"Sí, ¡pero aún queda la otra!"
Una hormigonera de Hortaleza fue demolida ayer después de 37 años de lucha vecinal
Las inauguraciones o las demoliciones, en este caso, son siempre parecidas: llega el alcalde, ministro o presidente, y se da un paseo frente a unos paneles explicativos antes de realizar el acto en sí. Luego se apartan para que el discurso del jefe salga bien en el telediario. Todo acaba con el líder besando a los vecinos. Pero ayer en Manoteras, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, no lo tuvo fácil, porque ni aun cuando las máquinas comenzaron a tumbar lo que queda de la hormigonera de Hormicemex se acallaron los gritos de 15 jóvenes que se desgañitaban: "¡Gallardón, el cemento a tu salón!". Ocurría el jolgorio en la colonia Virgen del Cortijo (Hortaleza), en la avenida de Manoteras, 48, donde se escenificaba la demolición de una hormigonera que llevaba a mal traer a los 8.000 vecinos del barrio desde 1970.
La alegría por la desaparición de la Prebetong, como la llaman por la antigua marca de la fábrica, es sólo parcial. Todavía queda otra hormigonera, de Tarmac, filial del, según su página web, "líder mundial de extracción de recursos naturales", Anglo American. La que ayer cayó con la piqueta era, según Gallardón, "incompatible con los usos residenciales y las nuevas demandas de los vecinos". Éstos creen que lo mismo se debe aplicar a la Tarmac, y, como decía Concha Pérez, de la Asociación de Vecinos Virgen del Cortijo, estas demandas "no son nuevas".
El camino para el cierre de la planta de Cemex (gigante mexicano del cemento) el pasado 31 de diciembre ha sido muy largo. Tanto que Rodrigo, estudiante de química de 21 años y vecino del barrio, ya nació respirando aire sucio. "Siempre estaba todo lleno de mierda, por el polvo en suspensión", espeta. Pérez recuerda cuando un reportero del programa CQC estuvo barriendo la calle para echarse lo recogido encima: "Ya ves, no tuvo que hacer ninguna pantomima de cómo quedó". La mayor parte de las casas próximas tienen cerramientos en las terrazas.
Los vecinos denuncian que hay muchas enfermedades broncopulmonares, que achacan al polvo de sílice que se desprende al producir el cemento. Sin embargo, Jesús Vázquez, coordinador en funciones del centro de salud que hay junto a Hormicemex, asegura que sus compañeros "no han reseñado una prevalencia especial de esta dolencia entre sus pacientes. A falta de un estudio epidemiológico, no podemos afirmar que esas patologías se deban al polvo", zanja.
Gallardón declaró ayer que "las actividades industriales no pueden estar próximas a viviendas", pero la Tarmac sigue ahí. Francisco Panadero, coordinador de Urbanismo, afirmó que se negocia con la empresa "un acuerdo similar". Hormicemex se ha marchado de Manoteras para montar una planta móvil en un polígono de Vicálvaro, a la espera de su traslado definitivo a un terreno permutado por el Ayuntamiento en el camino de Fuencarral a Alcobendas. Panadero asegura que la parcela permutada vale tres millones, "el mismo que el trozo de este solar que nos quedamos para equipamientos sociales".
Hormicemex ha vendido a la inmobiliaria Baluarte la mayor parte del solar, donde un gran cartel rojo ya anuncia oficinas. El trozo que corresponde al Ayuntamiento asciende a 4.430 metros cuadrados.
Varios vecinos aseguran que el distrito se había comprometido a construir un centro cultural, algo que desmiente un portavoz de la Junta de Hortaleza, que se inclina por un centro de mayores. "Nada está decidido; pero un centro cultural no será, porque estamos levantando uno a 500 metros, en Sanchinarro", afirma. Los jóvenes que se manifestaban repartían papeles anónimos con acusaciones a Tarmac. Según ellos, la fábrica trabaja de noche, lo que está prohibido, para atender la demanda de la nueva M-30 y las torres de la ciudad deportiva.
A pesar del reconocimiento de Gallardón de que "la actitud crítica y exigente de los vecinos" acabó decidiendo el cierre de la primera hormigonera, ellos creen que fue el dinero lo que ha resuelto el problema. Sergio, uno de los manifestantes, opina que la fábrica se ha ido "porque van a poner el metro aquí al lado, han abierto unos cines, y esto les parecía feo". "La que han tirado tuvo sanciones durante años por ensuciar la calle, por carecer de vallas, por trabajar por la noche..., y no sirvió de nada", abunda Pérez.
Poco antes de que las maquinas comenzaran a picar, otra vecina, Gema, de 30 años, recordaba "la pasta que formaba el cemento en la acera cuando llovía". Y advierte: "Lo de hoy está bien, sí, ¡pero aún queda la otra, ¿eh?!".
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