'Watergate' planea sobre Downing Street
La sospecha de que los laboristas han obstruido la investigación sobre el 'caso de la venta de títulos' debilita aún más a Blair
La investigación sobre la supuesta venta de distinciones para financiar al Partido Laborista está dando un sesgo inesperado en las últimas semanas. El arresto y posterior interrogatorio de dos próximos colaboradores de Tony Blair por sospechas de que han podido destruir u ocultar pruebas hace planear la sombra del escándalo Watergate sobre Downing Street. Richard Nixon no cayó porque el Partido Republicano espiara a los demócratas, sino porque Nixon lo sabía y mintió para ocultarlo.
¿Ha hecho lo mismo Tony Blair? No hay ningún hecho tangible de que eso sea así, pero empieza a haber serias sospechas. Dos de sus más íntimos colaboradores han sido interrogados bajo arresto. Primero lord Levy, el recaudador de fondos del Partido Laborista y amigo personal de Blair, que tuvo que declarar en julio pasado y por segunda vez el martes pasado. En esta ocasión no sólo por el caso en sí mismo, sino por sospechas de obstrucción a la justicia. También Ruth Turner, joven militante laborista y desde hace dos años la guardiana del despacho del primer ministro, declaró el pasado 19 de enero bajo arresto y por posible obstrucción a la justicia.
Blair fue interrogado como testigo antes de Navidad y sus asesores dieron a entender entonces que lo peor había pasado para el primer ministro. Pero ahora se ha sabido que fue interrogado de nuevo el pasado 26 de enero, aunque se mantuvo en secreto casi durante una semana. Pese a que volvió a comparecer como simple testigo, la presencia de la policía por segunda vez en Downing Street ha reabierto el debate sobre la fecha de su marcha. Él dijo en septiembre que no estaría más de un año en el cargo. Todo indica que en mayo, cuando cumpla 10 años en el poder, anunciará que dimitirá en junio, tras la cumbre del G 8, y que dejará efectivamente el cargo en julio, cuando el Partido Laborista haya elegido nuevo líder.
Pero el caso de la supuesta venta de honores ha puesto ahora en cuestión ese calendario. Blair dejó muy claro el viernes, en unas declaraciones a BBC Radio4, que no piensa dimitir. Ayer reiteró ese mensaje en una conferencia del Partido Laborista en Londres. Pero eso sólo puede ser así si finalmente se cierra la investigación sin cargos. La posición del primer ministro sería insostenible si lord Levy o cualquier colaborador suyo en Downing Street es finalmente procesado. Su situación sería especialmente grave si finalmente las acusaciones se centraran en una posible obstrucción a la justicia. Si la policía acusa a Blair o su entorno de haber ocultado o destruido pruebas, Blair sería un cadáver político.
Muchos creen que en realidad Tony Blair ya es un cadáver político y que sólo falta fijar la fecha del entierro. Él quiere retrasar el funeral hasta junio para tener tiempo de despedirse con dignidad. Tiene varias bazas aún guardadas, como la culminación del proceso de paz en Irlanda del Norte, o jugar un destacado papel en la escena internacional impulsando una vía de escape al conflicto palestino, o presionando por un acuerdo en las conversaciones comerciales mundiales o sobre el cambio climático.
Blair tiene en su contra que no puede manejar el calendario de la investigación policial. Él confía en que Scotland Yard, que lleva ya 10 meses investigando, acabe su trabajo en un par de semanas y decida entonces si pide o no a la Fiscalía de la Corona que dé luz verde a algún procesamiento. Pero el final se esperaba para diciembre, luego se retrasó hasta finales de enero y ahora vete a saber hasta cuándo. Mientras dure la investigación, la posición del primer ministro seguirá siendo inestable, a pesar de la firmeza con la que se defiende en público.
Tiene a su favor que a estas alturas el Partido Laborista prefiere que se quede unos meses y asuma el previsible batacazo de las próximas elecciones locales y regionales de mayo. A Gordon Brown, tantas veces ansioso por sentarse en su silla, tampoco le conviene que Blair desaparezca en estos momentos de la escena: después de tantos años de espera, lo peor que le puede pasar es que su gran rival acabe marchándose, dando la impresión de que él le está empujando y el partido está dividido.
Pero entre el laborismo se están alzando voces de alarma sobre el deterioro que está acarreando el caso. Voces nada sospechosas de antiblairismo, como la del líder hasta 1992 Neil Kinnock, que ha dicho que la clase política británica tardará años en recuperarse del daño que le está causando la supuesta venta de distinciones para conseguir financiación bajo mano.
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