Robar desde dentro
El rico patrimonio bibliográfico español siempre ha atraído a los enemigos de lo ajeno que no han dudado en mutilar o expoliar los libros antiguos para obtener importantes beneficios económicos. El Beato de Liébana, de la Seu de Urgell; las Introducciones Latinae, de Nebrija de Cantabria; el Antifonario, de Ripoll; manuscritos del Monasterio de Montserrat, o el robo, en diciembre de 2006, de 90 libros del siglo XVI al XVIII de una parroquia de Alcoy, son ejemplos de esta práctica que muchas veces se realiza desde dentro de las instituciones, o con la colaboración de personas que están en ellas.
Son casos como el del canónigo de la catedral de Cuenca, procesado en 1981 por robar 708 volúmenes y 37 manuscritos, y vender tres de ellos a la Biblioteca Nacional. O el del lector habitual de la Biblioteca Nacional, que en 1988, tras inventariar los fondos, fue acusado de robar 254 libros valorados en 1.000 millones de pesetas. O también el del funcionario del Museo Arqueológico de Barcelona que fue acusado en 2000 de sustraer más de 4.000 piezas arqueológicas y 150 grabados de Piranesi, que arrancaba de los libros. O el del director de la Biblioteca Diocesana de Zamora, condenado en 2001 por hurtar 466 libros, entre ellos una carta náutica del siglo XVI que vendió al Museo Naval de Madrid. En todos esos casos, se trata de personas que, en contacto con este rico patrimonio, han intentado aprovechar la mala gestión de iglesias, archivos y museos donde estaban depositados para comerciar con ellos.
Lo cierto es que hay muy pocas denuncias sobre robos bibliográficos debido, entre otras razones, a la crisis en la compraventa de objetos antiguos, a una mayor sensibilidad de la sociedad sobre esos temas y al hecho de que España empieza a convertirse "de país expoliado a país receptor de piezas robadas", según Tomàs Rabadán, miembro del Grupo de Patrimonio Histórico de los Mossos de Esquadra. "Se cometen robos, pero no todos se denuncian, porque muchas de estas piezas se han adquirido alegal o ilegalmente", añade.
Babelia
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