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Columna
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Petardismo político

El PP parece haber abandonado definitivamente la moderación. El populismo ultra ya no conoce barreras y se ha entregado a la política petarda. Ni siquiera respeta el límite de las leyes por cuyo cumplimiento se supone que las instituciones, sean del color que sean, deberían velar. La alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, vuelve a marcar la agenda aunque sea a costa de hacer un uso descaradamente partidista de la fiesta de las fallas. Menores de todas las edades, acompañados de sus padres recorrieron el domingo la calle de la Paz lanzando cientos de petardos. La primera despertà de las Fallas de 2007 ha servido de escenario en el que mostrar la insumisión fallera ante el reglamento de explosivos que prohíbe a los menores tirar petardos. Una insumisión incitada por la alcaldesa, amparada por la Junta Central Fallera y consentida por la policía local, que obviamente miró para otra parte.

La locución de Barberá en la Cridà mereció los titulares de ayer: "Todos queremos pólvora y para los niños también". Una frase que nos retrotrae a la pronunciada por Mariano Rajoy en plena campaña contra el proyecto de ley con el que el Gobierno pretendía limitar el consumo de alcohol entre los adolescentes españoles. "Viva el vino" dijo don Mariano en un mitin. La simetría es evidente. Como evidente es también el paralelismo con los intentos por parte de los gobiernos autonómicos de Francisco Camps y Esperanza Aguirre de entorpecer por vía reglamentaria la aplicación de la legislación estatal sobre consumo de tabaco.

Desde el PP y sus terminales mediáticas han presentado estas iniciativas reformadoras como si de un atentado a la libertad se tratase. Y en el intento de presentar al Gobierno Zapatero como enemigo de los placeres de la vida, poco menos que se le acusó de haberse inventado el anisakis cuando el Ministerio de Sanidad dio instrucciones sobre la fritura y el congelado del pescado para evitar la proliferación del parásito. O cuando se acusó de intervencionista al mismo ministerio por censurar a una cadena de comida rápida, que publicitaba una hamburguesa considerada por los médicos como una auténtica bomba alimenticia. En todos los casos, el mismo discurso. Un Gobierno -dicen- que no nos deja ni comer, ni fumar, ni beber. Ahora se pretende ampliar el discurso a las fallas... "no nos deja ni divertirnos".

Para su forma de hacer oposición todo vale. Poco importa que se esté intentado defender la salud de los no fumadores, prevenir el alcoholismo de los adolescentes, o preservar la integridad física de los menores. Poco importa que sean bienes jurídicos que merezcan ser protegidos. Lo único que importa es atacar a Zapatero.

Ahora esta forma de hacer política se consagra de la mano y la boca de Rita: "Todos queremos pólvora y para los niños también". Es una nueva forma de hacer política, la política petarda, que se corresponde con los programas de televisión basura que emiten Canal 9 y Tele Madrid y con los tiempos de la oposición con trabuco verbal que practican Rajoy, Acebes y Zaplana.

Las municipales y autonómicas está muy próximas y es evidente que el PSOE se mueve con dificultad en un campo minado electoralmente como es todo aquello que afecta a usos y costumbres populares. El portavoz socialista municipal, Rafael Rubio ha calificado la postura de Barberá de demagógica y ha hecho un llamamiento para buscar una solución consensuada "en vez de jugar con los sentimientos de la gente". Es clamar en el desierto porque la esencia del populismo es precisamente esa, jugar con los sentimientos de las personas. Rubio le ha planteado una cuestión muy concreta a la alcaldesa y le ha preguntado si en el caso de que a algún niño le pase algo, asumirá ella la responsabilidad. La pregunta es retórica porque, desgraciadamente, todos los años se producen accidentes pirotécnicos con amputaciones de dedos, quemaduras y lesiones oculares. Algo que precisamente trata de evitar el nuevo reglamento. Pero la pregunta también es retórica porque casos como el Prestige, la guerra de Irak, o el accidente del metro muestran cuál es el sentido de la responsabilidad política de la actual dirección del PP.

Las fallas del siglo XXI tienen ante sí otros retos acordes con los tiempos que vivimos. Por ejemplo, además de molestar a los vecinos, ¿qué sentido tiene la "reciente tradición" de los concursos de calles iluminadas? ¿Son un monumento al despilfarro energético? ¿Hasta cuándo se va seguir utilizando el pestilente corcho blanco y todo tipo de barnices y pinturas sintéticas que contaminan la nit de la cremà? Pero si algo tan elemental como preservar la integridad física de los niños es víctima del petardismo político, plantear la necesidad de unas fallas más ecológicas puede ser predicar en el desierto, un desierto, por cierto, cada día más real.

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