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El Museo de Bellas Artes de Bilbao recoge la pintura negra de Gutiérrez Solana

Seis pinturas y una serie de grabados de la colección Mapfre muestran sus temas esenciales

A lo largo de su carrera artística, José Gutiérrez Solana (Madrid, 1886-1945) trató de forma recurrente el tema de la muerte, el carnaval y los ritos religiosos populares, en su visión pesimista y turbulenta de la España negra. El Museo de Bellas Artes de Bilbao ha recogido los temas predilectos del pintor en una exposición formada con los fondos de la Fundación Mapfre. La colección está formada por seis lienzos, 25 aguafuertes y cuatro litografías, creados en la madurez del artista, entre 1917 y 1938, que se mostrarán al público hasta el próximo 27 de mayo.

Gutiérrez Solana, formado en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, alternando estancias en Santander y Madrid, plasmando en sus cuadros y grabados figuras de gesto expresionista, logró un estilo propio, ajeno al academicismo y al mundo de las vanguardias. Pablo Jiménez, director general de la Fundación Cultural Mapfre Vida, recordó ayer que "lo más moderno de Gutiérrez Solana", al tiempo heredero de la tradición y reivindicado por los vanguardistas, fue "crear de sí mismo un personaje estrafalario", "fuera del tiempo", un "hombre de la generación del 98" viviendo en las décadas posteriores, al que le gustaba la visión de la España negra y las escenas dolorosas.

Las seis pinturas de Gutiérrez Solana presentes en la colección Mapfre muestran los temas que obsesionaron al artista a lo largo de su vida, como la muerte, los ritos religiosos populares, desarrollados en la calle, y el carnaval. La pintura más temprana, Procesión de noche (1917), organizada en un doble friso, muestra las imágenes de culto, por un lado, y el de los asistentes a la ceremonia religiosa, por otra. En ocasiones, las figuras humanas, estáticas e inexpresivas, tienen el rostro reducido a una simple máscara, que recuerda a retratos que aparecen en la serie de la Pinturas negras, de Francisco de Goya, fuente de inspiración también de la paleta de negros, ocres y pardos de Gutiérrez Solana.

El tema de la procesión se repite en El beso de Judas (1932) con una tecnica más contenida, muestra de la evolución que emprende el artista a partir de 1930 hacia una sensualidad más plástica, con figuras más nítidas y escultóricas.

El tema de la muerte se recoge en La baraja de la muerte (1926-27) y Osario (1931), pinturas en las que Gutiérrez Solana se entronca con la tradición pictórica española, con Valdés Leal como principal referencia.

Gutiérrez Solana era un gran aficionado a la imaginería española y poseía una importante colección. En el volumen y la expresión de las tallas de santos tradicionales encontraba el artista una posible fuente de renovación de la escultura contemporánea. En Santos de pueblo (1929) se refleja esta afición del pintor: fuera del contexto sagrado aparecen una serie de santos, una Inmaculada y dos Cristos.

En Máscaras bailando del brazo (1938) los especialistas han encontrado una síntesis de los valores de la pintura de Gutiérrez Solana por su rico colorido y la cuidada construcción visual, que desmiente el tópico del pintor del negro y las composicones rígidas o descuidadas.

Las obras de Gutiérrez Solana en la colección Mapfre -adquiridas en 1991 y procedentes de los fondos del coleccionista Jean-Marie Estève, miembro de los círculos artísticos de París en las primeras décadas del siglo XX- se completan con 25 de los 28 aguafuertes catalogados del artista y cuatro de las siete litografías que se conservan. La inmensa mayoría de los grabados de Gutiérrez Solana dependen de su obra pictórica, y permiten , por tanto, distintas aproximaciones a su trabajo.

Las excepciones a la vinculación directa de los grabados con la pintura son los primeros aguafuertes realizados en la Escuela Nacional de Artes Gráficas. Gutiérrez Solana no concebía el grabado como una técnica de experimentación. Su obsesión de hacer de la pintura algo sólido y duradero se extendió también al grabado.

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