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El año de Rick Rubin

Diego A. Manrique

Este año, los organizadores de los Grammy han hecho encaje de bolillos para contentar a todo el mundo. Siempre lo intentan pero se les debe reconocer su arte en el reparto de candidatos entre las 108 categorías. Por ejemplo, el hecho de que Dylan y Springsteen no compitieran entre sí; además, sus discos estaban situados en la zona reservada al folk, para que no restaran brillo a los títulos que venden alrededor de dos millones de copias en EE UU. Los 11.000 votantes de la NARAS se sienten obligados a celebrar a los artistas que generan excitación (léase "tráfico de clientes hacia las tiendas") en una industria que vive tiempos aciagos. Al mismo tiempo, procuran apuntarse tantos fáciles: cuando el sentimiento de los estadounidenses se vuelve contra el presidente Bush, queda bonito jalear a sus enemigas tejanas, las Dixie Chicks.

La cascada de trofeos para las Dixie Chicks y Red Hot Chili Peppers también consagra a su productor, Rick Rubin: a pesar de su aspecto freak, Rubin define el actual mainstream. Los miembros de la NARAS saben que tiene el corazón bien puesto: su impulso del Johnny Cash crepuscular es ahora libro de texto en la industria, aunque la magia no se repitiera con Neil Diamond, el siguiente veterano que acudió a Rubin. En un mundo ideal, Rick debería intentarlo con Ike Turner, condenado al ostracismo por su turbulento estilo de vida y, sobre todo, por las denuncias de su ex, Tina Turner; el decisivo músico de Misisipi parece haber sido perdonado, como demuestra su Grammy por el mejor álbum de blues tradicional, Risin' with the blues.

Lo de Ike Turner no es la única sorpresa: se aplaude la feroz grandeza de Wolfmother (su Woman es la mejor interpretación de rock duro); resucita Peter Framp-ton como creador del mejor álbum de pop instrumental con Fingerprints. Esos premios menores sirven para quedar bien con artistas creativos que todavía no han llegado al gran público: con The wizard turns on..., los Flaming Lips se llevan el Grammy a la mejor interpretación de rock ¡instrumental! Una anomalía más, aunque no tan irritante como el hecho de que la Academia considere digna de estatuilla la banda sonora de Walk the line, con el actor Joaquin Phoenix imitando (mal) al finado Johnny Cash.

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