Lo que ocultaba el 'checkpoint Charlie'

A finales de los cuarenta y en los primeros cincuenta, el cine de Berlín en ruinas era todo un subgénero. Películas en blanco y negro, en las que los grandes protagonistas eran la ciudad dividida en sectores por los aliados que habían derrotado a la Alemania nazi y el archifamoso checkpoint Charlie, que separaba el llamado mundo libre del error soviético. Se trataba de filmes cargados de ideología en primer grado, comestibles como una hamburguesa, cuya estirpe se extinguió como los propios trasuntos bélicos de la II Guerra con el paso del tiempo. Cuando en los años sesenta se volvió al lugar del crimen con Un, dos tres, de Billy Wilder, tuvo necesariamente que ser en clave de comedia, porque nadie se estremecía con la mención del telón de acero.

Y, hoy, así que han pasado 50 años, el director Steven Soderbergh, pero, sobre todo, el actor con vitola de progre George Clooney, revisita aquel tiempo y aquella ciudad con un propósito claramente revisionista. Así se nos dice que nada era como creíamos, con todo eso de la Europa dividida y ocupada por los soviéticos; que el ajuste de cuentas occidental con el nazismo -lo que no ignorábamos- fue un cuento entre chino y de hadas; con la intención, en definitiva, de presentar una cara diferente de esos primeros momentos de la guerra fría, en la Mitteleuropa.

Y esa revisión de época se hace, curiosamente, homenajeando tanto como ironizando sobre aquellas cintas. Berlín color negro-miseria, monumentos de ruinas tanto o más que ruinas de monumentos, miradas perdidas en el horizonte, logreros de varia condición, militares con cara de policías y policías con cara de alcahuetes. Y una música que avisa con pasable estruendo del drama que circula en la pantalla.

El formato es de película policiaca. Un crimen y todos los misteriosos flecos que se le adivinan, solicitan la atención de un reportero norteamericano, que vuelve a Berlín después de haber trabajado en la ciudad en el periodo de entreguerras. Una antigua amante del periodista metido a investigador, judía superviviente por añadidura, despliega un benemérito sentido protector sobre su marido, que es el buen alemán, en torno al que gira la cédula de habitabilidad de la película.

Pero, en realidad, intriga hay más bien poca; la acción progresa con alguna dificultad por falta de materia prima, hasta el punto de que, pasadas unas cuantas secuencias, alguno de los personajes nos ha de poner al día sobre lo que se supone que se sobrentiende, pero que no es seguro que hayan captado los espectadores.

Soderbergh está desde hace bastantes años en una accidentada búsqueda de la originalidad y el éxito, sin que parezca capaz de cobrar plenamente la pieza.

Y en un curso un tanto paralelo, después de una o dos comedias de encargo, Clooney hace su película comprometida para reconciliarse con la inevitable continuidad de George W. Bush en la presidencia de EE UU, y lo cierto es que le quedan mejor los anuncios de un conocido vermú que el personaje de Jake Geismar. Todo lo que sea interpretar queda, por tanto, a cargo de Cate Blanchett en una muy digna personificación de Marlene Dietrich, donde acentúa la angustia y contiene la nostalgia. Y para el arcón de las curiosidades, anótese la presencia de Tobey Maguire, que hace unos años aún era el hermano menor de una serie de televisión llamada Los problemas crecen, en un personaje con muchas más posibilidades que el del propio reportero con cara de famoso actor de Hollywood.

Trailer 'El buen alemán'