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Columna
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Silencio, les graban

Si es cierto que una imagen vale más que mil palabras, en la era del YouTube el vídeo puede ser el arma más castigadora a la hora de dejar en evidencia personas y situaciones. Ante una prueba visual pocos desmentidos y excusas son posibles, y una pieza suelta, sin todo el ruido de la parrilla convencional, tiene mucha más fuerza que el hecho casual de que la actualidad nos pille tal día cenando delante de la tele.

De todo lo que se ha dicho sobre la esperanza-decepción del plan Barrerras para devolverle la vida al astillero de Fene, me quedo con una desoladora imagen que circula en Internet y que puede que hayan visto: la desbandada de diputados en el Congreso cuando el representante del BNG se dirige al púlpito a hablar de la situación de Navantia y de la propuesta de privatización que ha sido respaldada por unanimidad en el Parlamento gallego. Cuando Francisco Rodríguez intenta hablar, no puede por el ruido que hacen sus señorías al levantarse de sus asientos, no por rabieta o protesta como otras veces, sino para pedir fuego, comentar el Betis-Sevilla o la última diatriba radiofónica sobre el 11-M. Pocos de ellos se quedan a demostrar algún interés por el futuro de la comarca de Ferrol, y entre los que se van podemos contar a varios diputados gallegos del PP y del PSOE.

No hay mucho más que decir ante estas imágenes que pudieron pasar desapercibidas en un telediario, pero están circulando con mucha fuerza por medios electrónicos, blogs de audiencia masiva y docenas de buzones electrónicos. Cualquiera de nosotros puede buscarlas en Google, darle al play y verlas con perplejidad y bochorno respecto a nuestra clase política, además de cierta pena por el diputado del BNG. Si conocemos a alguna de las señorías en fuga, podemos preguntarle si se reconoce y qué explicación convincente tiene. La puesta en evidencia es algo que pocos políticos soportan, y aunque ninguno vaya a dimitir por esta anécdota sin importancia, no debería ignorar que el vídeo ha sido visto ocho mil veces en menos de una semana, que ha indignado a votantes de todos los colores y que hasta en Madrid han flipado con la falta de "respeto a las minorías". Y lo mejor de todo: que nadie lo va a borrar.

Porque lo bueno, o lo malo según para quien, de esta nueva era del vídeo es que su difusión va poco a poco pero nunca se acaba del todo y perdura porque siempre está disponible. Que le pregunten al alcalde de Ortigueira, quien creyó que su aparición en el programa Pocholo Ibiza 2006 no se vería en su tierra, donde muchas casas ni siquiera reciben la Sexta. De hecho, el programa se emitió sin mayores consecuencias hasta que una semana más tarde alguien consiguió colgar en Internet el fragmento donde Antonio Campo disfrutaba de la noche ibicenca alardeando de gaiteiros, chicas y billetes. Cinco meses después, han visto el vídeo 217.000 personas, que es el número de habitantes de Ortigueira multiplicado por 28. Su merecida fama tiene bizarros precedentes, en este caso auditivos, en el alcalde de Negreira y su "purguratorio", o en el ex conselleiro Pérez Varela con Carmiña Burana y Masif Atrac, que circularon por los correos electrónicos de medio país. Sus jefes Fraga y Aznar fueron protagonistas de muchos más momentos estelares, si bien era cierto que a estos les importaba un carajo quedar mal.

Pero a los políticos decentes les suele importar, y mucho, quedar bien. Para las municipales que se avecinan, los candidatos están empezando a usar el llamado vídeo viral promocionando su carrera a las alcaldías. Hechos con más o menos gusto y medios, los políticos se hacen un traje audiovisual a medida y lo ponen a disposición de los usuarios. Los mismos que ahora pueden tocarles las narices grabando con el móvil cualquier traspiés y haciéndolo circular en la red. En los últimos años estuvo de moda hablar del Gran Hermano con paranoias apocalípticas sobre el poder vigilando a los humanos. El Gran Hermano, señorías, somos ahora nosotros vigilando al poder. Tenemos derecho, que para algo les pagamos, y al fin tenemos medios para hacerlo. Ahora les toca a ustedes sonrojarse, e intentar cortarse un poco la próxima vez.

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