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Columna
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El día después

Cada mes al menos mil madrileñas menores de 24 años sufren la pesadilla de un posible embarazo. Es una hipótesis aterradora que acecha nada más comprobar que algo ha fallado, seguramente el preservativo. En medio de la noche, quizá dentro de un coche estrecho y con los cristales empañados, a los jóvenes también se le empaña la vida ante la perspectiva de tener un hijo sin tener trabajo, piso propio y, en ocasiones, ni siquiera amor.

La llamada píldora del día después es un antídoto contra el dramático desvío que impone el destino. El gran problema es que la Comunidad no se preocupa lo suficiente de socorrer a estas parejas cuyo sudor templado se transforma en frío en las madrugadas del fin de semana. En primer lugar, no ofrece bastante información sobre los lugares a los que ir en busca de la pastilla. Muchos chicos llaman a hospitales para descubrir que allí no la dispensan o incluso acuden a farmacias que se niegan a venderla (a pesar de que es improcedente alegar objeción de conciencia, ya que no se trata de un fármaco abortivo, sino anticonceptivo).

En la capital existen 14 centros municipales de salud donde se puede encontrar la píldora del día después, pero hay un pequeño inconveniente: sólo atienden de lunes a viernes. ¿Cuándo creen los políticos que tienen relaciones los jóvenes madrileños (y en general la población mundial)? Antes, incluso, de que la burbuja inmobiliaria aplastase a los chavales en los sofás de sus padres, los aparcamientos de las facultades y la Casa de Campo estaban colapsados por coches estacionados pero con los amortiguadores funcionando, con jerséis pillados por la ventanilla tapando los cristales. Toda una sociedad secreta de veinteañeros circulando con las luces apagadas para no molestar a los demás y no ser vistos, saliendo de los vehículos para calzarse y tomar aire, una cofradía de folladores a los que hoy se ha sumado una nueva generación: los treintañeros.

Estas escenas tienen lugar los fines de semana, los días en los que Madrid sólo atiende de urgencia en tres sitios: el Centro de Orientación Familiar de la calle de las Navas de Tolosa para menores de 24 años y residentes en la capital; el Centro Joven de Anticoncepción y Sexualidad, en la calle de San Vicente Ferrer, para chicas de hasta 29 años y provenientes de cualquier lugar de la región; y el Centro de Planificación Familiar de Vallecas, para mayores de 29. Estos tres centros abren los sábados y los domingos, eso sí, en horario de mañana. La píldora poscoital puede tomarse durante las 72 horas siguientes a la relación sexual, pero su efectividad disminuirá a medida que se vaya agotando el tiempo. El sufrimiento de los jóvenes, en cambio, irá en aumento. Esperanza Aguirre debe de pensar que el mejor método anticonceptivo es la abstinencia y que, en caso de que los jóvenes se empeñen en hacerlo, que lo hagan entre semana o que madruguen el finde.

El Centro Joven de Anticoncepción y Sexualidad confiesa sentirse colapsado y su coordinadora y psicóloga, Ana María Mañas, alerta de que la situación en Madrid es preocupante. En la Comunidad, sólo durante el primer trimestre del año pasado, más de 2.600 jóvenes menores de 24 años dieron a luz, de las que casi 600 eran menores de 19. Estos datos los ofreció la semana pasada el estudio Observatorio de Género presentado por Comisiones Obreras.

La mayoría de los embarazos indeseados no se producen por ignorancia. Tanto el problema de las drogas como el del consumo de alcohol por parte de los jóvenes suelen ser achacados a la falta de información. Las autoridades quieren pensar y hacer pensar a los padres que sus hijos son víctimas del desconocimiento. Desculpabilizar al chico supone no aceptar la naturaleza desafiante y transgresora del adolescente, por lo que jamás se le entenderá. Además, creer que el chaval no sabe lo que hace libera a los padres de aceptar que el chico asume voluntariamente los riesgos o que simplemente es un descerebrado, algo de lo que se sentirían irremediablemente culpables.

El drama de los embarazos indeseados se debe, principalmente, a accidentes (aunque siempre hay imprudencias) no a ingenuidades. La información que precisan los jóvenes no es sobre sexualidad, sino acerca de dónde acudir para tomarse la píldora del día después. La que necesita la Comunidad es sobre cuánto y cuándo practican sexo sus ciudadanos.

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