La envenenada herencia de Bush
Arropado por unos buenos datos coyunturales, el presidente de EE UU presenta su último presupuesto, que oculta con objetivos voluntaristas más gasto militar y mejor trato a los ricos
Ni caliente ni fría. Así ha comenzado el año la economía de Estados Unidos, cuyas principales magnitudes conviven en armonía: la actividad crece por encima del 3%, la tasa de paro está en el 4,5% y el rebrote inflacionista que algunos pronosticaban no se ha producido. Tras desplomarse el año pasado, el mercado inmobiliario ha comenzado a dar señales de recuperación.
Es el aterrizaje suave que presentó esta semana el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, en su primer informe ante un Congreso dominado por la oposición demócrata. Bernanke llegó incluso a sugerir que los tipos de interés, que llevan ocho meses en el 5,25%, pueden bajar si la tendencia se mantiene.
Pero este nirvana económico esconde problemas de fondo. El déficit presupuestario cerrará el presente ejercicio en los 244.000 dólares, según los cálculos de la Administración de George W. Bush, una cifra equivalente al 1,8% del producto interior bruto (PIB). Al presentar el que será su último presupuesto como inquilino de la Casa Blanca, George W. Bush prometió que habrá equilibrio fiscal en 2012, un objetivo que Estados Unidos no alcanza desde hace seis años. Las críticas demócratas fueron demoledoras. En palabras de Kent Conrad, el influyente presidente del comité presupuestario del Senado, Bush vive en un mundo de "negación constante de la realidad de las finanzas".
El proyecto presupuestario para 2008, que se inicia en septiembre, prima el gasto en defensa, favorece a las grandes rentas y busca el ahorro en los programas sociales, lo que amenaza con ampliar la brecha entre ricos y pobres.
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