Los grifos de la montaña
Meterse debajo exige disciplina teutónica: el agua está que corta
En tiempos de sequía no existe espectáculo más gratificante que el agua cayendo, con derroche estruendoso, de los grifos abiertos de la montaña. Aquí se muestran las cinco cascadas más bellas de la región, pero hay muchas más: la chorrera de San Mamés, junto a la aldea homónima del valle del Lozoya; la de Rovellanos, en Canencia; el salto del Hervidero, en el río Guadalix; las cascadas del arroyo del Hornillo, en Santa María de la Alameda; las del río Pradillo, en el cóncavo de Siete Picos; las del arroyo de las Guarramillas, en las vecindades de Cotos... Prácticamente hay una para visitar cada fin de semana.
- Chorro de Somosierra. Pocos accidentes de la envergadura de esta cascada, también conocida como chorrera de los Litueros, se registran a tan pequeña distancia de un pueblo de Madrid. A sólo un kilómetro al norte de Somosierra, el arroyo de la Peña del Chorro, recién nacido en el pico Tres Provincias, se lanza al vacío en varios saltos rugientes. El mayor ronda los 50 metros. Se va bajando por la carretera abandonada (antigua N-I) que nace junto a la gasolinera para, a los 700 metros, echarse a andar a la derecha por una pista de tierra que, en cinco minutos, deja al pie de la cascada, la cual, vista de cerca, semeja una cola de caballo dividida en tres mechones, lista para ser trenzada. Este arroyo volandero es la primera fuente del Duratón, río famoso por sus hoces atiborradas de buitres. www.sierranorte.com/somosierra
El arroyo de la Peña del Chorro se lanza al vacío en saltos rugientes
A la vera de la cascada proliferan abedules, tejos, acebos y serbales
- Cascadas del Purgatorio. No son las más grandes de la región -15 metros mide la mayor-, pero sí las que gozan de un emplazamiento más impresionante, en una pétrea garganta a medio camino entre el monasterio de El Paular y el puerto de la Morcuera, donde el arroyo del Aguilón, caudaloso tributario del Lozoya, interpreta, en versión acuática, las angustias de las almas atascadas entre el infierno y el cielo, con mucho espumarajo, remolino y escándalo. La aproximación, también espectacular, se hace por un camino bien señalizado que sale del centro de educación ambiental Puente del Perdón (teléfono: 91 869 17 57), a dos kilómetros de Rascafría, y se va abriendo paso por robledales y pinares hasta llegar a la angostura donde salta y grita el Aguilón. La senda acaba en un balcón de madera frente a la primera cascada, pero los machacas pueden seguir trepando para ver más. Son 12 kilómetros y unas cuatro horas de paseo, incluida la vuelta por el mismo camino. www.rascafria.org
- Chorrera de Mojonavalle. Cerca del puerto de Canencia, el arroyo del Sestil del Maíllo se escurre por la escarpada ladera de Mojonavalle dando lugar a la chorrera del mismo nombre, de unos 30 metros de altura. A su vera proliferan, formando un bosque de cuento, abedules, tejos, acebos y serbales, especies típicas de latitudes mucho más norteñas. Éste es uno de los rincones más umbríos, húmedos y gélidos de la sierra de Guadarrama, como lo demuestra la cascada, muy a menudo helada. Por la pista forestal que arranca junto a la gran fuente de piedra del puerto, se accede en diez minutos al centro de educación ambiental El Hornillo (teléfonos: 901 525 525 y 609 250 135) y, por la senda ecológica que nace aquí, se baja en otro tanto hasta la chorrera. Es un paseo ideal para hacer con niños. (www.sierranortemadrid.org)
- Chorros del Manzanares. Caminando río arriba desde los aparcamientos de Canto Cochino, casi siempre por la margen izquierda, se accede en dos horas largas a este paraje que, además de cascadas, ofrece vistas, pozas, soledades y el asombro de pinos antediluvianos. Se facilitan folletos de la ruta en el centro de educación ambiental que hay a la entrada de la Pedriza (teléfono: 918 539 978), a un par de kilómetros de Manzanares El Real. www.manzanareselreal.org
- Ducha de los Alemanes. Esta caída limpia, de un par de metros, que sufre el arroyo de la Navazuela en el valle de la Fuenfría debe su nombre, según dicen, a las duchas que se daban en ella los primeros montañeros de la sierra -varios de ellos, de origen germano- en los albores del siglo XX. Sea o no cierto, meterse debajo exige tener una disciplina teutónica, pues el agua está que corta incluso en pleno verano. Antiguamente se le llamaba chorro del Árbol Viejo, por el anciano tejo que crecía (y aún crece) a su arrimo. Desde el aparcamiento de Majavilán, en las Dehesas de Cercedilla, se llega en 45 minutos subiendo por la calzada romana hasta el chalé de Peñalara y luego por la pista de tierra conocida como carretera de la República. No nos perderemos, si antes pasamos por el centro de educación ambiental Valle de la Fuenfría (Carretera de las Dehesas, kilómetro 2; Cercedilla; teléfono 918 522 213).
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