Apuesta por una investigación puntera
El Gobierno ha optado por impulsar el modelo de los CIC frente a la Universidad para el desarrollo de la ciencia aplicada
El Gobierno exhibe la convicción de que el País Vasco será en 2010 un referente a nivel europeo en investigación científica. Se apoya en el gran avance en I+D experimentado en la última década, con la creación, entre otros proyectos, de los Centros de Investigación Cooperativa (CIC). Los investigadores, sin embargo, instan a no obviar problemas estructurales que impedirían seguir avanzando.
"Después de unos años de atonía en la política científica, vuelven a aparecer iniciativas muy interesantes", sostiene Félix Goñi, director de la Unidad de Biofísica, centro mixto de la UPV y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El investigador pone como ejemplo Ikerbasque y el Plan Bizkaia Xede, dos programas lanzados respectivamente por el Departamento de Educación vasco y la Diputación de Vizcaya para atraer a investigadores posdoctorales extranjeros.
Industria ha optado por lanzar los Centros de Investigación Cooperativa
Félix Goñi ve la escasez de investigadores como el primer problema del sistema vasco de ciencia
Pero la idea generalizada en la comunidad científica es que son los CIC el gran punto de inflexión. A los dos centros en funcionamiento Biogune (biomedicina) y Biomagune (biomateriales), se le sumarán próximamente Nanogune (nanotecnología) y, más adelante, Margune (técnicas de manufactura) y Eogune (energías renovables). Impulsados por Industria, gozan de una flexibilidad propia de los centros privados y sus investigaciones se dirigen a conseguir aplicaciones en campos de máximo interés. "Su objetivo es convertirse en centros internacionales de excelencia, capaces de atraer a investigadores buenos", explica el director de Biogune y Biomagune, José Manuel Mato, que advierte de que hace falta esperar diez años para evaluar correctamente su éxito.
Félix Goñi considera "magníficos" estos nuevos centros. "Dan a una industria de alta tecnología una base científica que la universidad no puede ofrecer. Aportan investigadores muy buenos y jóvenes, cuya escasez es el primer problema del sistema vasco. Y suponen puestos de trabajo y de formación para nuestros investigadores". A juicio de Javier Meana, investigador del Departamento de Farmacología de la UPV, la actividad de los CIC no es tan novedosa. "Aunque interese venderlos como algo diferente, hacen investigación básica, pero orientada hacia aquellas áreas en las que se intuyen éxitos comerciales".
Biogune dispone este año de un presupuesto de 19,4 millones de euros -costeados con fondos estatales, autonómicos, forales y europeos- y Biomagune con alrededor de 16 millones, de los cuales 13 se destinarán a construir una instalación de imagen molecular. Meana recuerda que esas inversiones suscitan recelos en la Universidad pública. "Si los presupuestos se repartieran basándose en la productividad científica, la universidad tendría más fondos. Ahora que los CIC han arrancado, la pelea por los fondos debe ser honesta y en condiciones de igualdad, y no lo es", argumenta. Acepta que "el monopolio de la UPV generaba relajo", pero denuncia que "los becarios se escapan al CIC porque pueden ofertar mejores condiciones, y eso no se reconoce". Desde su punto de vista, "algunos CIC mantienen la colaboración con la UPV en unos niveles de apariencia".
Mato niega esa competencia. "Un tercio de los jefes de línea son extranjeros, y otro tercio de otras comunidades españolas. Ellos han atraído para sus grupos a otros posdoctorales. Ninguno estaba trabajando en el País Vasco. El objetivo es atraer a nuevos investigadores, no reubicar a los que están en Euskadi". Goñi destaca los proyectos conjuntos, la colaboración en maestrías y doctorados y la participación en seminarios que mantiene su centro con Biogune. "Ahora es más difícil captar fondos, pero los CIC enriquecen", señala.
Otro proyecto que suscita expectación y recelo a partes iguales es la candidatura de Vizcaya para alojar la Fuente de Neutrones por Espalación europea (ESS). Mato advierte: "Si se concibe como un proyecto local, es una locura; si se internacionaliza, será una apuesta de riesgo, pero que hay que hacer. Pero antes de hacer gran ciencia hay que consolidar la universidad y las apuestas singulares como los CIC". Meana coincide. "No cometamos el error de perder todo lo desarrollado en otras áreas. Que la ESS sea bienvenida, pero pagada por Europa", sentencia.
Frente a estas apuestas, la investigación universitaria adolece de la falta de investigadores, de inversión y de incentivos. "Ni se invierte ni se exigen resultados. Las universidades están así muy tranquilas, pero no mejoran", señala Goñi. Meana propone que, como en Andalucía, los presupuestos estén sujetos a los resultados. Sin embargo, subraya que la Universidad tiene que ser "el motor" del sistema científico vasco. "En Estados Unidos tienen claro que una universidad potente genera riqueza y desarrollo industrial", señala. Ambos critican que la UPV haya contratado personal sin perfil investigador, porque lleva a un índice de productividad general inferior.
Tanto los CIC como el ESS revelan una voluntad clara por parte del Ejecutivo de convertir a Euskadi en una comunidad puntera en biotecnología. En opinión de José Manuel Mato, hay motivos claros para ello. "No hay que apostar por áreas ya maduras, sino escoger una que vaya a dar el salto. Si somos muy buenos y estamos preparados, generaremos una enorme riqueza en forma de puestos de trabajo y nuevas empresas. Se calcula que a partir del 2020 el 20% del PIB tendrá que ver con lo bio. Es un área de futuro".
Goñi asegura que hay diez áreas en que Euskadi se puede colocar por encima de la media europea, entre ellas, física, biología y bioquímica. "Incluso en humanidades hay grupos excelentes", señala. Javier Meana entiende la apuesta por una investigación básica orientada, "porque los recursos son limitados". Y añade que "se deben priorizar las áreas más vinculadas a las necesidades del país y aprovechar a los mejores grupos de la UPV, como los de física o biofísica". Sin embargo, subraya que no hay que descuidar las áreas sociales y humanísticas ni la investigación básica, cuyo nicho natural es la universidad. "Educación", dice, "debe mimar y promocionar áreas punteras que no se reconocen, como las neurociencias y la neurolingüística".
Gestión fragmentada
La investigación en la comunidad autónoma depende de las consejerías de Industria, Sanidad y Educación. Este sistema complejo, que facilita a los centros varias vías para conseguir financiación, falla cuando cada departamento avanza a ritmos distintos. Una gran inversión y apuestas ambiciosas como la creación de los CIC encumbran a Industria como el departamento más activo, dejando a Educación en una posición subalterna. La consejería de Ana Aguirre dispone de una mayor capacidad de actuación, porque las competencias en I+D están transferidas y sus proyectos se nutren del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (Feder), entre otros recursos.
Meana y Goñi coinciden en que Sanidad y Educación deberían seguir el ejemplo de Industria, y advierten sendas limitaciones en aquéllas. "La legislación española no anima a Educación a invertir en la universidad porque es ridículamente centralista. La Ley Orgánica de Universidades no deja ni respirar", sostiene Goñi. Señala además que Educación "sólo invierte 4.300 euros" por cada alumno universitario, "a la par de países como Eritrea". Meana, por su parte, cree que "los enfrentamientos entre UPV y Educación se han traducido en un apoyo nulo" y critica que Sanidad se preocupe, "en vez de por la investigación sanitaria en general, sólo por recortar las listas de espera, cuando hasta eso lo puede resolver la investigación". Sin embargo, Goñi aprecia "un deseo de coordinación de las tres consejerías impulsado por el propio Ibarretxe".
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