unas empresas o sectores en perjuicio de otras y otros". Pero cuando luego gobernó hizo lo contrario: cambió el sector público empresarial por un sector privado gubernamental al servicio del PP, del que el desiderátum fue el intento de crear un grupo mediático multimedia alrededor del cash flow de la Telefónica, que presidía su amigo de pupitre Juan Villalonga, con prensa, radio y televisión de pago y en abierto. Es importante recordar esto ahora que Aznar se ha convertido en miembro del Consejo de Administración de News Corporation, el gigantesco conglomerado mediático conservador propiedad del magnate australiano Rupert Murdoch.

En la primera legislatura del PP -para hacer la comparativa con los años de ZP en el Gobierno-, el PP sustituyó a los presidentes de empresas como Argentaria, Repsol, Telefónica, Tabacalera, Iberia, Aldeasa, Cajamadrid, Endesa, Aceralia o Ebro. ¿Hace falta aportar sus nombres para demostrar su cercanía a la derecha política? Los gobiernos de Aznar frustraron al menos seis operaciones empresariales significativas: Endesa y Gas Natural (1999), Endesa e Iberdrola (2000), Salcai y Uninsa (2000), Unión Fenosa e Hidrocantábrico (2000), Iberdrola y Berruela (2001) y Gas Natural e Iberdrola (en 2003).

Hace pocos días, en la sede de Faes, la fundación que preside Aznar, se presentó el Índice de Libertad Económica (ILE) que todos los años, desde hace 13, elaboran la estadounidense Fundación Heritage y The Wall Street Journal. Lo hicieron dos de los economistas neoliberales más solventes de este país: Carlos Rodríguez Braun y Francisco Cabrillo. Se puede estar de acuerdo o no con ellos, pero hay que leerlos. Pues bien, durante 2006, España ha pasado del puesto 33º al 27º en cuanto a libertad económica en el mundo, superando, por ejemplo, al resto de los países del área mediterránea como Francia o Italia. Es decir, ha mejorado en este terreno respecto a las dos legislaturas en que gobernó el PP. De las 10 variables que contempla el ILE, España sólo está por debajo de la media en presión fiscal, gasto público o mercado de trabajo, pero está por encima de ese grado medio de libertad económica en las limitaciones a la actividad empresarial, respeto a la propiedad o libertad para realizar inversiones.

Éste es otro ejemplo de cómo el ruido de la propaganda impide el debate de la realidad.

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