La vergüenza yace en el Patio 42
El Ayuntamiento de Toledo proyecta ampliar un cementerio en tierras donde se hallan restos de republicanos fusilados
El funcionario del cementerio anotó con letra clara en el libro del registro "31 desconocidos", en la casilla correspondiente al nombre. Y después, en el apartado de lugar: "Patio 42, nº 67". En la siguiente línea del libro volvió a anotar horas más tarde: "32 desconocidos. Patio 42, nº 21". Y en la siguiente: "31 desconocidos. Patio 42, nº 17". Era el 1 de octubre de 1936. En un solo día habían llegado tres camiones de detenidos y eran más de 90 "los republicanos" fusilados en la tapia del cementerio y enterrados después. En los dos días siguientes, y siguiendo el mismo macabro protocolo, ya eran 556 los "desconocidos" registrados por el funcionario en aquellas fosas del llamado "patio de la caridad" del cementerio de Toledo, reservado originariamente para personas sin recursos.
14 personas han reclamado, sin éxito, al consistorio recuperar los restos de sus parientes
"Quiero llevarme el cadáver para enterrarlo como es debido", dice un familiar
Unas páginas atrás en el libro, es decir, pocos meses antes, desde julio de 1936 hasta finales de septiembre, cuando entraron las tropas del general Varela en la capital manchega, los muertos que registró el funcionario procedían del otro bando, del nacional. Sin embargo, en este caso, el funcionario se tomó la molestia de anotarlos uno a uno, aunque no supiera el nombre: "Hombre calvo, fuerte, con traje azul bueno"; "sacerdote forastero"; "limpiabotas llamado El Escopeta"... y así decenas de nombres, hoja a hoja.
Los pormenorizados detalles anotados por el funcionario sobre los caídos del bando nacional permitieron, años más tarde, encontrar sus cuerpos y trasladarlos, tal y como apuntó también el funcionario a lápiz en el libro del registro. Bien al mausoleo que hoy se levanta en la zona central del cementerio toledano en honor de esos muertos, bien al Valle de los Caídos. Hecho el traslado, en el patio 42 sólo quedaron enterrados los muertos del bando republicano. Al final, 727. Allí permanecieron anónimos hasta 2002.
Fue entonces cuando empezó a sentirse la falta de espacio en el cementerio. Hacen falta tumbas. Es un hecho objetivo que sigue sin solución hoy, cuando el Ayuntamiento se plantea intervenir de nuevo en el Patio 42: "Debido a la necesidad urgente de construcción de sepulturas, se ha propuesto la construcción de 20 en el Patio 42. A partir de la esquina noroeste de dicho patio porque fue la zona por donde comenzó la limpieza de restos, hace aproximadamente cinco años. Toledo, a 14 de febrero de 2007", dice la nota del Consistorio gobernado por el PP, que no quiso hacer declaraciones.
Y es que en 2002 el Ayuntamiento, ni corto ni perezoso, metió las palas excavadoras en ese santo lugar y empezó a remover las tierras del Patio 42 con el fin de sacar los restos y construir en esa parcela las 20 nuevas sepulturas para los muertos de nuestros días. Pero aquellas palas no sólo removieron parte de esas tierras sacras y sacaron a la luz multitud de restos óseos que hoy se encuentran en un osario, según el Consistorio, sino que removieron también las memorias y los sentimientos de muchos toledanos que vivieron aquello como una profanación masiva.
"En cuanto me enteré, subí y hablé con el funcionario. Ojo, que mi padre y mi tío están enterrados exactamente aquí, le dije. Y yo quiero que los saquen a mano, no con máquinas. Quiero llevarme los restos para enterrarlos como es debido, junto a mi madre, que no pudo cumplir su deseo en vida". Manuel Navarro Torres recordaba perfectamente aquellos días. El día en que entraron las tropas franquistas al mando de Varela "con militares moros" y les pillaron escondidos en los sótanos de la Escuela de Artes. Y luego aquella aciaga mañana del 3 de mayo de 1937. Tenía nueve años y se dirigió, como tantas otras mañanas en esos meses, a ver a su padre y a su tío al Alcázar de Toledo: "Les sacaban de la cárcel provincial con cadenas en los pies y los llevaban allí a desescombrar lo que quedó tras los combates", cuenta. "Pero aquella mañana nos dijeron que se los habían llevado. Mi padre ya nos lo venía diciendo: 'Cualquier día no vamos a estar aquí. Están fusilando a diario...".
El funcionario anotó aquel día con los números de orden 296 y 297: "Julián Navarro y Félix Torres". No escribió la edad, pero tenían 36 y 21 años, respectivamente. En el apartado de "nombre del usufructuario" puso "juez militar". Y en el lugar de enterramiento: "Patio 42, número 67, 1º y 2º". Es decir, llegó a anotar el orden en que fueron depositados sus cuerpos en la fosa. En el año 2002, pese a que la polémica hizo que se paralizasen las obras que hoy vuelven a plantearse, Manuel Navarro, ya con 76 años, recuperó los restos de sus familiares y los enterró junto a su madre, cumpliendo su deseo. Es de los pocos que lo han conseguido. 14 personas han reclamado lo mismo al Ayuntamiento, pero la mayoría no lo ha logrado.
"Dicen que los datos que aportan los familiares son muy vagos y que hay fosas con más de 30 cuerpos, lo que dificulta mucho su identificación. Nosotros entendemos las dificultades y el alto coste", dice Aurelio San Emeterio, coordinador local de Izquierda Unida en Toledo. "Pero lo que no se puede consentir es que entren con palas excavadoras. Debe haber una dignificación del enterramiento. Agrupar los restos y hacer un reconocimiento público de lo sucedido, de nuestra historia. El Partido Popular lleva tres legislaturas gobernando y tenía que haber previsto las limitaciones del cementerio", añade.
No son pocos los historiadores que han investigado sobre el tema en Toledo y que se han unido a las reivindicaciones de los familiares. José María Ruiz Alonso recoge los acontecimientos en su libro La Guerra Civil en la provincia de Toledo. Y Natividad Rodrigo ha realizado un estudio sobre el registro del cementerio: "Está todo anotado. Quien quiera que estuviera al cargo de esas funciones fue sumamente escrupuloso. Se puede seguir al detalle la secuencia de acontecimientos y localizar las fosas por días", comenta.
Mientras se ejecutan o no los planes del Consistorio, hay familiares que prefieren no ahondar en el pasado y desenterrar resentimientos. Hay concejales de uno y otro color que prefieren no hacer declaraciones. Hay incluso personas como Manuel Navarro que, cuando hablan del tema, lo hacen en voz baja "porque alguien podría andar escuchando y nunca se sabe...". El Patio 42 se ha convertido en un motivo de rubor para muchos, aunque por razones opuestas. En Patio de Silencio, el documental realizado en 2005 sobre el asunto, Enrique Lorente, director de Patrimonio de la Junta de Castilla-La Mancha y concejal del PSOE del Ayuntamiento de Toledo, sentencia: "El Patio 42 es la vergüenza de Toledo".
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