Del triángulo a la cuadratura del círculo
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha subrayado en EL PAÍS (15 de enero 2007) su "singular" aprecio por Convergència i Unió (CiU). "Tengo una buena disposición a la relación con CiU", enfatizó Zapatero. Incluso se refirió a su posible "presencia en el Gobierno de España. No ha sucedido nunca, pero yo no la descartaría para el futuro". La incorporación de ministros procedentes del nacionalismo catalán a un hipotético Ejecutivo de coalición no se ha producido jamás desde la transición. Pero sí hubo ministros de Esquerra Republicana (ERC) en gobiernos de la II República -del mismísimo Lluís Companys a Joan Lluhí i Vallescà o Jaume Carner, por ejemplo- y antes, de adscritos a la Lliga Regionalista. Francesc Cambó, líder de ese partido, y Joan Ventosa fueron ministros durante la Monarquía de Alfonso XIII.
CiU ha sido un permanente objeto de deseo, oscuro o no, para los partidos que han gobernado España
¿Por qué precisamente ahora el presidente del Gobierno de España ha hecho un guiño tan llamativo a CiU? El coqueteo surge dos meses después de constituirse el Gobierno de la Entesa, que supuso un durísimo revés para Artur Mas, incómodamente situado ahora en el ojo del huracán dentro de Convergència. Recuérdese que cuando Mas y Zapatero alcanzaron el pacto del Estatuto -forjado durante una prolongada velada sabatina en La Moncloa, el 21 de enero de 2006-, se extendió que se había concertado también entre ambos algún género de blindaje para que el sucesor de Jordi Pujol pudiera asumir por fin la herencia de presidente de la Generalitat.
Zapatero recurrió hace un año a Mas porque el proceso del Estatuto estaba desestabilizando a su Gobierno, de modo que la situación empezaba a ser inquietante. La ofensiva desaforada de la derecha, secundada sotto voce, o incluso a voz en grito, por algunos barones del PSOE, había desgastado al presidente. Ello se acompañaba de estúpidas salidas de tono en Cataluña, demasiadas exigencias de resonancia radical por parte de ERC y el guirigay efervescente del Gobierno de Pasqual Maragall. Mas contribuyó a obturar la vía de agua que amenazaba con hundir el barco. Pero un año más tarde, Mas se encuentra en la cuerda floja y Zapatero vuelve a atravesar una zona de arriesgadas turbulencias, en esta ocasión a causa de la abrupta ruptura del proceso de paz. Zapatero necesita por tanto el apoyo de CiU.
Aleix Vidal-Quadras, líder del PP en Cataluña, fue defenestrado porque Jordi Pujol así se lo pidió a José María Aznar en el paquete de cláusulas secretas del Pacto del Majestic, gracias al cual el líder del PP acabó accediendo a La Moncloa. Vidal-Quadras, implacable adversario del nacionalismo catalán, aspiraba a ser reelegido presidente de su formación. Según narra el periodista Graciano Palomo -buen conocedor de los recovecos de Génova, 13- en su reciente libro De Aznar a Rajoy, Jaime Mayor Oreja ejerció de portavoz de Aznar por decisión de éste y telefoneó a Vidal-Quadras: "Alejo, te llamo porque no debes presentarte [a la reelección como presidente del PP catalán]. Aznar está débil, el Gobierno es débil, necesitamos a CiU (...) y a lo peor CiU nos retira su apoyo...".
La política hace extraños compañeros de cama. La debilidad mutua refuerza este tipo de vinculaciones. Aznar necesitaba a Pujol, hace 11 años, como el aire para respirar. Pujol tampoco andaba sobrado. Había pasado el tiempo de sus memorables mayorías absolutas. Había empezado su declive. Cuando algunos representantes de los poderes fácticos intentaban convencer a Aznar de que pactara con CiU, el interesado respondía, siguiendo con el libro mencionado, así: "No hay nadie más interesado que yo (...) Naturalmente. Incluso les ofrezco que entren en el Gobierno con cuatro carteras, si quieren...". Por cierto, a mediados de su segunda legislatura -con mayoría absoluta-, Aznar se permitió el lujo de ofrecer públicamente a CiU participar en su Gobierno. Se trataba más bien del abrazo del oso. Curiosamente, en ese tiempo, Pujol consumía su último turno, tras más de 20 años ininterrumpidos, al frente de la Generalitat.
CiU ha sido, desde la reinstauración de la democracia, una especie de permanente objeto de deseo, oscuro o no, para los partidos que han gobernado España. Adolfo Suárez sobrevivió gracias, entre otras circunstancias, al apoyo de CiU. Hubo asimismo propuestas de incorporar a Miquel Roca Junyent a su Consejo de Ministros, algo que también intentó Leopoldo Calvo Sotelo. Después de no lograr un acuerdo estable con la mal llamada Minoría Catalana, Calvo Sotelo explica en su Memoria viva de la transición (1990): "Mi amistad y mi estimación por Roca no sufrieron después de aquella escena. Meses más tarde le preguntaba si quería ser ministro en mi segundo Gobierno (...)".
Felipe González, en su época de tribulación, pensó también en Roca Junyent como ministro de CiU para su Gobierno. Le era imprescindible reforzarse. A pesar de la determinación de Pujol de que no hubiera ministros de CiU en ningún Gobierno central -lo que debe interpretarse en clave de sobredosis egocéntrica-, Josep Sánchez Llibre, mano derecha de Josep Antoni Duran Lleida, hace una interesante revelación en su libro Les veritats de l'Estatut. Cuenta que "Roca había comido con Duran en el viejo restaurante del Palace (...) y le había invitado a hacer frente común contra Pujol para hacer posible el ingreso de CiU en el Gobierno del PSOE".
En enero de 2007, las cosas han cambiado mucho. CiU fue desalojada democráticamente de la Generalitat y se ha quedado casi a la intemperie, cada vez más lejos del poder. El poder más próximo se encuentra paradójicamente a más de 600, kilómetros de Barcelona. Zapatero, con su proposición preventiva -a la espera de los resultados de las próximas generales-parece dejarse llevar, como es conocido, por su optimismo antropológico. Su oferta roza la cuadratura del círculo. El principal partido de la oposición al Gobierno de izquierdas en Cataluña -presidido por el socialista José Montilla, ex ministro suyo- se incorporaría al Gobierno del PSOE. Del triángulo al cuadrángulo. De extraños compañeros de cama a una gran cama redonda. Y, no obstante, la hipótesis es posible, incluso sensata y hasta encomiable desde diversos puntos de vista. Vivir para ver.
Enric Sopena es director del diario digital elplural.com
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