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LA CRÓNICA
Columna
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Tal como parimos la democracia

Lleva camino de convertirse en un best seller, lo cual es mucho decir por estos pagos tan desafectos a la lectura y, tanto más, tratándose de un libro que es una crónica de los años que abonaron la transición democrática en el País Valenciano y desembocaron en la promulgación del Estatuto. Nos referimos al libro La construcción política de la Comunitat Valenciana, 1962-1982, escrito por Benito Sanz y Josep María Felip, que ha sido editado por la otrora dinámica y prestigiosa Institució Alfons el Magnánim de la Diputación de Valencia, y que ha sido presentado esta semana ante un público que compendiaba el universo partidario de aquel tiempo, desde el falangismo hasta los comunistas, con buena parte de todas las sensibilidades emergentes y concurrentes.

No pretende ser ésta una reseña bibliográfica crítica, que requeriría el espacio, aptitud y detenimiento adecuados a una obra que constituye sin duda la más densa e ilustrada rememoración de unos años en los que se acentuaron los preludios del cambio decisivo en orden a nuestro futuro político, al menos desde que, siete décadas atrás y en sentido involutivo, el golpe militar franquista sesgó las expectativas republicanas y autonómicas. Anotemos, además, que en sus exhaustivas páginas se compendian prácticamente todos los materiales informativos y fuentes dispersas, de tal modo que este esfuerzo historiográfico está llamado a convertirse en un referente imprescindible y difícilmente superable para conocer el periodo estudiado. En este sentido, hemos de considerar que la obra de los mismos autores, Política y políticos valencianos, 1975-2000, aparecida en 2002, con toda su valía, sólo fue el cañamazo o ensayo de la que acaban de alumbrar, pues tal es la novedad y abundancia de sus nuevas aportaciones.

De su lectura o meramente hojeo se decantan no pocas sensaciones, especialmente para cuantos conservan la memoria de aquellos episodios y el interés por la evolución de la vida pública. Entre aquellas y por su obviedad, los estragos del tiempo en el censo de cuantos protagonizaron esos hechos, semillero de esta democracia. No pocos nos han dejado definitivamente y cuesta aceptar la evidencia de que su gesto a menudo eufórico, juvenil y cívico ya es tan solo una instantánea gráfica; muchos más arrojaron la toalla, por voluntad propia o impuesta, confirmando la naturaleza transitoria de la dedicación política y desapareciendo del firmamento público, a pesar a veces de su talento y méritos; y quedan también los resistentes, los políticos profesionales que entonces se forjaban y que ahora suman quinquenios a manta, pero sin la lozanía que un día tuvieron. Es, en su conjunto, como el petimento, acaso nostálgico, que se desprende de tanta foto amarilleada reunida en esta obra.

Y también hay preguntas que el libro sugiere y los autores no contestan, quizá porque aplazan la respuesta a una segunda parte en elaboración que alcanza hasta nuestros días. Y entre todas las preguntas, una: ¿qué se hizo de aquel universo progresista que fue punta de lanza de la transición, que impregnó el discurso reivindicativo, prestó pancartas y lemas a la derecha, gobernó la Generalitat con eficiencia y, sobre todo, con decencia, pero que se ha ido sumiendo en las renuncias, la anemia programática y orgánica que le aqueja? El llorado profesor Alfons Cucó lo describiría posiblemente como un trayecto -por cierto que acelerado y aluvial- desde el roig al blau, y otros doctos docentes aludirían seguramente a los efectos colaterales del problema identitario como causa de la crisis -nunca diagnosticada cabalmente- de la izquierda.

Ahora estamos ante un libro que sigue a pie a juntillas el proceso que parió y consolidó esta democracia, lo que propicia a los autores y lectores elementos bastantes para señalar las claves de la hegemonía conservadora tanto como de la postración de su alternativa progresista que caracteriza la constitución de esta autonomía. Claro que para ello habría que aventurase en el ámbito de las valoraciones de los hechos, incluso en la especulación sobre los mismos, y no ceñirse exclusivamente al trabajo de cronistas escrupulosos que han demostrado. Pero igual este nuevo cometido requería otro editor menos institucional, decimos nosotros.

LA PATATA CALIENTE

La menor alusión a las trapisondas que emergen en Terra Mítica, el parque temático de Benidorm, desata los nervios de los altos cargos del PP, y especialmente de cuantos han tenido alguna relación más o menos directa en su gestión. Estos días ha sido una consejera, Gema Amor, la que se ha sacudido el muerto, porque con toda seguridad esta limpia de polvo y paja. Pero lo mismo hacen sus colegas, incluso alguno que tuvo responsabilidades gerenciales en el momento de los presuntos manejos financieros. Sin embargo, antes o después alguien habrá de quedarse con esta patata caliente y entregar su cabeza para salvar quizá otras mejor situadas e igualmente informadas. Tiempo al tiempo.

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